Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "La angustia", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Lectura y puntuaciones de textos de Freud

Lo ominoso ("Das Unheimliche") (1)

El texto de Freud fue publicado en 1919. Según una carta a Ferenczi del 12 de mayo de ese año, sería fruto de una reescritura de un antiguo manuscrito sobre el tema. Como señala el propio Freud en una nota al pie, en el artículo, ya hay una referencia a la relación entre lo ominoso y el animismo y la omnipotencia del pensamiento, en "Tótem y Tabú".

I

La posibilidad de "diferenciar algo ominoso dentro de lo angustioso".
El sentido común que puede obtenerse para el término ominoso, tanto por la vía de "pesquisar el significado que el desarrollo de la lengua sedimentó en la palabra ominoso" como la de agrupar todo aquello que en personas y cosas despierta en nosotros el sentimiento de lo ominoso, es "aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo".

Si se rastrea el sentido y uso del término "heimlich" (familiar, que sería lo opuesto a "unheimlich", ominoso, pero que forma parte de esa palabra), en el diccionario de la lengua alemana de Daniel Sanders, encontramos que no es unívoco, "sino que pertenece a dos círculos de representaciones que, sin ser opuestos, son ajenos entre sí: el de lo familiar y agradable, y el de lo clandestino que se mantiene oculto". El término "unheimlich" no es opuesto al primer círculo de representaciones sino al segundo, tal como lo utiliza Schelling al referirlo a aquello que "estando destinado a permanecer en el secreto, en lo oculto, ha salido a la luz".

El mismo ejercicio aplicado al diccionario de los hermanos Grimm lleva a Freud a señalar cómo "heimlich es una palabra que ha desarrollado su significado siguiendo una ambivalencia hasta coincidir al fin con su opuesto, unheimlich. De algún modo, unheimlich es una variedad de heimlich"

II

Entre las situaciones o cosas que podrían despertarnos el sentimiento de lo ominoso, E. Jentsch ubica algunas figuras de cera o autómatas de ingeniosa construcción. La puntualización de Jentsch no lo convence a Freud, pero le da el pie para abordar el cuento "El hombre de la arena" (mencionado por Jentsch) de E.T.A. Hoffman ("el maestro inigualado de lo ominoso en la creación literaria", según Freud).

Justamente, lo primero que señala Freud es que "el motivo de la muñeca Olimpia en apariencia animada en modo alguno es el único al que cabe atribuir el efecto incomparablemente ominoso de ese relato, y ni siquiera es aquel al que correspondería imputárselo en primer lugar". Para Freud, el elemento central de ese relato y factor principal en el efecto ominoso es "el motivo del hombre de la arena que arranca los ojos a los niños", tal como se lo describe un aya a Nathaniel, quien lo identifica con el repelente Coppelius.
Como bien señala Freud, ya en ese momento del cuento estamos frente a la ambigüedad de saber si se trata de un primer delirio del niño poseído por la angustia o de un informe que habría que concebir como real en el contexto ficcional del relato. La escena en que Coppelius se propone echarle a los ojos unos puñados de carboncillos ardientes, retoma el relato del aya (con la sustitución de puñados de arena por puñados carboncillos llameantes).

Luego Nathaniel creerá reconocer esa figura terrorífica en el óptico ambulante Giuseppe Coppola que vende "bellos ojos", es decir gafas, y a quien le compra un prismático de bolsillo con el que espía la casa lindera del profesor Spalanzani, donde divisa a su hija Olimpia, "bella pero enigmáticamente silenciosa e inmóvil", de la que se enamora perdidamente. Esta Olimpia "es un autómata al que Spalanzani le ha puesto el mecanismo de relojería y Coppola - el hombre de la arena - los ojos". Luego de la pelea entre estos dos personajes por la autómata, en la que Coppola se lleva la muñeca, sin ojos, y Spalanzani arroja la pecho de Nathaniel los ojos de Olimpia que permanecían en el suelo bañados de sangre, este es presa de un nuevo ataque de locura en cuyo delirio se aúna la reminiscencia de la muerte del padre.

Recobrado de su enfermedad, cuando Nathaniel parece al fin sano, ha recuperado a su novia se propone desposarla, al mirar la plaza y la gente desde lo alto de la torre del ayuntamiento, con el prismático que le vendiera Coppola, a este personaje terrorífico. Enloquece nuevamente, y luego de intentar arrojar desde lo alto a su novia, mientras exclama "círculo de fuego, gira!", termina tirándose él mismo al grito de "bellos ojos, bellos ojos".

En síntesis, para Freud, "el sentimiento de lo ominoso adhiere directamente a la figura del Hombre de la Arena, vale decir, a la representación de ser despojado de los ojos, y nada tiene que ver con este efecto la incertidumbre intelectual en el sentido de Jentsch. La duda acerca del carácter animado, que debimos admitir respecto de la muñeca Olimpia, no es nada en comparación con este otro ejemplo, mas intenso de lo ominoso".

La experiencia psicoanalítica nos pone sobre aviso que "dañarse los ojos o perderlos es una angustia que espeluzna a los niños (...) la angustia por los ojos, la angustia de quedar ciego es con harta frecuencia un sustituo de la angustia ante la castración".

Freud subraya que el Hombre de la Arena aparece todas las veces como perturbador del amor: primero para que Nathaniel, como estudiante, se malquiste con la novia; luego aniquila su segundo objeto de amor: la muñeca Olimpia; finalmente lo constriñe al suicidio cuando está por casarse con su novia Clara. Todos estos elementos "cobran pleno sentido si se reemplaza al Hombre de la Arena por el padre temido, de quien se espera la castración".

En una nota a pie de página Freud indica que el padre de Nathaniel y Coppelius figuran la imago-padre fragmentada en dos opuestos por obra de la ambivalencia. En la historia infantil, uno amenaza con dejarlo ciego (castración) y el padre bueno intercede para salvar los ojos del niño. El deseo de que muera el padre malo halla su figuración en la muerte del padre bueno imputada a Coppelius. Mas adelante, este par de padres es figurado por el el profesor Spalanzani y el óptico Coppola. Ambos son el padre, tanto de Olimpia como de Nathaniel. En efecto, en la escena terrorífica de la infancia, Coppelius, "tras renunciar a dejar ciego al niño, le descoyunta brazos y piernas a manera de experimento, o sea trabaja con él como lo haría un mecánico con una muñeca. Este extraño rasgo, que se sale por completo del marco de la representación del Hombre de la Arena, pone en juego un nuevo equivalente de la castración; pero también apunta a la íntima identidad de Coppelius con su ulterior contraparte, el mecánico Sapanzani, y nos prepara para la interpretación de Olimpia. Esta muñeca automática no puede ser otra cosa que la materialización de la actitud femenina de Nathaniel hacia su padre en la primera infancia. Sus padres - Spalanzani y Coppola - no son mas que reediciones,reencarnaciones, del par de padres de Natahaniel; la frase de Spalanzani, de otro modo incomprensible, según la cuál el óptico hurtó los ojos de Nathaniel para ponérselos a la muñeca, cobra así signifcado como prueba de la identidad entre Olimpia y Nathaniel. Olimpia es, por así decir un complejo desprendido de Nathaniel, que le sale al paso como persona; su sometimiento a este complejo halla expresión en el amor disparatado y compulsivo por Olimpia. Tenemos derecho a llamar "narcisista" a este amor, y comprendemos que su víctima se enajene del objeto real de amor".

En síntesis, para Freud, "nos atreveríamos a reconducir lo ominoso del Hombre de la Arena a la angustia del complejo infantil de castración".

A continuación, Freud aborda una segunda obra de E.T.A. Hoffman: "Los elixires del diablo", donde pueden destacarse varios motivos de efecto ominoso: "la presencia de "dobles" en todas su gradaciones y plasmaciones (...) el acrecentamiento de esta circunstancia por el salto de procesos anímicos de una de estas personas a la otra - lo que llamaríamos telepatía - de suerte que una es coposeedora del saber, el sentir y el vivenciar de la otra; la identificación con otra persona hasta el punto de equivocarse sobre el propio yo o situarl el yo ajeno en el lugar del propio - o sea, duplicación, división, permutación del yo - y, por último, el permanente retorno de lo igual, la repetición de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, hechos criminales, y hasta de los nombres a lo largo de varias generaciones sucesivas".

Otto Rank trabajó el tema del doble (ver comentario). Para él, el doble es una "enérgica desmentida del poder de la muerte". Para Freud, "el doble fue en su origen una seguridad contra el sepultamiento del yo (...) y es probable que el alma inmortal fuera el primer doble del cuerpo" (subrayado mío) (ver "El sepultamiento del Complejo de Edipo").

Las representaciones del doble "han nacido sobre el terreno del irrestricto amor por si mismo, el narcisismo primario, que gobierna la vida anímica tanto del niño como del primitivo; con la superación de esta fase cambia el signo del doble: de un seguro ede supervivencia pasa a ser el minoso anunciador de la muerte". Ahora bien, "la representación del doble no necesariamente es sepultada junto con ese narcisismo inicial; en efecto, puede cobrar un nuevo contenido a partir de los posteriores estadios de desarrollo del yo". En el interior del yo se forma una instancia particular que se opone al resto del yo, la "conciencia moral" (que luego devendrá en "ideal del yo", y mas adelante en "superyó"). Esto "posibilita llenar la antigua representación del doble con un nuevo contenido y atribuirle diversas cosas, principalmente todo aquello que aparece ante la autocrítica como pertenenciente al viejo narcisismo superado de la época primordial".

De todos modos, según Freud, todo eso no alcanza para "comprender el grado extraordinariamente alto de ominosidad" adherido a la figura del doble. En particular, "nada de ese contenido podría explicar el empeño defensivo que lo proyecta fuera del yo como algo ajeno".

Freud considera necesario apelar al "factor de la repetición de lo igual como fuente del sentimiento ominoso", a pesar de que no sea algo aceptado por todas las personas: "es solo el factor de la repetición no deliberada el que vuelve ominoso algo en sí mismo inofensivo y nos impone la idea de lo fatal, inevitable, donde de ordinario solo habríamos hablado de casualidad". Los ejemplos de circular por varias calles y llegar siempre al mismo lugar, o que cierto número empiece a repetirse en diferentes situaciones, etc.
Freud remite a "Mas allá del principio de placer" como referencia respecto al modo en que "lo ominoso del retorno de lo igual suele deducirse de la vida anímica infantil", para dejar introducida la referencia a la "compulsión de repetición" y señalar que "todas las elucidaciones anteriores nos hacen esperar que se sienta como ominoso justamente aquello capaz de recordar a esa compulsión interior de repetición".

Otro factor conocido por el psicoanálisis es la llamada "omnipotencia del pensamiento", y de conjunto, el universo de la sobreestimación narcisista de los propios procesos anímicos y de "todas las creaciones con que el narcisismo irrestricto de aquel período evolutivo se ponía en guarda frente al equívoco veto de la realidad". Es "como si todo cuanto hoy nos parece ominoso cumpliera la condición de tocar estos restos de actividad animista e incitar su exteriorización".

Como a la altura de este texto Freud aún sigue el criterio de su primera teoría de la angustia, según la cual "todo afecto de una moción de sentimientos, de cualquier clase que sea, se trasmuda en angustia por obra de la represión", por fuerza , entre los casos de lo que provoca angustia tendremos lo ominoso. Es decir, lo ominoso como "algo reprimido que retorna", lo que permite comprender los usos de la lengua que hacen pasar lo "heimliche" (familiar) a su opuesto, lo "unheimliche", "pues esto ominoso no es efectivamente algo nuevo o ajeno, sino algo familiar de antiguo a la vida anímica, sólo enajenado de ella por el proceso de la represión". "El prefijo "un" de la palabra "unheimlich" es la marca de la represión"

Así, "con el animismo, la magia y el ensalmo, la omnipotencia de los pensamientos, el nexo con la muerte, la repetición no deliberada y el complejo de castración, hemos agotado prácticamente la gama de factores que vuelven ominoso lo angustiante".

Podrían agregarse algunos ejemplos mas. El presentimiento de fuerzas secretas vuelve ominoso muchas situaciones y hasta el psicoanálisis se ha vuelto ominoso para muchas personas por poner en descubierto muchas de ellas. También se tiene un efecto ominoso "cuando se borran los límites entre fantasía y realidad". Finalmente, podría completarse esta lista de situaciones con la visión de los genitales femeninos, que para muchos hombre resultan ominosos.

III

Hemos llegado a la conclusión de que lo ominoso sería lo familiar-entrañable que ha experimentado una represión y retorna desde ella, aunque no es cierta la inversa, es decir, que no toda moción de deseo reprimida es ominosa por eso solo. De hecho, casi todos los ejemplos vistos tienen análogos que no son ominosos. Por lo tanto, Freud decide pasar nuevamente revista de las diferentes situaciones que producen ese efecto

En primer término, cabe el "distingo entre lo ominoso que uno vivencia y lo ominoso que uno meramente se representa o sobre lo cual lee". Lo ominoso del vivenciar responde a condiciones mas simples, abarca un número menor de casos, y "siempre se lo puede reconducir a lo reprimido familiar de antiguo"

En el caso de "lo ominoso de la omnipotencia de los pensamientos, del inmediato cumplimiento de los deseos, de las fuerzas que procuran daño en secreto, del retorno de los muertos", son situaciones o procesos respecto de los cuales ya no creemos en su objetividad. El sentimiento de lo ominoso surge cuando "en nuestra vida ocurre algo que parece aportar confirmación a esas antiguas y abandonadas convicciones". Correlativamente, faltará esa clase de ominosidad "en quien haya liquidado en sí mismo de una manera radical y definitiva esas convicciones animistas".
En una nota a pie de página Freud comenta: "Como también lo ominoso del doble es de este género, será interesante averiguar el efecto que nos produce toparnos con la imagen de nuestra propia persona sin haberla invocado e insospechadamente".

En el caso de "lo ominoso que parte de complejos infantiles reprimidos, del complejo de castración, de la fantasía de seno materno, etc.", a diferencia del caso anterior, "no entra en cuenta el problema de la realidad material, reemplazada aquí por la realidad psíquica. Se trata de una efectiva represión (desalojo) de un contenido y del retorno de lo reprimido, no de la cancelación de la creencia en la realidad de ese contenido.Podría decirse que en un caso es reprimido (suplantado) un cierto contenido de representación, y en el otro la creencia en su realidad (material)". En resumen, "lo ominoso del vivenciar se produce cuando uns complejos infantiles reprimidos son reanimados por una impresión, o cuando parecen ser refirmadas unas convicciones primitivas superadas".

En cambio "la oposición entre reprimido y superado no puede transferirse a lo ominoso de la creación literaria" ya que el reino de la fantasia tiene por premisa que su contenido se sustraiga del examen de realidad. El creador literario puede "escoger a su albedrío su universo figurativo de suerte que conicida con la realidad que nos es familiar o se distancie de ella de algún modo". Por eso habrá muchas situaciones y factores que en el vivenciar podrían ser ominosos y no resultan tales en la ficción, al tiempo que, a la inversa, "la ficción abre al sentimiento ominoso nuevas posibilidades que faltan en el vivenciar".

Notas

(1) Sigmund Freud, Lo ominoso, Obras Completas, Tomo XVII, Editorial Amorrortu, páginas 217 a 251

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