Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "La angustia", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Notas y comentarios
Sesión del 13 de marzo de 1963

La fase precoz del desarrollo de la sexualidad femenina

Ernest Jones

Notas y comentarios de Lectura

Realizados por Adriana Viñas

Jones escribe este artículo como resultado de una investigación que él inicia a partir de su clínica con 5 pacientes mujeres homosexuales manifiestas, en tratamiento simultáneo. En ellos surgen diferentes problemas que plantea mediante dos preguntas:

¿Cuál es el equivalente exacto en la mujer del temor de castración en el hombre?.

¿Qué es lo que diferencia el desarrollo de las mujeres homosexuales del de las mujeres heterosexuales?.

Nota que ambas preguntas están estrechamente ligadas y que la palabra "pene" indica su punto de incidencia.

Más allá de las diferencias, Jones encuentra en estos cinco casos algo en común: que "…la actitud inconsciente respecto de los dos padres era muy ambivalente. Todos presentaban signos de una fijación infantil anormalmente fuerte a la madre ligada indiscutiblemente a la etapa oral. Esta fijación apareció siempre seguida por una intensa fijación paterna, ya fuera permanente o transitoria, en lo consciente".

Respecto a la primera pregunta, la reformula en los siguientes términos: Cuando la niña siente que ya ha sufrido la castración, ¿qué fantasía de un acontecimiento futuro puede provocar un terror igual al de la castración?

Tratando de responder a la pregunta, es decir, de explicar el hecho de que las mujeres sufren de este terror por lo menos tanto como el hombre, Jones concluye que el concepto de "castración" ha obstaculizado la apreciación de los conflictos fundamentales.

Además, el papel que asumen los órganos genitales en la sexualidad masculina tiende a hacernos establecer una equivalencia entre castración y abolición de la sexualidad.

Sin embargo, "…el papel importante desempeñado por los temores de castración en los hombres tiende a veces a hacernos olvidar que en ambos casos, la castración es sólo una amenaza parcial, por muy importante que sea, con relación a la actitud y al placer sexuales en su totalidad. Para la amenaza principal, la de una extinción total, más bien deberíamos utilizar un término diferente, tal como la palabra griega aphanisis".

¿Cuál es según Jones el temor fundamental que subyace en todas las neurosis?

"La extinción total y, por supuesto, permanente de la aptitud para el placer sexual, y aun la ausencia de toda posibilidad de experimentar dicho placer". Es decir, la aphanisis.

Los argumentos de Jones son los siguientes: La mayoría de los adultos confiesan concientemente que no debe permitirse ninguna gratificación sexual a los niños; para el niño la idea de un plazo indefinido está muy cerca de la de una negación permanente; el inconsciente, que es concreto por naturaleza, no se dirige a nosotros en los términos abstractos que convendrían para una generalización; ENTONCES lo que más se acerca a la idea de aphanisis tal como se presenta en la clínica es la idea de castración y las ideas de muerte –temor consciente de la muerte y deseos de muerte inconscientes-.

Retomando la primera pregunta, es decir: ¿Cuál era el equivalente exacto en la mujer del temor de castración en el hombre?, Jones responde: "El temor del hombre de ser castrado puede tener o no un equivalente preciso en la mujer, pero, lo que es mucho más importante es comprender que este temor es sólo un caso particular y que, en última instancia, los dos sexos temen exactamente lo mismo, la aphanisis".

Pero el mecanismo en cuestión en esta aphanisis presenta diferencias importantes entre los sexos.

El varón piensa, más o menos: "deseo obtener una gratificación llevando a cabo un acto particular, pero no me atrevo a hacerlo porque temo que sea seguido del castigo de la aphanisis, de la castración que significaría para mí la extinción permanente del placer sexual ".

Como la mujer es "por naturaleza más pasiva", piensa: "deseo ser gratificada por una experiencia particular pero no me atrevo a intentar cualquier medio que la haría posible como, por ejemplo, pedirla y confesar así mi deseo culpable, porque temo que si lo hago, esto sea seguido de aphanisis".

Luego dice que esta diferencia es sólo de grado, pero hay una diferencia mayor: por razones fisiológicas evidentes la mujer depende mucho más de su pareja para su gratificación que el hombre.

"Este último argumento evidencia la razón biológica que explica las diferencias psicológicas más importantes en el comportamiento y la actitud de ambos sexos; diferencia que constituye la causa directa de la dependencia (que hay que distinguir del deseo) de la mujer en cuanto a la buena voluntad y la aprobación moral de su pareja; dependencia mayor que la que encontramos habitualmente en el hombre cuya sensibilidad correspondiente recae sobre otro hombre que desempeña un papel autoritario. De aquí surgen, entre otras cosas, los reproches más corrientes y las necesidades de la mujer de ser afirmada. Entre las consecuencias sociales importantes, se pueden mencionar las siguientes: sabemos que nuestra moral ha sido esencialmente creada por los hombres, y –lo que es mucho más curioso- que los ideales morales de las mujeres son copiados en su casi totalidad de los de los hombres. Esto debe estar relacionado seguramente con el hecho, destacado por Hélène Deutsch, de que el superyó femenino, como el masculino, deriva de modo predominante de las relaciones frente al padre. Otra consecuencia, que nos remite al centro mismo de nuestro problema, es que el mecanismo de la aphanisis difiere en ambos sexos. En tanto que en el hombre es concebido típicamente bajo la forma activa de una castración, en la mujer el temor primario parece concernir a la separación. Podemos imaginar que esto se deba a que la madre rival se ha interpuesto entre la hija y el padre, o aun a que ha echado a su hija para siempre, o inclusive a que es el padre quien simplemente ha rechazado la gratificación deseada. El temor profundo de ser abandonada, experimentado por la mayoría de las mujeres, deriva de este último hecho".

A continuación Jones intenta comprender la relación entra la privación y la culpa en la génesis del superyó. Cita el artículo de Freud "El sepultamiento del C. de Edipo" y dice que allí se sugiere que la declinación en la mujer es consecuencia de una decepción continua (privación).

El superyó es heredero del C. de Edipo tanto en la mujer como en el hombre, para quien es el producto del sentimiento de culpa derivado del temor a la castración. Se sigue de esto (y su experiencia clínica lo confirma) que la simple privación llega a tener en ambos sexos la equivalencia a la castración.

"Hasta es posible, como se puede deducir de las observaciones de Freud sobre la declinación del complejo de Edipo femenino, que la privación sola puede ser una causa suficiente en la génesis del sentimiento de culpa".

A continuación Jones menciona una concepción a la que ha llegado respecto al superyó: tanto el sentimiento de culpa y con él el superyó son edificados artificialmente para proteger al niño del estrés de la privación y apartar así el temor a la aphanisis.

Luego traza las diferentes etapas del desarrollo en la niña a partir de la fase oral inicial. "Se piensa comúnmente que el pezón, o la tetina de la mamadera, son reemplazados, después de los juegos de succión del pulgar, por el clítoris, como fuente principal de placer, así como el pene en el varón".

"Freud piensa que esta solución relativamente insatisfactoria, va a conducir automáticamente al niño (la niña) a buscar un pene exterior, más satisfactorio, introduciéndola así en la situación edípica, donde el deseo de tener un hijo va a reemplazar poco a poco al de tener un pene".

Los análisis de Jones y los "análisis precoces" de Melanie Klein indican que existen además transiciones más directas entre la etapa oral y la edípica. Las tendencias derivadas de esta última se bifurcan precozmente hacia el clítoris y la "fellatio" (manipulación digital del clítoris y fantasías de fellatio) siendo su importancia relativa diferente según los casos, pero con consecuencias decisivas para el desarrollo ulterior.

El desarrollo que conduce a la heterosexualidad: Aquí, la fase sádica se instala tardíamente y por ende, ni la etapa oral ni la clitoridiana sufren una investidura sádica importante. "Así, por otra parte, el clítoris no se asociará a una actitud masculina particularmente activa (hacer sobresalir, etc.) y, por otra parte, la fantasía sádica oral de seccionar el pene masculino de un mordisco no está demasiado desarrollada. La actitud oral es, sobre todo, la de succión y pasa por una transición bien conocida a la etapa anal del desarrollo. Los dos orificios alimenticios constituyen así el órgano femenino receptivo. Al principio el ano es evidentemente identificado con la vagina, y la diferenciación de los dos es un proceso en extremo oscuro, quizás más aún que cualquier otro, a lo largo del desarrollo femenino; supongo, sin embargo, que esto se produce en parte a una edad más precoz de la que generalmente se cree. Una cantidad variable de sadismo acompaña siempre a la etapa anal y se revela en las fantasías familiares de violación anal que pueden o no transformarse en fantasía de violencia. La relación edípica está entonces en plena actividad; y las fantasías anales, como lo veremos más adelante, son ya un compromiso entre las tendencias de la libido y las tendencias autopunitorias. Esta etapa boca-ano-vagina representa pues una identificación con la madre."

"¿Qué pasa durante este tiempo con la actitud respecto del pene? Es bastante verosímil que la actitud inicial sea únicamente positiva y se manifieste por el deseo de chuparlo".

Pero pronto la envidia del pene hace su aparición y aparentemente de modo constante. El deseo de poseer un pene como el varón debe transformarse en deseo de hacer participar su pene en una actividad de tipo copulativo mediante la boca, el ano o la vagina.

Ninguna mujer escapa a la etapa precoz de la envidia del pene, pero debe distinguirse una envidia pre-edípica y otra post-edípica (la envidia del pene autoerótica). Esta última es clínicamente la más importante.

"Es justamente la privación resultante de una decepción continua dado que la niña nunca puede compartir el pene con el padre en el coito, así como tampoco puede obtener de él un bebé, lo que despierta su deseo precoz de poseer un pene propio."

Esta privación constituye primitivamente la situación insoportable, porque es equivalente al temor fundamental de la aphanisis.

Sólo existen dos posibilidades de expresión de la libido en esta situación: la niña debe elegir entre abandonar el nexo erótico con su padre o abandonar su feminidad (su identificación anal con la madre). Debe cambiar de objeto o de deseo. Debe renunciar al padre o a la vagina. En el primer caso, los deseos femeninos afloran a un nivel adulto; en el segundo, la relación de objeto con el padre se transforma en identificación, es decir, en complejo del pene.

También el varón está amenazado de aphanisis, el temor conocido de la castración, por la privación inevitable con que chocan sus deseos incestuosos. Aquí también hay que elegir entre cambio de deseo y cambio de objeto. O renuncia a su madre o renuncia a su virilidad. Tanto el varón como la niña "confrontados con la aphanisis resultante de una privación inevitable, deben renunciar o a su sexo o a su incesto…".

La situación más difícil es la situación de la unión entre el pene y la vagina. Normalmente eso se hace posible por la liquidación del Complejo de Edipo. Cuando el sujeto elige la solución de la inversión, todos sus esfuerzos tienden a evitar la unión, pues esta última está ligada al temor de la aphanisis.

"El individuo, macho o hembra, identifica su integridad sexual con la posesión del órgano del sexo opuesto y se vuelve patológicamente dependiente de él. Los varones pueden así utilizar la boca o el ano como órgano femenino necesario (con un hombre o con una mujer masculina) o adoptar por sustitución el aparato genital de esa mujer a quien se identifica; en este último caso, dependen de la mujer que posee el objeto precioso y se ponen ansiosos si ella se ausenta o si algo en su actitud hace difícil el acceso a este órgano. En las niñas, puede darse la misma alternativa volviéndose patológicamente dependientes ya sea de la posesión de un pene imaginario, ya de la libertad de acceso al del hombre con quien se han identificado".

Si la "condición de dependencia" no se realiza, el sujeto hombre o mujer se acerca al estado de aphanisis, "se siente castrado". Alternan por consiguiente, entre la potencia basada en una gratificación invertida y la aphanisis. O tienen un órgano del sexo opuesto, o carecen por completo de él; pero no aceptan el de su propio sexo.

 

La segunda pregunta que intenta responder el artículo es: ¿Qué diferencia de desarrollo se observa entre mujeres hétero y homosexuales?

Dentro de las homosexuales, también existen aquellas que renuncian a su libido de sujeto (el sexo) y las que renuncian a su libido de objeto (el padre).

Tenemos entonces dos grandes grupos:

1) Las mujeres que conservan el interés por los hombres, pero se esfuerzan por hacerse aceptar por ellos como siendo de los suyos. Se quejan de la injusticia de ser mujeres y de ser objeto de malos tratos por parte de los hombres.

Este grupo prefirió abandonar su sexo. Invierten su propio sexo pero conservan su primer objeto de amor. Sin embargo, la relación de objeto es reemplazada por la identificación, y el fin de la libido es hacer reconocer esta identificación por el primer objeto.

2) Las mujeres que tienen poco interés o ninguno por los hombres, su libido está centrada en las mujeres. El análisis muestra que este interés es un medio sustitutivo de gozar de la femineidad; utilizan simplemente a otras mujeres para exhibirlo en su lugar.

Este grupo de sujetos ha abandonado al padre (el objeto) y lo sustituyen por identificación. Se identifican también con el objeto de amor, pero este objeto pierde entonces todo interés para ellas.

(Nota al pie de página: "Para mayor simplicidad, no mencionamos en este texto una tercera forma interesante pero que merece ser señalada. Ciertas mujeres obtienen la gratificación de los deseos femeninos bajo dos condiciones: 1) que el pene sea reemplazado por un objeto sustitutivo como la lengua o el dedo; y 2) que la pareja que emplea este órgano sea una mujer en vez de un hombre. Aunque clínicamente puedan aparecer bajo la forma de una inversión completa, tales casos están evidentemente más cerca de lo normal que uno de los dos casos mencionados en el texto.")

La identificación con el padre es también común a todas las formas de homosexualidad, aún cuando sea más profunda en el primer grupo que en el segundo, en el que se conserva de una forma sustitutiva, al menos un poco de femineidad.

Es más que probable que esta identificación (con el padre) tenga por función mantener la represión de los deseos femeninos. Esto permite la defensa más completa posible contra el peligro de apahnisis proveniente de la no gratificación de los deseos incestuosos.

Según Jones, cuando Freud postuló la existencia de una etapa "fálica" en la niña daba una descripción clínica de lo que puede ser observado, "pues me parece verosímil que la fase fálica en las niñas normales sólo sea una forma atenuada de la identificación con el pene del padre que existe en las mujeres homosexuales y, en calidad de tal, de una naturaleza esencialmente secundaria y defensiva."

Dado que esta identificación debe ser considerada como un fenómeno general en las niñas, debemos buscar más allá los motivos que la intensifican de forma tan extraordinaria y característica en aquellas que serán más tarde homosexuales. Los factores determinantes parecen ser una intensidad infrecuente del erotismo oral y del sadismo. "Estos convergen para desembocar en una intensificación de la fase sádico-oral que considero como la característica central del desarrollo homosexual de la mujer. "

"El sadismo aparece, no sólo en las manifestaciones musculares ya conocidas con sus derivados caracterológicos correspondientes sino aun confiriendo una cualidad particularmente activa (protusiva) a las pulsiones clitorianas, lo que refuerza naturalmente el valor de todo pene que pueda ser adquirido en las fantasías. Sin embargo, sus manifestaciones más características se encuentran en el impulso sádico-oral de arrancar el pene del hombre de un mordisco. Cuando el temperamento sádico va acompañado de una disposición a la conversión del amor en odio, como sucede a menudo, con las ideas de injusticia, de resentimiento, y de venganza, entonces estas fantasías de mordisco gratifican a la vez el deseo de obtener el pene por la fuerza y el deseo de vengarse del hombre castrándolo."

El desarrollo intenso del erotismo oral se manifiesta de diversos modos. Existe un hecho particular que debe llamarnos la atención y es la identificación de la lengua con el pene que alcanza en algunas homosexuales un grado extraordinario. Es evidente que la fijación en el pezón aquí implícita favorece el desarrollo de la homosexualidad de dos formas: por una parte hace más difícil a la niña el pasaje de la "fellatio" al coito vaginal y, por otra, le facilita poder recurrir una vez más a una mujer como objeto de la libido.

El erotismo oral y el sadismo parecen corresponder a las dos formas de sexualidad femenina. Donde domine el erotismo oral el sujeto pertenecerá al grupo cuyo interés recae en las mujeres; y allí donde predomine el sadismo al grupo de aquellas que se interesa por los hombres.

También hay factores importantes que influyen en el desarrollo ulterior de la homosexualidad femenina.

Ya se ha visto que para protegerse de la aphanisis la niña levanta banderas contra su femineidad, en especial la de la identificación con el pene. Otras barreras son un sentimiento intenso de culpabilidad y una censura de los deseos femeninos. Para reforzar esta censura "la mujer se obliga a creer que todos los hombres en el fondo de S mismos desaprueban la femineidad. Esto coincide desgraciadamente con la realidad, pues muchos hombres denigran efectivamente la sexualidad femenina al mismo tiempo que temen al órgano femenino…" y esto es un efecto del complejo de castración del hombre.

Para finalizar el artículo, Jones plantea algunas observaciones acerca del temor y del castigo en las mujeres en general. Según su experiencia, el temor es más característico de la heterosexualidad y el castigo de la homosexualidad.

El temor parece ser de simples represalias contra los deseos de agresión y muerte respecto de la madre. La hija responderá, por una parte, conservando su femineidad al precio de la renuncia al padre; y por otra, obteniendo una gratificación imaginaria sustitutiva de sus deseos incestuosos al identificarse con la madre.

Cuando el miedo concierne al padre, el castigo toma la forma evidente de una negación de gratificación de sus deseos, de donde deriva la idea de que el padre la desaprueba. Repulsa y abandono son las expresiones conscientes y comunes de la idea de castigo.

Si esta privación se efectúa a nivel oral, la respuesta es el resentimiento y fantasías de castración (mordisco).

Si se desarrolla a nivel anal, la niña se arregla para combinar en un solo acto sus deseos eróticos y la idea de ser castigada –específicamente la violación anal-vaginal-; las fantasías de ser golpeada son evidentemente un derivado de esto.

Jones se dispone a "recapitular las principales conclusiones" a las que ha llegado:

  1. "Aunque por razones diferentes, varones y niñas tienden a enfocar la sexualidad exclusivamente en términos del pene, los psicoanalistas deberían demostrar algún escepticismo al respecto. El término "castración" debería reservarse, como Freud lo señaló, sólo al pene, y no ser confundido con "la extinción de la sexualidad" para la que proponemos el término aphanisis. La privación de los deseos sexuales provoca en el niño el temor de la aphanisis, es decir, es equivalente al temor de la frustración. La culpabilidad proviene de lo interior, en tanto defensa contra esta situación antes que como coacción externa, aunque el niño sepa explotar cualquier moralisches Entgegenkommen del mundo exterior.

  2. "La etapa oral-erótica en la niña desemboca directamente en la etapa de la "Fellatio" y en la etapa clitoriana, y es entonces cuando la primera de estas etapas da lugar a la etapa anal erótica; la boca, el ano y la vagina, forman así una serie de equivalentes del órgano femenino. La represión de los deseos incestuosos termina en una regresión hacia la envidia del pene, preedípica o autoerótica, como defensa levantada contra aquellos. La envidia del pene, tal como la vemos en nuestra práctica, deriva sobre todo de esta reacción, en el plano aloerótico, y la identificación con el padre representa esencialmente la negación de la femineidad. La "fase fálica" de Freud es, en la niña, probablemente una construcción defensiva secundaria, antes que una verdadera etapa del desarrollo."

  3. Para evitar las neurosis, tanto el varón como la niña deben liquidar de la misma forma el conflicto edípico: o abandonan su objeto de amor o abandonan su propio sexo. Si optan por la última –homosexual- se vuelven dependientes de la posición imaginaria del sexo opuesto, ya sea directamente o por identificación con otra persona de ese sexo. Esto conduce a las dos formas principales de homosexualidad.

  4. "Los factores fundamentales que operan en forma decisiva sobre el hecho de que la niña se lance a una identificación con el padre –y esto de forma tan intensa que pueda realizar una inversión clínica- son esencialmente un erotismo oral y un sadismo particularmente intensos que se combinan de manera típica en una etapa sádico-oral intensa. Si el primero de estos dos factores predomina, la inversión toma la forma de una dependencia con respecto a otra mujer y de un desinterés por los hombres; el sujeto es masculino pero goza lo mismo de la femineidad por identificación con una mujer femenina que ella gratifica gracias a un sustituto del pene, representado la mayoría de las veces por la lengua. El predominio del segundo factor lleva al sujeto a interesarse por los hombres, ya que su deseo es el de obtener de ellos el reconocimiento de sus propios atributos masculinos; es el tipo de mujeres que manifiestan tan a menudo rencor hacia los hombres, con fantasías castradoras (o de mordisco) a su respecto."

  5. "La mujer heterosexual teme más a su madre que la mujer homosexual, cuyo temor se centra en el padre. El castigo temido en este último caso es que le retiren el amor (abandono) en el plano oral, y el ser golpeada en el plano anal (agresión rectal)."

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