Psicoanálisis y Lucha de Clases

La dimensión política del trauma de la inundación

mayo 2003

Los psicólogos, como la población en general, no han sido mezquinos a la hora de la solidaridad con Santa Fe. Mas de 400 psicólogos y psicoterapeutas (de todas las orientaciones y especialidades) acudieron inmediatamente, desde varias provincias, para colaborar en los centros de evacuados. Como otras tantas ayudas, esta también se hace sin ningún aporte del estado, siendo los propios psicólogos quienes financian de sus bolsillos tanto sus horas de trabajo, estadía y materiales. Y como ocurre con tantas otras ayudas, esta también se ve desbordada por la dimensión de la catástrofe y sus efectos en la salud mental de la población.

Esta situación extrema ha puesto en evidencia el problema de los alcances de la psicología y sus límites con la política.

Lo que alcanzan a decir los inundados, entre llantos, y en medio de la angustia, es que lo "perdieron todo". Ahora bien, ese "todo" tiene dos grandes dimensiones. Por un lado, perdieron el trabajo y sacrificio de varias décadas de vida, perdieron su escaso y único sostén material, han quedado, literalmente, en la calle, sin otra cosa que lo puesto. Por el otro lado, perdieron a sus seres queridos (hijos, padres, familiares, mascotas), sus recuerdos (fotos, videos, regalos, cartas, objetos de todo tipo cargados de valor afectivo), sus insignias (adornos, escudos, trofeos, etc.), en síntesis, los objetos de su vida afectiva. Como lo señala el Clarín del 9 de mayo, "los adultos sacan dos cuentas. En una están la heladera, la cocina, los muebles, el televisor, el trabajo de dos décadas disuelto en una computadora. En la otra están los álbumes de fotografías".

Es evidente que la heladera y las fotos no son lo mismo. Sin embargo en boca de muchos inundados, parecen formar parte de un mismo "todo", al menos en el siguiente sentido: si bien se supone que la heladera puede reemplazarse y las fotos no, para muchos santafesinos, tampoco la primera es reemplazable, y no por algún valor afectivo que la implique, sino porque saben, perfectamente, que en la actual situación económica de miseria y desocupación, eso ya no está a su alcance.

En ese sentido, hay un componente en el trauma psíquico que padece gran parte de la población afectada, que resulta de las condiciones sociales, que pasa por el hecho de tener que imaginar su destino en la "realidad" que deja el agua. Y es en este punto, muy precisamente, que se juega un malentendido fundamental pues, a casi dos semanas de la tragedia, tanto el gobierno como los medios de comunicación, intentan presentar las pérdidas materiales como un hecho consumado. Sea por la vía de frases del estilo "curar ese daño llevará mas tiempo que la batalla, como en una guerra" (Clarín del 11 de mayo), sea por insistir en la idea de una escasez de recursos para afrontar el problema, en todos los casos se intenta dar por asumida las pérdidas materiales.

En ese sentido, creo que el primer problema que se plantea pasa por rechazar el carácter irreversible con el que el gobierno y los medios de comunicación intentan calificar a ese " lo perdieron todo". Solo lo habrá perdido "todo" el que considere la tragedia de la inundación como un hecho "natural" y crea que no tiene derecho a reclamarle al gobierno que el resarcimiento económico para todos los damnificados por la inundación sea prioritario al pago de la deuda externa y los subsidios a la banca usuraria y la burguesía en quiebra. Este costado del trauma es de naturaleza social y requiere explicaciones y acciones de carácter político.

Sin embargo, hay algunos profesionales que, conscientes o no de lo que hacen, han prestado argumentos "psi " que están siendo utilizados para un encubrimiento político. Por ejemplo, el Clarín del 9 de mayo 2003 le atribuye al Dr. Ruiz Díaz, director del hospital psiquiátrico de Santa Fe, lo siguiente: "el problema que va aflorando es cómo idear una respuesta social permanente, como haremos para asumir que esto nos cambió la vida" (subrayado mío), y Página/12 del 3 de mayo, le atribuye a Daniel Mosca, coordinador del servicio de Estrés Traumático del Hospital Alvear, quien viajó a Santa Fe para organizar la asistencia a víctimas y personal de salud, la siguiente caracterización del problema: "Uno se pasa toda la vida negando los riesgos que siempre corre, hasta que algo, una inundación, lo enfrenta no sólo con el horror, sino con la incertidumbre: no es posible dominar en qué momento el río se meterá en la casa o cuándo empezará a bajar", y "esa verdad vacía sería el carozo de lo traumático" (subrayado mío).

Que el carozo de lo traumático sea una verdad vacía, puede ser algo válido en el campo del psicoanálisis. Pero si ya es un abuso, para el propio psicoanálisis, pretender anticipar cual sería el núcleo del trauma de una persona (para el caso, el "azar" de la inundación), ya pasa a ser una estafa, para el campo de lo político, intentar dar por válido este carácter "azaroso" que tendrían las inundaciones. Como bien lo explica la geógrafa Claudia Natezon (titular de dos cátedras en la UBA), en un reportaje en Clarín del 11 de mayo, "una inundación suele tener causas mas políticas que naturales, porque la forma en que una sociedad advierte, enfrenta y resuelve una catástrofe no es "natural" sino que tiene que ver con cómo resuelve todos sus problemas – y uno de ellos es el ambienta – incluso en la normalidad".

El uso de referencias psicoanalíticas o psicológicas para escamotear el contexto social y las responsabilidades políticas y gubernamentales no puede considerarse aquí sino como una estafa política. Sobre todo si tenemos en cuenta que la única forma de solucionar la parte solucionable que puede tener un trauma es encontrando explicaciones, descubriendo la razones que acotan y dan cuenta de lo ocurrido, y elaborando las perspectivas que, en función de lo anterior, se abren para el futuro. Por lo tanto, excluir de dicho proceso de reflexión y acción, la dimensión política y social, y pretender que el punto de partida sea "asumir" la "realidad" que ha dejado el agua, solo puede implicar un agravamiento del problema.

Tener presente el costado político del trauma permite acotar el "todo" al que los afectados se ven confrontados y constituye un elemento indispensable para que la atención psicológica de cada caso en su singularidad sea posible y tenga algún sentido. Las dos cosas quizás no puedan ir separadas. Por eso, el problema no es sencillo. Pero la disyuntiva política es inexorable.

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