Lectura y puntuaciones de textos de Freud

Contribuciones a la psicología del amor (1)

Bajo este título fueron reunidos por Freud, y publicados en la cuarta serie (1918) de sus escritos breves (Sammlung kleiner Schriften zur Neurosenlehre, 5 volúmenes, 1906 - 1922), varios trabajos, que habían sido redactados y publicados a lo largo de varios años. Esos trabajos son:

 

Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre
(1910)

Strachey nos informa que el contenido fundamental de este trabajo fue expuesto en la Sociedad Psicoanalítica de Viena el 19 de mayo de 1909, fue redactado a comienzos del verano de 1910, y publicado ese mismo año, Jb. psychoanalyt. psychopath Forsch, 2, n° 2

Freud presenta una serie de "condiciones de amor". Para ser mas precisos, dos condiciones de elección y dos tipos de conducta.

Las dos primeras son:

Los dos tipos de conducta son los siguientes:

Resumamos el cuadro descrito: "las condiciones de que la amada no sea libre y de su liviandad, el alto valor que se le confiere a la necesidad de sentir celos, la fidelidad, conciliable empero con los sucesivos relevos dentro de una larga serie, y el propósito de rescatarla".

A diferencia de la "vida amorosa normal"; en estos casos la libido "se ha demorado tanto tiempo junto a la madre, aun después de sobrevenida la pubertad, que los objetos de amor elegidos después llevan el sello de los caracteres maternos y todos devienen unos subrogados de la madre fácilmente reconocibles".

La intelección de los rasgos inicialmente descriptos es la siguiente.

"El tercero perjudicado no es otro que el propio padre", y el rasgo sobrestimador "convierte a la amada en única e insustituible" (teniendo presente que "lo insustituible eficaz dentro de lo inconsciente a menudo se anuncia mediante el relevo sucesivo en una serie interminable, y tal, justamente, porque en cada subrogado se hecha de menos la satisfacción ansiada").

La segunda condición, "la liviandad del objeto elegido", pareciera contrariar una derivación del complejo materno. Esa tajante oposición entre la "madre" y la "mujer fácil" incita a Freud a explorar el nexo inconsciente entre los dos complejos. El articulador es el complejo de Edipo (1), por el cual el niño "no perdona a su madre, y considera una infidelidad que no le haya regalado a él, sino al padre, el comercio sexual". Así, suele tener fantasías de infidelidad de la madre, y el amante con quien esta cometería el adulterio suele tener los rasgos del yo. El onanismo practicado en la pubertad contribuye luego a fijar esas fantasías.

La tendencia a "rescatar" a la amada supone que esta "se pone en peligro por su inclinación a la indecencia y la infidelidad" (su castración o deseo).
Para Freud, esta fantasía suele asociarse también con la fantasía de saldar la deuda con los padres por la vida que les debería. En relación al padre, esto se juega como fantasía de rescatar a alguna figura similar de algún peligro (fantasías que también incluyen un componente desafiante). El rescate de la madre, por su parte, suele cobrar el significado de regalarle un hijo (obturar su falta). Este deseo de "ser su propio padre" conjuga así toda una serie de motivos: "tiernos, de agradecimiento, concupiscentes, desafiantes, de autonomía" (
2).

"Rescatar" puede significar tanto "hacer un hijo = procurarle el nacimiento" (para el hombre) como "parir un hijo" (para la mujer)

 

Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa
(1912)

Según informa Strachey, parte del contenido de la primera sección de este trabajo se incluyó, resumidamente, en la edición de 1915 de "Tres ensayos de teoría sexual". En tanto que, elementos de la segunda sección, relativos a la impotencia psíquica, ya fueron abordados en las "Cinco conferencias sobre psicoanálisis" (1910) y en "La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna" (1908)

1.

El tema de este trabajo es la impotencia psíquica (3), como resultado "del influjo inhibitorio de ciertos complejos psíquicos", entre los cuales se destaca "la fijación incestuosa no superada a la madre y hermanas". En particular, el problema que se plantearía es la no confluencia de "dos corrientes cuya reunión es lo único que asegura una conducta amorosa plenamente normal; dos corrientes que podemos distinguir entre ellas como la tierna y la sensual".

De estas dos corrientes, la tierna es la más antigua, y "se ha formado sobre la base de los intereses de la pulsión de autoconservación". Luego ha recibido aportes de las pulsiones sexuales, correspondientes a la "elección infantil primara de objeto" (elección de objeto según el tipo de apuntalamiento): la "ternura" de los padres rara vez desmiente su carácter erótico ("el niño es un juguete erótico"). Estas fijaciones tiernas continúan luego, "tomando consigo cada vez más de un erotismo que, por esa vía es desviado de sus metas sexuales".

"En la pubertad se añade la poderosa corriente sexual, que ya no ignora sus metas", que nunca deja de transitar aquellos tempranos caminos "y de investir, ahora con montos libidinales más intensos, los objetos de la elección infantil primaria". Allí tropieza con la barrera del incesto, por lo que debe buscar el paso desde esos objetos inapropiados hacia "otros objetos, ajenos, con los pueda cumplirse una real vida sexual".

Dos factores contribuyen al fracaso de este "progreso". Por un lado "la medida de frustración [denegación] real que contraríe la nueva elección de objeto", y por otro lado, "la medida de la atracción que sean capaces de exteriorizar los objetos infantiles que han de abandonarse". Si esos factores son lo bastante fuertes, "entra en acción el mecanismo universal de la formación de neurosis", y la libido se extraña de la realidad y retorna, vía la fantasía, a las fijaciones infantiles. "De esta manera, puede ocurrir que toda la sensualidad de un joven esté ligada en lo inconsciente a objetos incestuosos o, como también podemos decir, fijada a fantasías inconscientes incestuosas. El resultado es entonces una impotencia absoluta".
"Para que se produzca la impotencia psíquica propiamente dicha se requieren condiciones más benignas. La corriente sensual no puede haber sufrido en todo su monto el destino de tener que desaparecer, oculta tras la corriente tierna". Se ha producido una limitación en la elección de objeto y la corriente sensual busca objetos que no recuerden a las personas incestuosas prohibidas. "La vida amorosa de estos seres permanece escindida en las dos orientaciones que el arte ha personificado como amor celestial y terreno (o animal)". Buscan objetos a los que no necesitan amar, y si un rasgo, a menudo nimio, del objeto elegido para evitar el incesto, recuerda al objeto que debería evitarse, sobreviene "esa extraña denegación que es la impotencia psíquica". El recurso entonces es "la degradación psíquica del objeto sexual, al par que la sobrestimación que normalmente recae sobre el objeto sexual es reservada para un objeto incestuoso y sus subrogaciones. Tan pronto se cumple la condición de la degradación, la sensualidad puede exteriorizarse con libertad, desarrollar operaciones sexuales sustantivas y elevado placer". La degradación pasa a ser una vía para obtener objetos para la sensualidad.

2.

En este segundo punto, Freud va a extender el concepto de la impotencia psíquica más allá del fracaso de la acción del coito, incluyendo, primeramente, a los hombres anestésicos y las mujeres frígidas, para concluir en que "si no consideramos una ampliación del concepto de la impotencia psíquica, sino las gradaciones de su sintomatología, no podemos desconocer la intelección de que la conducta amorosa del hombre en el mundo de la cultura de nuestros días presenta universalmente el tipo de la impotencia psíquica"

"Suena poco alentador y, por añadidura paradójico, pero es preciso decir que quien haya de ser realmente libre, y, de ese modo, también feliz en su vida amorosa, tiene que haber superado el respeto a la mujer y admitido la representación del incesto con su madre o hermana".

En la mujer, en cambio, "se nota apenas una necesidad de degradar el objeto sexual", ya que, correlativamente, "no se produce en ella nada semejante a la sobrestimación sexual característica del varón". Pero "la prolongada coartación de lo sexual y la reclusión de la sensualidad a la fantasía tienen para ella otra consecuencia de peso": no puede "desatar más el enlace del quehacer sensual con la prohibición, y así se muestra psíquicamente impotente, es decir, frígida, cuando al fin se le permite ese quehacer". "A ello se debe, en muchas mujeres, su afán de mantener por un tiempo en secreto aun relaciones permitidas y, en otras, su capacidad para sentir normalmente tan pronto se restablece la condición de lo prohibido en un amorío secreto; infieles al marido, están en condiciones de guardar al amante una fidelidad de segundo orden".

Para Freud, "lo prohibido es equiparable, en la vida amorosa femenina, a la necesidad de degradación del objeto sexual en el varón". Ambas serían consecuencias "del prolongado diferimiento entre madurez genésica y quehacer sexual que la educación exige por razones culturales" (es decir, resultados de un conflicto entre pulsión y cultura).
La razón de que idénticas causas tengan efectos tan diferente en las conductas de uno y otro sexo radicaría en que la mujer "no suele transgredir la prohibición del quehacer sexual durante ese lapso de espera y así adquiere el íntimo enlace entre prohibición y sexualidad", en tanto que "el varón la infringe en la mayoría de los casos bajo la condición de la degradación del objeto, y por eso retorna a esta última en su posterior vida amorosa".

Claro que Freud, rápidamente se previene de las ideas, casi inmediatas, que estas consideraciones implican para la educación sexual, en cuanto a liberalización, señalando que "no puede predecir si instituciones diversas no traerán por consecuencia otros sacrificios, acaso más graves" (¿será el caso de nuestros tiempos modernos?)

3.

Para Freud, si bien "el perjuicio que se infiere frustrando al principio el goce sexual se exterioriza en que su ulterior permiso dentro del matrimonio ya no produce una satisfacción plena", "hace falta un obstáculo para pulsionar a la libido hacia lo alto, y donde las resistencias naturales a la satisfacción no bastaron, los hombres de todos los tiempos interpusieron unas resistencias convencionales al goce del amor". En efecto, "es en general cierto que la significatividad psíquica de una pulsión aumenta cuando es frustrada".

"Creo que, por extraño que suene, habría que ocuparse de la posibilidad de que haya algo en la naturaleza de la pulsión sexual misma desfavorable al logro de la satisfacción plena".
La primera dificultad surge de la elección de objeto en dos tiempos separados por la interposición de la barrera del incesto, motivo por el cual "el objeto definitivo de la pulsión sexual ya no es nunca el originario, sino sólo un subrogado de este", lo que explicaría "la falta de permanencia en la elección de objeto".
La segunda fuente de problemas surge del carácter parcial de los componentes de la pulsión sexual y el conflicto que los mismos suponen con la cultura: "acaso habría que admitir la idea de que en modo alguno es posible avenir las exigencias de la sexualidad con los requerimientos de la cultura", y "la insatisfacción cultural sería la necesaria consecuencia de ciertas particularidades que la pulsión sexual ha cobrado bajo la presión de la cultura".

 

El tabú de la virginidad
(1918)

Este trabajo fue escrito en septiembre de 1917, y a pesar de la distancia en el tiempo con los otros dos, Freud los reunió y publico en 1918 bajo el mismo título de "Psicología del amor".

Freud comienza a partir de la exigencia cultural de virginidad de la mujer para llegar al matrimonio, buscando el "estado de servidumbre" que garantice su ulterior posesión sin sobresaltos. Esa medida de servidumbre sexual sería indispensable "para mantener el matrimonio cultural y poner diques a las tendencias polígamas que lo amenazan".

Por eso a Freud le llaman la atención los rituales de ciertos pueblos en los que se evita que la desfloración quede a cargo del futuro marido, y sea realizada por otro personaje, y analiza las diferentes explicaciones de este "tabú de la virginidad".
La primer explicación señala el derramamiento de sangre que supone la desfloración y asocia el tabú de la virginidad con el tabú de la sangre y el tabú de la menstruación.
La segunda explicación remite a los aprontes angustiados que pueden asociarse a toda nueva empresa, cuestión que puede recubrir la situación de primer comercio sexual en el matrimonio, y que podría dar cuenta de las medidas precautorias al respecto.
Una tercera explicación asocia el tabú de la virginidad a los tabúes generales respecto al sexo y los tan variados como extendidos preceptos de evitación en los que "se exterioriza un horror básico a la mujer", y que conforman a la mujer "en un todo tabú". El varón parece temer ser debilitado por la mujer, "contagiarse de su feminidad". Estos tabúes "atestiguan la existencia de un poder contrario al amor, que desautoriza a la mujer como ajena y hostil", pero no arrojan ninguna luz sobre "los preceptos particulares que rigen el primer acto sexual con una virgen". En ese punto seguimos reducidos a las dos primeras explicaciones (horror a la sangre y a las primicias).

La base del tabú de la virginidad tiene el propósito de denegar o ahorrar al futuro esposo algo que es inseparable del primer acto sexual (aún teniendo en cuenta lo dicho sobre que "de ese mismo vínculo no podría menos que derivarse una particular ligazón de la mujer con ese hombre en especial"). En la mujer se discierne una fuente de peligros, "y el primer acto sexual con ella se singulariza por un peligro particularmente intenso", que el tabú de la virginidad pretende evitar.

En este punto, Freud asocia este temor del hombre a la hostilidad que en la mujer podría resultar del primer coito, y que el análisis permite asociar, también, a los problemas de frigidez.
Se encontrará una primera raíz posible para esa hostilidad en el dolor que puede sufrir la virgen en el primer coito. Pero los ceremoniales en dos tiempos, en los que el desgarramiento del himen y el coito oficial están separados, dan cuenta que sigue siendo el coito el punto importante.
Una segunda fuente podría radicar en "el hecho de que - al menos para la mujer culta - expectativa y cumplimiento no pueden coincidir en él", por la fuerte asociación del comercio sexual con la prohibición, que lleva, en algunos casos, a que "la esposa solo reencuentre su sensibilidad tierna en una relación ilícita que deba mantenerse secreta, la única en la que está segura de seguir su propia voluntad libre de influencias".
Mucho más sustantivo le parece a Freud un tercer factor "que tiene su base en la historia de desarrollo de la libido". En efecto, el marido nunca es más que un varón sustitutivo: "Es otro - el padre, en el caso típico - quien posee el primer título a la capacidad de amor de la esposa; al marido le corresponde a lo sumo el segundo". Así, "la frigidez se encuentra entre las condiciones genéticas de la neurosis".

Finalmente, "otro motivo cala hasta estratos todavía más profundos", demuestra ser el principal responsable de la reacción paradójica frente al marido y "exterioriza su influjo también en la frigidez de la mujer". Aquí Freud acude a los análisis de sus neuróticas, que le han enseñado que "atraviesan un estadio temprano en que envidian a su hermano el signo de la virilidad y se sienten perjudicadas y relegadas a raíz de su falta". Subordina así el "complejo de castración" a esta "envidia del pene", ya que "desde el punto de vista de la historia del desarrollo, esta fase masculina de la mujer, fase en la cual envidia al varón su pene, es más temprana y está más cerca del narcisismo originario que del amor de objeto".
Freud remite a una especulación paleobiológica realizada por Ferenczi según la cual en el principio la copupación se producía entre dos individuos de igual género, pero que uno de ellos desarrolló un vigor mayor y compelió al más débil a tolerar la unión sexual. El encono provocado por ese sometimiento se continuaría en la disposición de la mujer actual, y esta "sexualidad inacabada" de la mujer se descargaría en el hombre que le hace conocer por primera vez el acto sexual. Según Freud, "el análisis de las querellas matrimoniales enseña que tampoco en la vida anímica de la mujer de cultura se han extinguido del todo los motivos que la constreñirían a tomar venganza por su desfloración. Creo que no puede menos que llamar la atención del observador el número insólitamente grande de casos en que la mujer permanece frígida y se siente desdichada en un primer matrimonio, en tanto que tras su disolución se convierte en una mujer tierna, que hace la felicidad de su segundo marido. La reacción arcaica se ha agotado, por así decir, en el primer objeto".

Freud completa su trabajo con algunas referencias artísticas que abonan el tabú de la virginidad, para concluir en que "la desfloración no tiene sólo la consecuencia cultural de atar duraderamente la mujer al hombre; desencadena también una reacción anárquica de hostilidad al varón, que puede cobrar formas patológicas, exteriorizarse con mucha frecuencia en fenómenos inhibitorios de la vida amorosa matrimonial, y a la que es lícito atribuirle el hecho de que unas segundas nupcias sean a menudo más felices que las primeras". En muchos casos, incluso, la fidelidad al primer marido no es por ternura sino porque "no han consumado su venganza en él".

 

Notas

(1) Bajo este título fueron reunidos por Freud, y publicados en la cuarta serie (1918) de sus escritos breves (Sammlung kleiner Schriften zur Neurosenlehre, 5 volúmenes, 1906 - 1922) varios trabajos, que habían sido redactados y publicados a lo largo de varios años

(2) El nacimiento, además, es el primero de todos los peligros mortales" y "el arquetipo de todos los posteriores", "y es probable que el vivenciar el nacimiento nos haya dejado como secuela la expresión de afecto que llamamos angustia"

(3) Según Freud, esta sería, junto a la angustia, una de las afecciones que motivarían más consultas de análisis.

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