Psicoanálisis e Instituciones |
El fracaso de las instituciones "psicoanalíticas"
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"Nous entendons montrer en quoi l' impuissance a soutenir authentiquement une praxis se rabat,
comme il est en l' histoire des hommes commun, sur l' exercice d' un pouvoir"
J. Lacan
Sumario
Primera Parte
Segunda Parte
La "red de Foros" a la que estaba dirigida esta carta surgió a partir de la convocatoria abierta que hicieron quienes abandonaron la Asociación Mundial de Psicoanálisis luego del Congreso de julio de 1998 en Barcelona (España). De esta "red de Foros" derivó luego la "Internacional de los Foros del Campo Lacaniano" y la posterior "Escuela de Psicoanálisis del Campo Lacaniano". Los foros de Buenos Aires (Argentina) y Sao Paulo (Brasil) fueron los únicos donde los ex-miembros de la AMP eran franca minoría, y donde la convocatoria anteriormente mencionada dió lugar a un reagrupamiento de psicoanalistas mucho mas amplio que la sola escisión de la AMP (1).
Esta carta fue escrita entre noviembre y diciembre de 1998, de prisa, en vísperas de la primer visita de Colette Soler (y la plana mayor de la "red de Foros"), al recientemente creado Foro de Buenos Aires, para dar cuenta de las razones de mi participación en el mismo. Supongo que el contenido de la carta da cuenta también (por anticipado) de las razones por las que poco después "me renunciaron" (ver otros textos de mi participación en ese Foro).
Pero, por sobre todo, esta carta fue la ocasión, para mi, de hacer un balance, no solo de mis experiencias institucionales, sino de mi relación con el psicoanálisis y con los psicoanalistas. En ese sentido, mas allá de cuantos la hayan leído, o de si le habrá servido a alguien, lo que sí sé es cuanto me ha servido a mi mismo el escribirla. Y por eso la mantengo pública.
A pesar de que hoy tendría que reconocer que en mas de un punto esta carta patea puertas que ya habían sido abiertas por otros (por ejemplo: el tema de la responsabilidad de Lacan respecto de Miller, la ECF, la AMP, la transcripción de los seminarios, etc.; ya que entonces no conocía los textos de Jean Allouch y la ELP) creo que de todos modos esas puertas las pateo desde mi particularidad, (es decir, como tiene que volver a hacerlo cada cual, supongo) y con diferencias que considero pertinentes.
Y en muchos otros puntos la carta plantea cuestiones a las que la comunidad de los psicoanalistas insiste en no prestar atención y con las que, por ello mismo, sigue enredándose, y cada vez del peor modo .
Primera Parte
25/11/98
Miller, la AMP y Lacan
Quisiera comenzar por el repaso de algunas referencias.
Hay un punto que señala C. Soler en su intervención en el forum del 1° de octubre del 98 que creo que sería importante atender: "el problema que nuestra Escuela debe resolver es un problema que todas las instituciones analíticas tienen que resolver. Este problema sostiene, para decirlo del modo mas simple, en la tensión entre el discurso del amo y el discurso analítico. No hay agrupamiento humano que no esté estructurado por el discurso del amo".
Voy a retomar en detalle estas consideraciones, pero primero quisiera contextualizarlas recordando que a esta instancia se llega luego de una secuencia que podría radiografiar con otras dos referencias.
Poco tiempo antes, en la carta del 20 de junio del 98 (esa misma que marca el punto de ruptura, al menos si tenemos en vista la respuesta que generó en Miller: "no hay mas espacio transicional, la dialéctica ha entrado en su momento maniqueo: si o no"), C. Soler insistía en subrayar respecto de ese mismo Miller que "la AMP no hubiese podido construirse sin Usted y que ella tiene aún necesidad de Usted y que ese aún es sin duda para siempre. Ahí, yo podría decirle como Diderot:' Haga que ese para siempre dure mucho tiempo'."
Entre esa carta y el forum, en su "autopsia de un relato", la apreciación de Miller adquiere otros tonos: "viperino, insostenible y además ... anticuado", lo cita con "asco", considera que dice sandeces y que utiliza "el vocabulario de la peor política", etc.
En la intervención en el forum de octubre C. Soler intenta avanzar en la tarea de dar una explicación a la pregunta que aqueja a aquellos que prefirieron permanecer hasta tan tarde en la AMP, aquellos que como ella se preguntan: "¿Pero como ha podido producirse esto, este desastre?" (subrayado mío).
La novedad en esta intervención, podríamos decir, consiste en pasar a historizar las mismas contradicciones ya desarrolladas en aquella carta del 20 de junio del 98 entre el Uno y lo múltiple, ordenándolas a partir de las relaciones entre la ECF y el Campo Freudiano, y ubicando el punto de viraje 3 años atrás, luego de la creación de las nuevas escuelas, creación "instigada" por el Campo Freudiano (el cual respondía en principio a una lógica diferente de la ECF), lo que habría producido "el salto cualitativo" por el cual, "con la AMP se pasa a una estructura totalmente diferente, una estructura de inclusión".
La historización no deja de ser un paso importante.
En efecto, aún son muchos los que insisten en pensar que todo comienza recién ahora, lo cual les permite evitar asumir las responsabilidades que a cada uno le incumbe en lo que ha pasado.
Miller, lo mismo que cualquier otro, solo podría ocupar el lugar que otros han aceptado otorgarle. Mas aún, no solo ha sido necesario que muchos aceptaran darle ese lugar, le brindaran su asentimiento, también ha sido necesario que muchos fueran activos en la construcción de ese lugar. Y muchos de los que hoy critican ciertas actitudes y manejos no se han privado de ejercerlos ellos mismos respecto de quienes denunciaron lo mismo que ellos ahora en varios momentos muy anteriores a la presente crisis.
Con esto no se trata de reclamar un "mea culpa" por el "mea culpa" en sí, o reclamar las disculpas que mas de uno, aunque mas no fuese por cortesía, adeuda por sus actitudes (así sea por omisión) respecto de previas "disidencias" que ha habido en el ámbito del Campo Freudiano.
Lo importante de esto es que no es posible sacar enseñanza alguna de lo ha ocurrido si no es como enseñanza sobre los propios errores. No hay enseñanza posible si reducimos el problema según el tradicional clivaje que imputa lo "malo" al otro.
Veamos los alcances y límites asociados a la historización.
Recuerdo que cuando yo mismo rompí con el Campo Freudiano, justo antes de la creación de la EOL (es decir, a fines del 91), y justamente con motivo de la creación de la EOL (esa misma escuela en cuyo nombre se inscribió esa palabra "orientación" que tantas discusiones recién ahora genera), varios colegas que se sumaban alegremente a esta nueva "empresa", me respondían/preguntaban: "¿cómo y desde cuando Miller ha cambiado de la función de guía a la función de obstáculo?" (pregunta que supongo que le habrá hecho mas de uno de los que han permanecido en la AMP a los actuales disidentes). En cierto sentido tenían razón de hacerme esa pregunta dado que hasta ese momento yo me había reconocido parte del Campo Freudiano y era co-fundador del "Ateneo Freudiano de La Plata", una de las dos instituciones que se reclamaban del Campo Freudiano, en esa época, en la ciudad de La Plata, dónde yo residía para ese entonces.
Cuando uno se separa de una institución (a diferencia de cuando uno critica una institución a la que nunca perteneció), no solo tiene que explicar porque se va, también tiene que explicar porqué ha estado ahí y qué ha estado haciendo ahí. Y por lo tanto se plantea la pregunta de precisar el punto de viraje o inflexión a partir del cual las razones de la decisión de no estar priman sobre las razones de la decisión de estar (teniendo presente que el momento de concluir no coincide con el tiempo de comprender). Lo cual implicará que muchos de sus actos no solo quedarán definidos por las intenciones y razones de la entrada (que se supone que son las "buenas"), sino también por aquello mismo que funda las razones de la salida. Es decir que la crítica a la institución, implicada lógicamente en las razones de la salida, difícilmente no alcance al menos a parte de los propios actos.
Volviendo al momento de mi ruptura con el CF y la AMP, y a la pregunta por ese "¿desde cuando?", en un primer momento solo podía responder que no lo sabía, pero que se me hacía claro, en ese momento, el manejo de amo de Miller y la situación de vergonzante obsecuencia y sumisión en que se ubicaban todos aquellos (incluidos la inmensa mayoría de los "popes" del psicoanálisis lacaniano argentino enrolado en el CF) que optaban por seguirlo, y que una situación así no podía ser la vía del psicoanálisis.
Me tomó un año de trabajo, en un seminario que yo dictaba en La Plata y que me sirvió de espacio de reflexión, poder precisar una primera respuesta a esa pregunta.
Yo también me orienté inicialmente hacia el problema de las relaciones entre el Uno y lo múltiple (siguiendo los consejos de Lacan, me interné en el Parménides de Platón) tomando en cuenta las definiciones que daba Miller en ese entonces sobre el "deseo del analista" y su "evaluación" en el dispositivo del pase, y creí poder ubicar como punto de viraje el seminario "Ce qui fait insigne" (las clases principales de mi seminario sobre el Parménides y los artículos subsiguientes han sido publicados en la revista Acheronta).
Institucionalmente, todo esto no dio para gran cosa. Quienes rompimos en ese entonces con Miller, sin haber formado parte ni adherir posteriormente al movimiento lacanoamericano (hoy Convergencia), al menos en la Argentina, quedamos muy aislados. Nos quedaba la opción de acercarnos a la SABA residual de D. Rabinovich. Alguna ilusión tuve al respecto durante el breve tiempo en que fue presidida por Mario Fichman. Pero la temprana muerte de este excelente psicoanalista hizo inevitable la "débacle" que se venía gestando en su seno desde la fundación de la EOL. Así que debo confesar que el retomar este tipo de discusiones, después de tantos años, no deja de producirme la sensación de provenir de una larga travesía del desierto. Espero que todo esto no sea solo un espejismo.
Con esto lo que quiero subrayar es que el tono crítico de esta carta solo hace al rigor con el que creo que hay que abordar el debate sobre la crisis de la AMP pues el mismo tiene relevancia para todos los psicoanalistas, cualquiera sea su actual situación institucional.
En otras palabras, no escribo desde "afuera", me incluyo en el debate, si es que me lo permiten.
Volviendo entonces al punto de la historización, todos sabemos que es el primer recurso con el cual muchas veces intentamos salir de la situación de estupor en que nos coloca la caída de un velo, por no decir nuestra propia caída, como objeto, de cierta escena. Mas aún, este recurso se vuelve tanto mas necesario cuanto mas implicado se ha estado en el proceso respecto del cual algo se ha quebrado.
En ese sentido, hay un punto que se repite bastante a menudo en las cartas y documentos que circulan por la red de foros, y que testimonia, creo, de la situación o grado de implicación de cada cual respecto de la crisis que se ha desarrollado en torno a Miller y la AMP. El mismo se expresa en términos de las "deudas" o "reconocimientos " que cada cual se ve obligado a tributarle a Miller.
En efecto, ejemplos como el del fragmento que seleccioné de la carta de C. Soler del 20 de junio los encontraremos en numerosas otras cartas y documentos de otros tantos psicoanalistas que participan de esta red de foros (en particular retomaré en detalle, mas adelante, el "reconocimiento" que le otorga S. André a Miller en cuanto a elevar la noción de escuela al nivel del concepto).
Estos "reconocimientos" y tributos se acomodan bien con el nivel de reflexión propio de la historización pues si lo que hay que empezar a hacer es a repartir de un lado y del otro lo "bueno" y lo "malo" (como de hecho lo exige cualquier situación de ruptura en la que se mantengan "reconocimientos" o "deudas"), entonces una opción inmediata es transformar esto en un antes y después.
El resultado de esto es mantener o rescatar a un Miller "bueno", en contraposición con el Miller "malo" de ahora. O mas generalmente, rescatar o bien una parte de la historia de la ECF, o del CF, o de la AMP, o de la institución que sea, respecto de la otra parte de la historia de la misma, sobre la que se imponen las críticas. Supongo que no será necesario dar demasiadas explicaciones para percibir que este tipo de mecanismos solo apuntan a rescatarnos a nosotros mismos aunque sea en parte, acotar de alguna manera nuestra propia implicación y nuestras propias responsabilidades.
Supongo que coincidirán conmigo si planteo que este proceso o secuencia en el abordaje del balance de la crisis y la experiencia de la AMP en poco se distingue de lo que sería el comienzo de un análisis.
Coincidiremos supongo en que la historia, la novela familiar y el Edipo son pasos ineludibles en todo análisis, pero también sabemos que un análisis no se resuelve sino al nivel de la estructura.
Por lo tanto, invirtiendo el juego de esta analogía, se desprende que, respecto de esta crisis institucional, lo que debemos alcanzar es el nivel de un análisis estructural de las lógicas y legalidades que han estado en juego en la misma, mas allá de los clivajes entre los antes y después, es decir, lo "bueno" y lo "malo".
Es en sentido que subrayo que toda idea de "deuda" para con Miller (lo mismo que todo tipo de reacción contraria: odio, ridiculización, etc.) es un obstáculo en la clarificación de las ideas pues nos mantiene, respecto del problema, al nivel de una relación al padre.
"Deuda", si podemos llamarlo así, es lo que podemos tener respecto de aquellos que han inventado algo. A Freud le "debemos" la invención del psicoanálisis. A Lacan le "debemos" la invención del objeto a (según él mismo lo reconociera).
Si algo le "debemos" a Miller, es tan solo la AMP. Es cierto que no es poco, pero como veremos, amén de ser ella uno de los principales obstáculos para el psicoanálisis, jamás podría alcanzar el estatuto de "invención": montar una "empresa", por exitosa que la misma sea, nunca fue algo considerado como registrable en el rubro de la invención.
Personalmente, en tanto no pude desatarme del "reconocimiento" que pensaba debía otorgar por lo "útil" que me habrían resultado los seminarios de Miller, no pude salir de la dicotomía de lo "bueno" y lo "malo" (el "bueno" de Miller que me había "servido" para leer a Lacan, y el "malo" de Miller que manipulaba a la EOL en función de sus intereses comerciales) y de las impasses para poder ordenar esta dicotomía en el tiempo como un antes y un después.
A pesar de lo obvio que ahora me resulta, no me fue fácil percibir que la idea de que sin Miller no podríamos haber leído a Lacan es una idea propiamente infantil. Y que pedirle que siga siendo tan "bueno" como cuando supuestamente nos "enseñaba" a "leer a Lacan" es mantenerse en esa actitud infantil. Estas son las conclusiones que pude extraer recién en una segunda instancia, a posteriori de mis reflexiones sobre las relaciones entre lo Uno y lo múltiple, que tan inútiles fueron al nivel de lo institucional, pero que, en cambio, tan fundamentales me resultaron para repensar, en ese segundo tiempo, mi propia relación con los textos de Lacan y, coincidentemente, mi experiencia clínica. Esto, en el siguiente sentido.
Ahora creo que esa "dependencia" (al menos la que yo tuve durante varios años) respecto de Miller para leer a Lacan da cuenta de una relación desviada con el propio texto de Lacan. En efecto, asignarle ese tipo de reconocimiento o función de guía a Miller implica asignarle al texto de Lacan el estatuto de palabra revelada (para el caso, revelada por Miller).
Recuerdo casi de memoria un fragmento de "La cosa freudiana" donde Lacan pondera la "disciplina del comentario", "no solo para volver a situar una palabra en el contexto de su tiempo, sino para medir si la respuesta que aporta a las preguntas que plantea ha sido o no rebasada por la respuesta que se encuentra en ella a las preguntas de lo actual".
Creo que una de las principales dificultades que siempre ha habido con los textos de Lacan radica en la pobreza de las "preguntas de lo actual" con las que durante mucho tiempo nos hemos dirigido a los mismos.
Lo que personalmente pude verificar es que si la suposición de saber que le asignamos a Freud y Lacan no se articula fuertemente con las preguntas que se nos planteen respecto de la posición que como analistas nos exige la dirección de las curas que están a nuestro cargo, entonces esa suposición de saber no encuentra límites y se vuelve extensiva a todas nuestras fantasías, es decir, en nada difiere de la suposición de saber implicada en toda estructura neurótica. Creo que esto es importante porque me parece que un balance profundo de lo ocurrido con la AMP es imposible sin cierta desacralización de Lacan (toda suposición de saber sin límites implica una cierta sacralización), desacralización necesaria para poder sacar algunas conclusiones, al menos las que pienso proponerles.
En síntesis, para lo que mas me sirvió la lectura del Parménides y el estudio de la nociones de "deseo del analista" y del "no todo", no fue tanto para dar de "baja" (o de "alta") a Miller como para percibir cuan pocas preguntas clínicas le había dirigido yo mismo, hasta entonces, a los textos de Lacan.
Las consecuencias fueron dos. Por un lado, acotar y replantear la naturaleza de la suposición de saber que le asignada a Lacan (y a Freud), y por lo tanto enriquecer mucho mas mi clínica con sus lecturas. Y por el otro, reconocer que para lo que mas me había servido Miller, había sido para cierto lucimiento personal en la Universidad.
Obviamente, no voy a suponer que mi caso sea el de todos. Cada cual tiene su propio recorrido. Pero creo que es un hecho reconocible por todos la proliferación sistemática, y desde hace muchísimos años, de textos y artículos que no son mas que repeticiones y refritos de lo que Miller decía o dice respecto del texto de Lacan (en su momento también aporté mi cuota de imbecilidad a esta ensalada inservible), testimoniando con ello de una falta de acercamiento directo al texto de Lacan, de una falta de preguntas clínicas propias.
Creo que, para la gran mayoría de los casos, la "ayuda" de Miller no fue mas que el complemento de una actitud "pasiva" (por decirlo de alguna manera). Y como dice el dicho, "en el país de los ciegos, el tuerto es rey", o si lo prefieren, este otro: "a río revuelto, ganancia de pescadores".
En síntesis, la única respuesta que actualmente puedo dar a las preguntas del tipo "desde cuando", en cierto sentido, sería esta: "desde siempre".
¿Que significa este "desde siempre"?
Esto también nos podría llevar a derivas temporales de todo tipo. Por ejemplo, S. André remonta las comparaciones que hace Miller (Dépêche électronique n° 9) de la IPA y la ECF como iglesia y ejército, respectivamente, a la "Adresse au Congres de l' EFP" de Roma, en ... 1975 !!, es decir, aún en vida de Lacan.
Creo que podría acordar con S. André, pero si lo miramos desde este otro punto de vista.
Creo que debemos ubicar este "desde siempre" en algún punto que, aunque forzosamente indicará un fecha, no responda tanto a la cronología como a la estructura.
Me parece que debemos ubicar ese punto en la disolución de la EFP, la creación de la "Causa Freudiana" y la entrega por parte de Lacan de la propiedad de su obra a Miller.
¿En que sentido y porque?
Lacan solía decir que la IPA es lo que Freud había querido, sin por eso quitarle el menor valor a los textos de Freud, y aún subrayando la contradicción entre dichos textos y lo que la IPA hizo del psicoanálisis. Ni que hablar de tantas otras "barbaridades" que hizo Freud, como por ejemplo analizar a su propia hija, o tantas otras que los historiadores nos enrostran, como si eso le quitara valor a sus textos. Justamente, la medida en que todos esos "errores" (o como cada cual quiera llamarlos) son sin importancia para el valor del texto de Freud radica en la medida en que "la respuesta que aporta [dicho texto] a las preguntas que plantea ha sido o no rebasada por la respuesta que se encuentra en ella a las preguntas de lo actual".
Pues bien, yo he llegado a la conclusión (que cada vez me parece mas obvia) de que Miller, su manejo de la obra de Lacan y su AMP, es lo que quiso el propio Lacan.
No seré el primero en señalar la cuestión de la preferencia de Lacan por su hija Judith (como conocemos la de Freud por su hija Ana). Y es un hecho que Lacan (mas allá de los justificativos que cada cual le quiera asignar a la vejez, o a lo que sea), sobre el final de su vida, hizo algo en todo semejante a lo que hizo Freud al delegar su herencia en su hija Ana y la IPA, cuando, con pleno conocimiento de lo que es el nivel del derecho, delegó la propiedad privada de su obra en Miller, y con pleno conocimiento de lo que es el "amor", fundó la "Causa Freudiana" para (mas que "con", puesto que se estaba muriendo) los que "lo amaban".
Si hay actos que tienen consecuencia, ya no me caben dudas de que este es uno de ellos.
Mas allá de las virtudes de Miller para aprovechar de nuestras cegueras (es decir que el punto no es tanto la aprovechada de Miller como nuestras propias cegueras), su punto de Arquímedes, ese punto que ahora se presenta como el "con él o contra él" de la última asamblea de al AMP, ese punto está constituido, básicamente, por aquella delegación, antes que por cualquier mérito propio (en ese sentido, hasta podría decir que él es la primera "víctima" de esta situación)
Ese "con él o contra él", no es algo de ahora, siempre estuvo en juego (así fue como se dividió desde el comienzo el campo de los lacanianos tras la muerte de Lacan, y así es como está dividido, principalmente, hoy) pues en tanto propietario de la obra de Lacan, en particular, en tanto "propietario" del establecimiento del texto de los seminarios inéditos, por una estricta cuestión de lógica, no se podía estar sino con él o contra él. Creo que el debate que se dio hace un tiempo en torno al establecimiento del texto del seminario VIII (La transferencia) ha sido por demás elocuente, a tal punto que Paidos suspendió la edición de la versión en español, a pesar de que la misma estaba lista en la computadora de D. Rabinovich, por el escándalo que produjo las impugnaciones a la versión francesa.
Lo que habría que percibir entonces es que desde temprano, esa autoridad jurídica sobre el establecimiento del texto de los seminarios inéditos de Lacan no ha dejado de funcionar también como "autorización" casi jurídicamente establecida para transmitir la enseñanza de Lacan.
En otros términos, ¿qué diferencia podía haber entre establecer el texto de esos seminarios inéditos y establecer la lectura que debe hacerse de Lacan, de todos y cada uno de sus textos?
¿Cómo, partiendo de estas premisas, podía evitarse la constitución de una ortodoxia?
De ahí a la acusación de plagio ("pompage") contra C. Soler, me parece que hay una línea continua que reafirma una y otra vez aquél acto de delegación de Lacan.
Ahora bien, no hemos dejado de leer a Freud por lo que es la IPA.
Ni creo que vayamos a dejar de leer a Lacan por lo que es la AMP.
Tampoco pretendo restarle mérito alguno a los que sí han trabajado seriamente los textos de Lacan y en ese sentido han colaborado al desarrollo del psicoanálisis, incluida la cuota que cada cual quiera asignarle al propio Miller.
Pero lo que quisiera proponer como hipótesis de debate es que toda la cuestión acerca del "uno benéfico" y sus oposiciones, y todas las referencias similares que nos mantienen respecto a la función de Miller en una relación al padre, mas bien dan cuenta de una transferencia no agotada con la persona de Lacan antes que con su obra, transferencia a partir de la cual Miller ha hecho su agosto (en particular con la "transferencia" de los derechos de propiedad).
En otros términos, pedirle a Miller que sea "bueno", o pensar que en cierta época habría sido "bueno" y luego habría "traicionado" la "causa analítica", es, de últimas, pedirle al propio Lacan que no se equivoque.
Como ya dije antes, no es lo mismo suponerle a Freud o Lacan un saber sobre el psicoanálisis, un saber respecto de la pregunta clínica con la que nos dirigimos a sus textos, que suponerles otros saberes, en particular, suponer que no se equivocan.
Por mi parte, creo que Lacan se equivocó. Y se equivocó muy "fiero".
No se lo reprocho. Eran sus cosas y era su vida. Problema mío si me enredo con ello.
Ahora bien, todo esto aún no explica mucho. O para ser mas precisos, no nos permite aún, orientar claramente nuestra acción.
Pero creo que es este un nivel de análisis fundamental, en el sentido de que, sin superar este primer paso, los demás se volverán de muy difícil abordaje.
Paso entonces a los puntos siguientes.
Para lo cual, volveré a la cita inicial de C. Soler.
Lo primero que quiero subrayar de lo que ella dice es que esta crisis refleja un problema que es común a todas las instituciones psicoanalíticas.
Por lo tanto, así como planteé la necesidad de apartarnos de la omnipresente referencia a Miller (al menos en el sentido de las "deudas", "reconocimientos", etc.), creo que también le convendría al debate, en cierta medida, apartarnos de la omnipresente referencia a la AMP y tomar como perspectiva la situación del conjunto de las instituciones psicoanalíticas en el mundo, considerar y analizar la crisis actual de la AMP en el contexto de la crisis general de las instituciones psicoanalíticas.
Es más, creo que de lo hasta ahora señalado ya puede deducirse que gran parte de las divisiones entre los psicoanalistas lacanianos han sido determinadas por la lógica de esta posición de Miller (cuestión que siempre negaron los psicoanalistas enrolados en el CF) y de este acto de Lacan, y que es tiempo de que pensemos en retomar un diálogo en conjunto con muchos de los psicoanalistas enrolados en la actual Convergencia u otros ámbitos tradicionalmente ubicados en oposición a Miller.
Quizás eso ayude a dar un paso mas en la elucidación de cual es la lógica que permitió que el diablo metiera la cola allí donde todos suponían que con la tríada pase, cartel y permutación podía finalmente realizarse el sueño de una institución fundada en el acto analítico.
Situación internacional
Lo que quiero subrayar en este segundo punto es el alcance del planteo de C. Soler acerca de que el tema de la relación entre discurso analítico y discurso del amo es un problema común a todas las instituciones psicoanalíticas. Lo que importa de esto no es solo la validez de esa afirmación sino el hecho de que esa discusión se está planteando, efectivamente, ahora, en diferentes ámbitos psicoanalíticos, aunque sea formulado de otros modos, o con otros términos.
En otras palabras, muchas veces podemos pensar que hay ejes o temas que serían fundamentales y que deberían ser pensados por todos, pero ello no implica forzosamente que sean percibidos como tales por todos.
Al respecto, soy de los que creen que, en cierto sentido, y con las escasas excepciones que confirman la regla, no es posible pensar aisladamente. Esto es, que los problemas con los que se enfrenta cada analista siempre son problemas compartidos por otros analista, mas allá de que los mismos se cuenten en un número mayor o menor.
Pero no son habituales las situaciones en que podamos decir que es el conjunto entero, o por lo menos un sector ampliamente mayoritario, el que está enfrentado a los mismos problemas.
Y el punto en cuestión es que me parece que este es un de esos momentos. Y que el tema común que está pensando y debatiendo la amplia mayoría de los psicoanalistas es el que menciona C. Soler, o para decirlo en términos mas generales, el tema común en discusión es el de las relaciones entre el psicoanálisis y lo social.
Y creo que es importante para el desarrollo del debate mismo, tener presente los alcances que el mismo tiene.
Por ejemplo, Philippe Julien, en sus proposiciones para los Estados Generales de Psicoanálisis, señala que a falta de un saber comunicable sobre el fin de análisis, el nexo entre "el campo analista-analizante y el campo de la presentación doctrinal e institucional del psicoanálisis" permanecería como una relación no analítica, y que si esa relación no es analítica entonces será el campo de lo público el que fundará lo privado, reduciendo este último a la simple aplicación práctica de las teorías promovidas por los líderes de dicho espacio público.
¿No es acaso algo similar a lo que desde la red de foros se le critica actualmente a la AMP?
¿O también exigirá la red de foros que nos adaptemos todos a un "lengua" única definida como LA lengua del psicoanálisis?
También René Mayor, en ese mismo espacio de discusión, señala la importancia de este tipo de problema, aunque expresado mas bien en términos de relación del psicoanálisis con lo social.
Por ejemplo, señala que "el poder que se desarrolla en el seno de las instituciones reposa demasiado a menudo sobre la falta de resolución de las transferencias, sobre el sometimiento a una ideología dominante y a su código lenguajero, que sirven mas para preservar los controles sociales y burocráticos que para abrir nuevas fronteras a la investigación y la extensión de nuestros conocimientos".
R. Major propone también como tema a discutir algo que, a primera vista, puede parecer alejado de la problemática que agita la crisis de la AMP, pero que mirado mas en detalle, hace también a las relaciones entre el psicoanálisis en intensión y extensión. Es el tema de las relaciones entre el psicoanálisis y lo político. Este es un tema candente en el espacio de la convocatoria a los Estados Generales por cuanto la misma encuentra uno de sus detonantes en el "caso Lobo" y gran parte del debate hasta ahora desarrollado se ha dado como contrapunto con el libro de Jean Allouch "Ethification de la psychanalyse. Calamité".
Pero esta es una problemática que también ocupa un lugar destacado en la AMP y que, insisto, aunque no parezca demasiado conexa con su crisis, es de capital importancia, como intentaré demostrarlo mas adelante. Por ahora, subrayo, en cuanto a la AMP, el rol político que ha tenido (y tiene) en su país, uno de sus principales difusores del psicoanálisis en extensión, Slavoj Zizek y el hecho de que dicho rol ha sido destacado y puesto como modelo de intervención del psicoanálisis en la cultura, por Miller, en un reportaje que otorgara al diario Página 12 de Buenos Aires, en ocasión del congreso de la EOL de 1996). No se, en cambio, si para Miller también constituirá un modelo de intervención en lo social el caso del jefe del gabinete del Congo, psicoanalista miembro de la AMP, denunciado por Patrik Valas en el diario "Liberation" del 21 de octubre, como responsable de las últimas masacres en ese país.
En síntesis, desde la AMP se promueve toda una línea de intervención del psicoanálisis en el campo de lo político. Será importante considerar ese debate llegado el momento, pues, por un lado, el mismo no puede ser independiente de cómo en dicha institución se entienden las relaciones entre el discurso amo y el discurso analítico, y por el otro, porque como lo señalé hace poco, son discusiones que también tienen un lugar importante en otros ámbitos psicoanalíticos.
En la IPA, O. Kernberg se ha pronunciado por la necesidad, para el psicoanálisis, de involucrarse en análisis "socio-psicológicos", sin que quede claro como dichos análisis podrían al mismo tiempo escapar a "la cooptación del instrumento psicoanalítico para servir a un movimiento político o ideología particular" (ver discusión con S. P. Rouanet en la Newsletter). Esta preocupación se debe, entre otras cosas, a que para Kernberg "el problema mas reciente y el más importante es la crítica a la que está sometido el psicoanálisis en Europa, Norteamérica y Sudamérica", problema que tiene el estatuto de "desafío histórico" para el psicoanálisis.
En ese sentido, subrayo el eco y las repercusiones que ha tenido en Argentina la visita de Sokal (a pesar de que su libro con Bricmont aún no fue traducido al español), denunciando la "nueva religión" que implicaría el lacanismo.
El otro punto importante, obviamente, es la constitución de la Convergencia Lacaniana.
Lo menos que podemos decir del acta de fundación es que es bastante ambigua y poco clara en cuanto a objetivos. No obstante la misma comienza planteando el problema de "deducir del discurso [el del psicoanálisis] otro tipo de lazo entre psicoanalistas", y aunque no se explique porque es de suponer que el mismo "encontrará el marco adecuado en el movimiento que tendrá por nombre Convergencia, Movimiento lacaniano por el psicoanálisis freudiano", no deja de señalar como problema central una situación de crisis en lo que a las instituciones psicoanalíticas se refiere y la necesidad de abordar este problema.
En síntesis, hay toda una gama de matices por los cuales el tema de la relación del psicoanálisis con lo social se presenta como central o prioritario para definir el futuro del psicoanálisis.
Finalmente, hay un factor que ayuda a que se produzca esta situación de discusión generalizada de problemas similares entre psicoanalistas de todo el mundo y de todas las extracciones: Internet.
No creo que sea el factor principal. Como lo explicaré mas adelante, creo que el factor principal es la globalización de la economía. Y en ese sentido Internet no es mas que un efecto mas de ese factor principal.
Pero en cierto sentido, ese efecto, a su vez, realimenta el circuito, en la medida en que agiliza la difusión de las discusiones y posiciones que están desarrollando en diferentes ámbitos, tanto institucionales como geográficos.
A diferencia de otras épocas en que la mayoría de los psicoanalistas veía acotado su ámbito de discusión a los debates que realizaban en el estrecho margen geográfico de su respectiva institución, hoy día, cualquiera que se conecte a Internet (así sea desde un simple cybercafé o desde la computadora de un amigo) puede obtener fácil y rápidamente los documentos de los debates que se están desarrollando entre los psicoanalistas de la misma corriente pero de otro país, o de otras corrientes tanto de otros países como del propio país.
Hoy día, cualquiera que se conecte a Internet puede leer la newsletter de la IPA, o las cartas y documentos que se generan en las diferentes ciudades donde funciona la red de foros, o los documentos y reportajes relativos a la constitución de Convergencia, o los artículos o posiciones de psicoanalistas independientes que intervienen en diferentes foros en Internet (como por ejemplo los de PsicoNet), o los artículos de revistas electrónicas originadas en diferentes países y corrientes (como por ejemplo Acheronta, Seele, etc.), etc.
Hoy día, la discusión que se genere entre un grupo de analistas reunidos en una ciudad puede transformarse rápidamente en una discusión que abarca analista de diferentes ciudades y países.
Creo que es importante percibir la diferencia que hay entre esos circuitos viciados donde se depende de las pertenencias institucionales o de ciertos contactos o relaciones para poder estar al tanto de los contenido de los fax o cartas intercambiados entre ciertos psicoanalistas para poder estar al tanto de los debates en juego, y esta posibilidad mas sencilla de acceder a estos debates, así como también la posibilidad de hacer "publica" (es decir, de difundir entre otros psicoanalistas) rápida y fácilmente cualquier discusión o diferencia.
Esto tiene una importancia fundamental en el sentido de que quienes impulsan y/o participan de la red de foros deben comprender que la discusión que se desarrolla en ese ámbito no es una discusión que ataña a un grupo reducido de analistas, salvo que se pretenda, ex profeso, cerrar las puertas, como lo hace la AMP con sus listas privadas y sus sitios web institucionales prácticamente paralizados y sin actualizaciones desde hace meses.
En síntesis, es la ocasión para propiciar un debate general e internacional.
El verdadero alcance de la crisis
Partiré del texto de Serge André sobre la "Verganglichkeit", en particular la idea de que debemos reconocerle a Miller el haber elevado la noción de escuela al nivel del concepto.
Este texto me parece el prototipo de situación de las que comentaba en el primer punto.
En efecto, S. André considera que debe comenzar rindiéndole su debido tributo a Miller: "fue el primero y el único hasta ahora en querer hacer de la Escuela el quinto concepto fundamental del psicoanálisis".
Luego pretende independizarse planteando que el concepto milleriano de escuela no sería "EL concepto", y que podría haber otros. Le parece que sería "un dogmatismo bastante ridículo creer que porque, inventado por Miller, ese concepto sería automáticamente el único válido y el único posible para una escuela que se reclama de Lacan".
S. André debería saber que está demostrado que no se puede borrar con el codo lo que se ha escrito con la mano. En otras palabras, que el asentimiento otorgado en primer término no dejará de condicionar todo el resto del planteo.
Veámoslo en detalle.
El problema a enfrentar no está al nivel de un simple obstáculo epistemológico, es decir, de las dificultades que le plantearía al pensamiento un cierto dogmatismo.
No se trata de dogmatismos sino de hechos.
La "escuela" supuestamente inventada por Miller no es solo un concepto como noción teórica. El único sentido en que dicha "escuela" ha alcanzado el nivel del concepto, como corresponde a todo concepto, es en el de que es la única que existe realmente. La AMP, como cualquier otra cosa, solo es concepto en tanto también es una realidad concreta.
En cambio, los supuestamente posibles otros conceptos de escuela que S. André sugiere pensar son pura abstracción, no existen. La única "escuela" que existe (y por lo tanto el único concepto disponible para pensar) es la que implementaron Miller y todos los que participaron en esa tarea, incluidos S. André, C. Soler y todos los que de modo activo o por omisión, se sumaron a esa construcción.
El texto de S. André, me parece, retrata la impasse en que se encuentra gran parte de los colegas involucrados en esta última escisión de la AMP: no pueden dar razones de fondo que expliquen la crisis y que permitan superarla, entendiendo por razones de fondo aquellas que puedan dar cuenta de porque las cosas habrían de funcionar de otra manera sin otra modificación substancial que no sea la de los nombres de quienes de harían cargo de la nueva institución a construir.
En otras palabras, si la tríada pase, cartel y permutación condujo a la AMP actual, ¿porqué la misma tríada podría dar otros resultados instrumentada por otras personas?
Si las cosas se plantean así entonces la raíz del problema no está en la estructura sino en las personas que la han instrumentado. Pero está claro que esa es la teoría de que Miller es el "malo" de la película.
Así que, por favor, decidámonos: o todo el problema se reduce a los defectos personales de Miller y sus colaboradores (lo cual tendría, obviamente, un carácter tranquilizador para cada uno de los actuales escisionistas respecto de su propia responsabilidad en esto que la propia C. Soler define como un "desastre") o bien estamos frente a una crisis que pone en relieve un problema mas de fondo, una crisis que nos plantea, de una vez por todas, repensar las razones que dan cuenta del sistemático, histórico y repetido fracaso de todas y cada una de las experiencias que se han emprendido en función de esta hipótesis: construir una institución específicamente psicoanalítica.
Si no pensamos las cosas en ese nivel, entonces no haremos mas que repetir las ya consabidas críticas que desde siempre cada institución le hace a las otras (y viceversa) acerca de que en esa "otra" predominarían los rasgos burocráticos y las funciones del "amo", se desvirtuaría la práctica del psicoanálisis, etc., y que en la institución de "uno", en cambio, todas esas cosas no sucederían porque realmente ahí se harían funcionar como corresponde cada uno de los mecanismos que Freud o Lacan habrían propuesto, etc.
Si las cosas se plantean así esta crisis no haría mas que inscribirse en el ciclo de la repetición de las escisiones y fracturas a las que el campo lacaniano nos tiene acostumbrado desde décadas y que solo conducen a .... una nueva repetición (es más, parece que ya hay algunos que, a partir de lo que definen como el "principio de disolución", ya teorizan acerca de la inevitabilidad de este tipo de funcionamiento).
Debo confesar que estas repeticiones ya me tienen harto, y que espero que esta última crisis haya también producido el suficiente hartazgo entre una cantidad suficiente de otros psicoanalistas como para generar una reacción que esté a la altura de las circunstancias.
Creo que si algún valor tiene esta crisis de la AMP, tanto por la magnitud de las barbaridades que se han puesto en evidencia, como por la cantidad de psicoanalistas involucrados en esta escisión, es el de poner de relieve, de una vez por todas, que justamente, todo eso que se cree que ocurre solo en la "otra" institución, ha ocurrido y vuelve a ocurrir cada tanto, en la de "uno" mismo.
No se trata de lo que hacen de mal los otros. Se trata de lo que uno mismo hace mal.
La AMP es la expresión del "tu lo has querido".
En síntesis, es el proyecto mismo de poner en pie una institución fundada en el acto analítico lo que está en cuestión. Y este problema no se resuelve insistiendo una y otra vez por la misma vía con simples modificaciones administrativas.
Hace tiempo que los psicoanalistas lacanianos vienen teorizando acerca de ciertos imposibles respecto de este objetivo. Pero esto no nos ha evitado repetir una y otra vez la misma historia.
Evidentemente algo no funciona en esas teorizaciones.
Es más, creo que se podría decir que ya se ha llegado a un punto tal en que las mismas solo tienen el sentido de meros procedimientos de justificación, se han reducido a un ronroneo que nos tranquiliza haciéndonos creer que estamos pensando el problema pero que, como ocurre con todos los ronroneos, solo demora nuestro despertar.
Parece mentira que haya que estar diciendo estas cosas entre analistas.
En realidad, parece que debemos reconocer que la condición de analistas de quienes están involucrados en estos debates, antes que una ventaja, es un obstáculo especialmente insalvable para que algo de razón y entendimiento se haga lugar.
El tributo que S. André se cree o siente obligado a hacerle a Miller implica un asentimiento "a priori" brindado a lo esencial de la construcción milleriana: la idea de que es posible fundar una institución en el acto analítico. Y, en consecuencia, todos las demás reflexiones ya están prisioneras de esta posición. Por eso subrayé al comienzo aquél párrafo de C. Soler donde ella misma plantea que el tema en discusión es el de la relación entre el discurso amo y el discurso analítico. Lo que creo que hay que precisar es el nivel a partir del cual vamos a abordar esa discusión. Y el planteo de S. André, en ese sentido, coloca un "a priori" para esa discusión.
La "elevación" milleriana de la noción de escuela al nivel del concepto no es mas que la implementación práctica y concreta de una respuesta a aquella pregunta o problemática, respuesta que consiste en afirmar que es posible una subordinación del discurso amo al discurso analítico, una respuesta que dice "sí, es posible fundar una institución en el acto analítico".
Y lo que la actual crisis nos tiene que permitir apreciar no es solo la evidencia del resultado al que ha conducido esa respuesta: exactamente lo contrario, sino el carácter necesario e inevitable de ese resultado. En otros términos, lo que debemos comprender es que la AMP no es una "desviación". La AMP es la consecuencia lógica y necesaria de esa hipótesis, de esa respuesta.
La AMP, y esta crisis, no son mas que la expresión, en modo ampliado, de ese mismo destino, de ese mismo punto en que acabaron y acaban, una y otra vez, todas las experiencias organizadas a partir de aquella premisa como respuesta al problema de la relación entre el psicoanálisis y lo social.
E insisto, no hay teorización sobre los imposibles que haya podido hasta ahora evitar este ciclo (mas abajo retomaremos esta cuestión, en particular respecto de la idea de que el pase pueda ser suficiente "agujero" como para imponer la especificidad del dispositivo analítico sobre el funcionamiento asociativo).
La actual crisis de la AMP es una nueva prueba del fracaso de esta como de todas las instrumentaciones previas de esa hipótesis.
Por eso propongo que la única enseñanza seria que puede extraerse de la actual crisis es un cuestionamiento en regla de la respuesta que ha estado en la base de la construcción de la AMP.
Si para pensar la crisis partimos de esa misma premisa, a partir de ese asentimiento, entonces estamos fritos. Tenemos que detenernos y pensar a partir del punto previo.
Es únicamente desde ese punto previo que podemos abordar una discusión que no esté centralizada por Miller y la AMP, una discusión que pueda abrirse realmente al conjunto de los psicoanalistas, una discusión que no se reduzca a la redacción de nuevos "estatutos" y la designación de nuevos "responsables", llámense como se llamen esos nuevos "organismos" (incluidas las llamadas "comisiones de enlace" que rápidamente tienden a constituirse en los "foros" de cada ciudad).
Es por esa razón que en estos momentos también participo de la discusión en los Estados Generales, pues si algún valor tiene esa convocatoria, al menos desde mi punto de vista, es la de plantear las preguntas y los debates desde un punto previo a casi todas las respuestas, mas allá de las que obviamente tienen casi todos los firmantes de esa convocatoria, y mas allá de los prejuicios que, como todo el mundo, no dejo de tener respecto de muchos de ellos.
En ese sentido, y volviendo a la red de foros, si la premisa para participar de este debate fuese tener que adscribir positivamente y en forma previa al objetivo de construir una institución fundada en el acto analítico, la misma no dejaría de colocarme en exclusión. Y no porque mi objetivo sea subordinar el psicoanálisis a otra cosa. Sino porque mi balance es que aquél objetivo es un imposible (como intentaré demostrarlo a continuación) y que insistir en la cuadratura del círculo solo probaría la permanencia en el registro de la impotencia.
Para eso, y si ese fuese el caso, discúlpenme, pero yo paso.
La cuestión de la garantía
El razonamiento habitual respecto de la "necesidad" de intentar fundar una institución en el acto analítico apunta a pensar en una institución que sea lo mas acorde al desarrollo del psicoanálisis, al desarrollo de su teoría y de su práctica. Y se supone que es un hecho adquirido ya que la transmisión y desarrollo del psicoanálisis sería incompatible con los principios que rigen en general las formaciones sociales.
Sin embargo esto no deja de presentar una paradoja porque, en realidad, las únicas instituciones que han existido son las que han rechazado considerarse como una formación social más y han pretendido funcionar fundadas en lo que, cada una, ha considerado lo propio del psicoanálisis.
Desde la IPA hasta ahora, no ha habido institución que se fundara sin referencia a esta premisa (al menos que yo sepa, y quizás mi ignorancia sea grande al respecto; si es así, por favor, que alguien me desazne), y, con excepción de las instituciones nuevas que han surgido por extensión geográfica, sin la correspondiente crítica a las demás por no cumplir adecuadamente con aquella premisa, esto es, caer en el predominio de lo que serían los principios de funcionamiento propios de las instituciones no psicoanalíticas.
Esta insistente y repetida coincidencia entre punto de partida y de llegada debería llamarnos a reflexión
¿Que tal si tratáramos de pensar las cosas al revés?
Por ejemplo, ¿porqué no podríamos intentar pensar que esa sistemática y repetida recaída en el funcionamiento asociativo y en los diferentes principios asignados como propios de lo social (y que se suponen incompatibles con el psicoanálisis) no es mas que el resultado, el "retorno", que provoca aquella suposición de partida, es decir, de aquella pretensión de crear una formación social que no responda a los principios de funcionamiento de todas las formaciones sociales?
¿Porque no pensar la posibilidad de que sea esta misma "negación", este mismo "rechazo" inicial a los principios de funcionamiento de lo social (investido con la loable intención de la defensa del psicoanálisis) el que genere este tipo de "retorno" que una y otra vez insistimos en caracterizar como "desviaciones"?
Es este ejercicio el que intentaré desarrollar. Pero para eso lamentablemente todavía faltan desmontar algunos obstáculos
Volvamos una vez mas a las instituciones psicoanalíticas, en particular las lacanianas, en particular la AMP. El punto al que debemos prestar atención, a mi juicio, es que todos esos planteos acerca de fundar la institución en relación a lo propio del psicoanálisis terminan en la problemática de la selección de los analistas y la garantía que la institución daría sobre la práctica psicoanalítica de esos analistas seleccionados.
Veamos como ha planteado esto Miller, para una época bastante temprana.
En una entrevista realizada en la revista "L'Ane" (Francia), también reproducida en la revista "El Murciélago" número 3 (Argentina), allá por 1991, Miller señalaba que la cuestión de ¿como definir al analista? debería resolverse "antes de que [este] practique el psicoanálisis", es decir, en términos "de derecho y no solamente après coup", a partir de la autenticación que podría hacerse de "la transmisión hecha por el sujeto", en el pase, del "elemento irreductible" de su análisis. "La apuesta sería llegar a cernir el ser-un-analista, fuera de la función". En otros términos, verificar que un sujeto que ha completado su análisis está "en condiciones de querer lo que un analista debe querer". Para Miller, "hay un deseo de saber de un tipo especial que merece ser designado como el deseo del analista".
Planteadas las cosas así, queda claro que cuando él se refiere al "deseo del analista", se está refiriendo al analista como sujeto. El "deseo del analista" pasa a ser así un atributo, mas aún, "EL atributo", que define al analista, y esto al nivel del "derecho" (que como vimos, es muy propio de la función y posición de Miller), es decir, de "jure", "a priori", mas allá de toda "función". Y su escuela se constituirá con el conjunto de aquellos que caen bajo esta rúbrica, es decir, aquellos cuyo deseo habría devenido en "un deseo de saber de un tipo especial", siendo potestad de quienes ya están en la escuela, juzgar, o precisar, en cada nuevo caso, si el deseo del candidato es acorde o no con ese atributo que define al conjunto.
Toda la cuestión de la articulación de la noción de "deseo del analista" con el "deseo del Otro" (que solo puede ser del Otro particular de cada analizante) y el lugar de la causa desaparecen. La función del "deseo del analista" queda reducida a una adecuación del "deseo" del sujeto que pretende hacer de analista a un "deseo" patrón. En otras palabras, el deseo que pasa a importar para precisar el dispositivo analítico no es el del analizante sino el del analista. La posición del analista no queda entonces definida a partir del objeto causa del deseo del Otro particular de cada analizante, sino a partir de la adecuación de su propio deseo en tanto sujeto (suponiendo que tenga sentido hablar de un deseo "propio" del sujeto) a un modelo, adecuación que permitiría el otorgamiento de una garantía "a priori", de "jure", respecto de su acto.
En las clases del 9 y 16 de mayo de 1990 de su seminario "El banquete de los analistas", Miller asocia el fin del análisis, es decir el pase, a una invención "cantoreana" de un transfinito: "La solución significante de la experiencia analítica es un saber. Es esa invención la que conduce de A barrado al significante del A barrado (A --> S(A) ), y podemos decir que esta solución significante puede ser transmitida .. (..) .. es susceptible de ser demostrada a todos" (subrayado mío). Esta posibilidad de "inventar" el S(A) es la que permitiría que el fin de análisis pueda ser del registro de la ciencia (tal como lo exige una demostrabilidad para "todos"). El pase es así una evaluación del ser del sujeto que ha completado su análisis a partir de la transmisión que de él hace, es decir de la transmisión del "transfinito" que haya inventado como cuadro del saber que ha obtenido en ese análisis. Esa "invención" seria así, el testimonio de que su deseo es, finalmente, "un deseo de saber de un tipo especial", de ese "tipo especial" previamente tipificado por Miller y los organismos de su Escuela.
Tal como Miller plantea las cosas, un análisis deja de ser el desarrollo de la contingencia de un encuentro. La garantía del AE (analista de la escuela) deviene, vía la verificación del "ser" del analista (vía la verificación de un atributo del mismo), en la garantía de los análisis dirigidos por ese AE, mas allá de toda particularidad que pueda tener el encuentro del posible analizante con su analista. La operación que transforma la contingencia en esa necesariedad a partir de la cual se desarrollará el análisis hasta poder llegar al punto de partida, es decir, nuevamente a la contingencia y al punto de lo imposible (lo real), queda así abolida por el a priori de la garantía y el otro tipo de necesariedad que esta implica.
Cabe señalar que todas estas barbaridades están escritas desde hace años, y nunca leí material alguno ni de C. Soler ni de ningún otro miembro de la AMP delimitándose de esto, a pesar de que era una época de crisis y sacudones en la propia ECF (aprovecho para recordar otro dicho popular bastante elocuente: "el que calla otorga").
Esta articulación que hace Miller entre garantía y derecho y saber no es sin sentido, ni ha quedado en el olvido, sino que sigue siendo el fundamento de su pase y de su "escuela".
Veamos como se hilan estas cosas. Para lo cual debemos retomar la posición de Miller como heredero de la obra de Lacan.
Como ya dije, esta propiedad privada sobre la obra de Lacan no se reduce al cobro de derechos de autor por lo ya publicado. La misma ha tenido una serie de extensiones que es importante tener presentes.
La primera extensión fundamental de este derecho es la que alcanza al establecimiento del texto de los seminarios no editados en vida de Lacan. Esta extensión ya fue confirmada y ratificada en los estrados judiciales (y jamás fue cuestionada por miembro alguno de la AMP). De acuerdo a esos dictámenes Miller no solo es propietario de los beneficios económicos de la edición de la obra de Lacan, sino que es el propietario legal de la enseñanza misma de Lacan puesto que es el único autorizado a establecer el texto de la misma.
La segunda extensión es correlativa de la anterior. En tanto propietario de la enseñanza misma de Lacan, el derecho al establecimiento del texto de los seminarios inéditos se ha transformado también en el derecho a establecer la lectura ortodoxa de la obra de Lacan, derecho que le han admitido casi todos en la AMP, asignándole el pomposo lugar del "al menos uno que sabe leer a Lacan". Lo cual es absolutamente lógico. ¿Quien podría leer "mejor" la obra de Lacan que aquél mismo que tiene a su cargo establecer el texto de parte de esa misma obra? Como ya lo dije, todas las denuncias de plagio ("pompage") se inscriben en este sentido, es decir, en esta objetivación y apropiación del saber como un bien.
La tercera extensión (y aquí es donde se completa el salto mortal) también es absolutamente lógica: ¿quien podría "garantizar" la práctica misma de aquellos que se reclamen de esa enseñanza cuyo establecimiento, lectura y transmisión es propiedad de Miller, sino el propio Miller o sus delegados?
Pero para eso es necesario poder instrumentar un sistema de justificación para la dispensación de esta garantía. La elevación de la noción de escuela al estatuto de concepto que señalaba S. André no es mas que el proceso de construcción del mecanismo justificatorio para la dispensación de esa garantía. Es evidente para cualquier abogado que la autoridad que brinda el respaldo jurídico sobre la propiedad privada de la obra de Lacan no otorga derechos directos y automáticos sobre la práctica de terceros.
La única manera de hacer extensivos esos derechos a la propia práctica de los analistas requiere que la misma, de alguna manera, quede subordinada a aquel saber.
Y ese es el único sentido que puede tener noción alguna de garantía en relación a la práctica del psicoanálisis. Por mas vueltas retóricas que se le quieran dar a la noción de garantía, su sentido esencial es el mismo que el que se aplica al caso de las garantías comerciales, como cuando un fabricante y/o un vendedor garantiza la calidad de su producto, de su mercancía. Es el mismo sentido que está en juego también en otras instancias similares, como por ejemplo la habilitación (es decir, garantía) que otorga un título universitario.
Por mas argucias que se busquen, si el acto analítico es sin Otro, la consigna lacaniana de que el analista se autoriza de él mismo es doctrinaria, es decir, formaliza lo esencial del acto analítico, y no tiene otros límites mas que la propia responsabilidad del analista. Esta responsabilidad es un punto respecto del cual, obviamente, muchos prefieren ser relevados. De ahí esa constante búsqueda de Otros que puedan hacerse cargo de la misma, situación que favorece el desarrollo de manipulaciones teóricas sobre ese tema. Y todo el desarrollo "teórico" milleriano sobre el llamado "concepto" de escuela ha estado destinado a sepultar esa consigna, puesto que la misma libera a los analistas de toda tutela, entre otras la del propio Miller, es decir, la del mismísimo propietario legal de esa enseñanza en cuyo marco dicha consigna se enunció. Así como esa consigna socavó a la IPA, en su momento, la misma ha sido siempre un obstáculo para la implementación de otras modalidades de tutelaje.
Insisto, el "concepto" de escuela desarrollado por Miller e implementado prácticamente en el desarrollo institucional que ahora culmina en la AMP como "escuela una", no es mas que la aplicación directa y cada vez mas extensiva de aquellos derechos económicos y jurídicos al campo de toda la práctica analítica que se reclame de la enseñanza de Lacan.
Toda la historia institucional que va desde la fundación de la "Causa Freudiana" (en vida de Lacan), hasta la actual AMP, está regida por esta lógica.
Claro que todo esto es difícil de percibir en tanto nos mantengamos en la hipótesis de que Miller ha sido realmente necesario para poder leer a Lacan o cosas por el estilo.
Por eso me detuve bastante sobre este punto en la primera parte de esta carta.
Veamos ahora que ha pasado con el pase, en tanto fundamento de esa garantía tan preciada.
La "verdad" del uso institucional del pase nos la ofrece el caso de la no nominación del pasante B en la ECF, ese mismo en torno al cual se desarrolló la llamada "guerra de los carteles" y que dio lugar a la intervención directa de los poderes institucionales y a la ampliación de los criterios "clínicos" con los nuevos criterios llamados "epistémicos" y "políticos".
Lo que importa deducir de ese incidente no es que a partir de él se habría producido una desviación en la instrumentación del pase. No se trata de que antes el pase funcionaba "bien" y ahora, a partir del choque con los intereses asociativos, habría sido desvirtuado.
Una vez mas, me parece que hay que pensar las cosas al revés: cuando el pase funcionaba "bien", funcionaba "bien" no porque funcionara de acuerdo a principios analíticos sino porque funcionaba, muy precisamente, en concordancia con los intereses asociativos.
El incidente no ilustra sobre como ha comenzado a funcionar el pase en la AMP de ahí en adelante. Ilustra sobre como ha funcionado hasta entonces.
Una prueba de ello es que todos los desarrollos sobre la doctrina del pase han sido secundarios respecto del lugar que se le ha dado al mismo como supuesto fundamento de esa garantía institucional. Y esto no lo digo yo, lo dice el propio Miller y lo reconocen/denuncian los propios involucrados en esta historia.
Es lo que se deduce si tomamos en serio el informe de Miller a la asamblea general de la AMP en Barcelona, tal como lo señala Jacques Adam en su intervención en el foro del 1° de octubre "L' envers de París": "Al releer el informe puede saberse que el departamento del pase nunca funcionó, que el pase quedó mas acá de las elaboraciones clínicas esperadas. Se aprende también que la garantía no pudo funcionar mas que con el rumor, porque aún está en la AMP, 'titubeante y sin doctrina'. La comisión de enlace entre los distintos países miembros de la AMP no ha funcionado tampoco. Ni ninguno de los cinco departamentos previstos en 1996 para centralizar el funcionamiento de la AMP".
El mismo J. Adam reconoce que "la ECF, al intentar aplicar la entrada en la Escuela por el pase en una escuela donde el pase está ya ahí, tal vez perdió la ocasión de discernir en que este principio del pase podía o no ser la condición misma del concepto de escuela, es decir, el lugar donde este principio mismo podía inscribirse o no en el funcionamiento concreto e institucional de la escuela misma".
J. Adam cree que "las cuestiones de doctrina del pase se disolvieron entonces en problemas asociativos" (subrayado mío) y que "parece que nos falta aún una hoja en la aproximación a la doctrina del pase de Lacan". Yo diría, según se desprende de su propia intervención, que el "entonces" está de más, y que "las cuestiones de doctrina" nunca tuvieron un verdadero desarrollo y tan solo fueron el velo utilizado para ocultar que los que siempre estuvieron al comando de la instrumentación del pase fueron los "problemas asociativos".
Obviamente esto no significa que todo el trabajo que se desarrolló en los carteles del pase ha sido inútil, o cosas por el estilo, pero sí que, aún cuando hubo allí algún trabajo, todo esto no dejó de funcionar, en lo esencial, como ocultamiento de lo que la intervención directa de la asociación respecto de ese caso del pasante B puso al desnudo: que los AE tienen un valor institucional antes que analítico.
Es la propia C. Soler la que retrata de la siguiente manera el funcionamiento real de la mayor parte de los organismos de la AMP (en su "Autopsia de un relato"): "desde el principio, esos carteles, departamentos, etc., eran ficticios. Y a instancias engañabobos, a responsabilidades también engañabobos, creadas para fingir que hay actuación, resultados engañabobos! Era evidente. Entonces, cuando nuestro DG se otorga un premio de liberalismo porque se abstuvo de cualquier injerencia y que dejó aquellas nonadas a su inexistencia ..."
Si me permiten una vez mas las correcciones, yo mas bien subrayaría que si todo esto era un engañabobos es porque entonces había una necesidad de engañar. Los engañabobos nunca están porque sí. Si hace falta recursos engañabobos es porque hay "bobos" a los que, a pesar su "bobez", hay que engañar.
¿Y sobre qué punto había que engañar a los "bobos" de la AMP?
Creo que ya está claro: sobre el punto de que el pase tuviera una función analítica antes que institucional.
Entendámoslo de una vez por todas: los AE son el fundamento de la autoridad de la institución como garantía, la correa de transmisión, mas precisamente, de extracción a partir del dispositivo del pase, de esa garantía que la institución pretende poder fundar en el acto analítico.
Y en ese sentido no importa cuan confundido o mezclado esté, o no, el grado con la jerarquía.
Aún con sus funciones supuestamente diferenciadas, los AE, pensados e instrumentados como lo están tanto en la AMP como en las demás instituciones lacanianas (es decir, mas allá de las diferencias de instrumentación en cada caso), no dejan de ser utilizados por la jerarquía, en el sentido de que constituyen, fundamentalmente, un instrumento de garantía institucional.
En la IPA, el reclutamiento de sus miembros requiere, entre sus puntos ineludibles, el paso por el diván de un psicoanalista didacta, el cual, a su vez, hubo de pasar por el diván de otro analista didacta, en una cadena que de se ese modo podría remontarse al propio Freud y su entorno.
El análisis didáctico y el estándar han sido históricamente el fundamento de la garantía que otorga la IPA.
Al análisis didáctico de la IPA, la AMP y la mayoría del movimiento lacaniano ha opuesto este nuevo dispositivo que es el pase, destinado a verificar, ya no la genealogía de cada análisis y su adecuación al estándar, sino los efectos que darían cuenta de que allí hubo acto analítico.
Pero en ambos casos, como en casi todas las instituciones analíticas, lo que está en juego es el fundamento de la garantía que la misma se otorga el derecho de dispensar sobre lo que será la práctica analítica de sus miembros.
Y lo que es interesante apreciar a nivel internacional es que la crisis que está teniendo el estándar en la IPA y la crisis que se ha desatado en torno al pase y los AE en la AMP dan cuenta de una crisis general de los intentos por garantizar, es decir, por juzgar "a priori", la práctica de los psicoanalistas.
Ese es el punto a partir del cual debemos interrogarnos.
¿Para qué diablos es necesario garantizar lo imposible de garantizar?
¿Sobre qué otro punto recae principalmente la garantía si no es sobre la condición profesional, antes que analítica, de los psicoanalistas?
¿Cómo puede aún insistirse en la idea de pretender garantizar una experiencia eminentemente particular (es decir, imposible de estandarizar, de universalizar), una experiencia que debe reinventarse en cada caso, una experiencia que solo puede comenzar a partir de una contingencia, una experiencia cuyo acto fundante es precisamente sin Otro?
¿Es tan difícil ponerse a pensar a partir de preguntas elementales?
El mercado del psicoanálisis
Lo que está en juego en todo esto es el aspecto profesional de los psicoanalistas y su participación en el mercado.
En nuestra era moderna, bajo el régimen de producción capitalista, el concepto de trabajo es aquél por el cual todos los haceres pueden ser comparados, compatibilizados, conmensurabilizados. En otras palabras, la manera de articular entre si diferentes haceres consiste en considerarlos como diferentes formas del "trabajo", siendo ese "trabajo universal" el común denominador que permite realizar la equivalencia entre haceres totalmente dispares. El trabajo es aquello en torno a lo cual la economía capitalista avanza en su proceso de discretización y contabilización del hacer humano para el computo del lucro.
Y en tanto profesionales, los psicoanalistas no dejan de inscribirse en el mercado y en la división del trabajo.
Sabemos que el "hacer analítico" no es un trabajar, y que en ese sentido se caracteriza, en algún punto, en algún aspecto, por ser inconmensurable con todos los demás haceres, por ser irreductible a toda contabilización en términos de intercambios sociales.
En particular esto establece que el hacer del analista, en su sentido específico, no puede inscribirse en el hacer/trabajar profesional. El analista, en tanto analista, no es un profesional que vende su fuerza de trabajo a diferentes compradores, como ocurre en las llamadas profesiones liberales, y cuya única diferencia respecto de los asalariados comunes es que estos se la venden a un único comprador (diferencia que en otros aspectos no es nada secundaria). El hacer del analista, en lo que este tendría de específico, sería atópico con relación al mercado de la fuerza de trabajo.
Pero el punto importante es que todo esto se juega en el seno de un malentendido y que el acto analítico no nos exime de nuestra condición profesional.
Nuestra intervención e incidencia en el mercado de la salud mental, o en el mercado mas estricto del psicoanálisis, no se da en tanto analistas sino en tanto profesionales.
Para decirlo mas vulgarmente: no hay un estatuto particular de analistas para intervenir en relación, por ejemplo, a la economía y el dinero, a la justicia, a la política, y en general a las instituciones y aparatos del estado y de la sociedad.
La condición de analistas se reduce al ámbito del dispositivo y a la dimensión del acto analítico.
En cualquier otro ámbito solo podemos intervenir como sujetos del derecho, como trabajadores (asalariado, liberal, etc.), como capitalistas, etc.
Forma parte de las profundas desviaciones y confusiones a las que ha llevado la construcción de la AMP la idea de que hay una "permanencia" de la condición de analistas mas allá de la articulación de tiempo y lugar propio del acto analítico.
Si como veíamos antes, hubiese analista de "jure", es decir, por fuera del acto analítico, entonces es lógico que a mas de uno se le ocurra pretender intervenir en lo social desde ese rasgo de identificación. Obviamente es una aberración. Una mas de las que ha generado Miller y la AMP.
Y es en relación a este nivel que se juega el tema de la garantía.
De hecho, son muchas y variadas las referencias y preocupaciones que hay en casi todas las instituciones psicoanalíticas por la articulación de sus propias garantías con las reglamentaciones con las que los estados de los diferentes países tienden a regular los mercados bajo su control, en particular el de la salud mental y, porque no, el del psicoanálisis.
Por tomar una referencia, entre tantas, en un reportaje previo a la fundación de la Convergencia, uno de los redactores del pre-proyecto europeo (así pluralizamos un poco mas las citas), Hector Yankelevich señalaba: "En este momento, en todos lados se está agitando el espectro de un estatuto del psicoanalista, tanto en los países del Mercosur, como en los de la Comunidad Europea. Y esto es una tentativa de poner un control estatal en la nominación de los psicoanalistas. Por lo tanto es imprescindible que el lacanismo, si pretende la transmisión de Lacan y no otra cosa, intervenga en la discusión política que se va a dar sobre cuales son los criterios para otorgar el título de psicoanalista. Hay del lado del psicoanálisis mismo intereses objetivos para trabajar juntos. Si no nos ocupamos de la política, la historia nos va a jugar una mala pasada" (subrayados míos).
Como se ve, no hay nada en esta intervención que pueda diferenciarse de lo que sería la intervención de un profesional de cualquier otra especialidad.
Lo que dice Yankelevich es que si queremos mantener el control del mercado de consumo de la mercancía psicoanálisis lacaniano, debemos intervenir en la discusión pública, pues están en juego nuestros comunes "intereses objetivos". Y la cuestión de la "pureza" en la transmisión de Lacan está claramente subordinada a ese punto. Mas claro imposible.
Vuelvo a plantear, entonces, la pregunta: ¿para qué es necesario garantizar la práctica de los psicoanalistas?
Por esta sencilla y fundamental razón de que la práctica analítica no deja de ser también una mercadería. Y que una cosa es que Lacan haya formulado que el psicoanalista se autoriza por si mismo (lo cual vale estrictamente en lo que hace a su relación con el acto analítico) y otra cosa es que, en tanto mercancía, la oferta de psicoanálisis vaya a quedar librada de toda regulación y control.
Con la oferta de psicoanálisis, como con la oferta de cualquier servicio profesional, estamos de lleno en el mercado capitalista, y en tanto tal estamos totalmente sujetos a sus reglas de funcionamiento.
En realidad, esto es algo que todos ven (aunque no todos acepten confesarlo, y menos en público).
¿Que otro sentido darle sino a intervenciones aceptadas sin mayores comentarios como por ejemplo esta de Antonio Dos Santos en la red de foros?: "La no inmunización de la asociación a los flujos del mercado y de la globalización se evidencia en múltiples operaciones: la mundialización institucionalizada del psicoanálisis, la apertura y la multiplicación de los institutos de formación, la búsqueda de la apertura de nuevos mercados (en especial el anglo-americano), el desenvolvimiento de una marca de análisis (la milleriana), la estructuración empresarial "a la franquicia", etc. Se está creando un "nuevo mercado de análisis": existe al menos uno que detenta el "savoir faire" del final del análisis - a él se remiten clientes para su finalización. Un agalmático mercado interno crece con (re)análisis - un nuevo análisis dentro de los nuevos patrones. El gran interpretador hace intervenciones anticipatorias imputando y seduciendo a nuevos analizantes, "nuevos" analizantes lo buscan para obtener saber y poder. El al menos uno, el gran interpretador, el éxtimo, son una sola persona!. La colectivización se acentúa en la circulación de temas y significantes fulgurantes que fascinan y/o se imponen a partir de las directivas generales. Las instituciones analíticas son, entonces, la garantía de los psicoanalistas".
Pero parece que a pesar de "saberlo", no terminamos de sacar las conclusiones que ello impone. Por eso el propio Dos Santos ilusiona la posibilidad de una "inmunización de la asociación a los flujos del mercado". Pero eso, precisamente, es un imposible.
Lo que rige el funcionamiento, no solo de todas y cada una de las formaciones sociales, sino del conjunto de la sociedad, es lo que el llama "flujo del mercado", eso que, con un poco mas de precisión, Marx definía como régimen de producción capitalista.
La función esencial de la garantía psicoanalítica institucional es la del control, regulación, manejo y usufructo de parte del mercado psicoanalítico.
Este es todo el meollo de "la cuestión del continum moebiano entre el pase y la garantía": cuando pasamos del pase como dispositivo de investigación y aprendizaje a la garantía institucional hemos dado una vuelta de más por donde se ha colado la lógica del mercado capitalista.
Para decirlo con todas las letras, la IPA es la multinacional que administra y gerencia los bienes que constituyen la herencia de Freud. Y su estabilidad se debe, entre otras cosas, a que siempre lo supieron reconocer de un modo mas transparente que los lacanianos que siempre se andan enredando con la carga ideológica de sus "causas" sus purismos.
Por algo la sesión plenaria de los congresos de la IPA desde siempre se ha denominado el "Business Meeting", y en ella solo votan los miembros titulares (los asociados participan pero no votan). El mismo Lacan no se privaba de recordarnos que "ellos no pierden tanto el norte cuando se trata de ganarse el pan".
Si algo hay que reconocer en Miller es que es uno de los pocos que ha aprendido esa lección, pues si algo podemos decir de él es que tampoco parece perder tanto el norte cuando de plata se trata. Ese es el fundamento de su orientación y de su escuela.
La AMP, a semejanza de la IPA respecto de Freud, es la multinacional que administra y gerencia los bienes que constituyen la herencia de Lacan. Y entre esos bienes parece que se cuentan los derechos por regalía a cobrar a aquellos que en su práctica pretendan hacer uso de la enseñanza de Lacan.
Como ya lo han reconocido otros, el sentido fundamental de la "reconquista del campo freudiano" con la que Miller ha bautizado la "causa analítica" es la reconquista, primeramente del mercado psicoanalítico lacaniano, y segundamente, del mercado psicoanalítico en general. De ahí que los objetivos de la AMP, para el próximo período, no dejen de expresarse en términos geográficos: Inglaterra y los Estados Unidos, es decir, el territorio del mercado psicoanalítico monopolizado hasta ahora por la IPA (no quedan dudas que Miller es un hombre de armas tomar).
Las tan promocionadas renuncias a las que habrían accedido los diferentes grupos lacanianos que paso a paso se fueron incorporando a la AMP y sus escuelas de base no son mas que las renuncias al control que tenían de ciertos recursos económicos (locales, editoriales, institutos, etc.) y su inclusión en una estructura económica mayor (en todo similar a lo que ocurre con las actuales incorporaciones de empresas nacionales o regionales por parte de grandes multinacionales, sea en el rubro bancario o el que sea).
Fijémonos también en detalles como estos: ¿en qué puntos se concentran finalmente las disputas en la ECF si no es en los dineros que se han invertido en ciertas publicaciones mas que en otras, o en como se repartirán cosas tan evidentes como el valor inmobiliario de la propia sede de la ECF? ¿Acaso no podríamos interpretar las diferentes estrategias específicamente institucionales que se siguen en la red de foros en cada país en función de los derechos, bienes y relaciones de fuerza (es decir, votos de miembros plenos) en juego en cada caso?
El reagrupamiento producido en torno a la Convergencia también debe leerse, en este sentido, como un reagrupamiento de fuerzas de toda una serie de grupos lacanianos menores que ven amenazada su porción del mercado psicoanalítico por el avance de la AMP.
En el acta de fundación hablan de los "efectos nocivos de la fragmentación que hace estragos en el movimiento lancaniano internacional", sin especificar en que consistirían estos "efectos nocivos", y sin percatarse de que la tendencia a la fragmentación hace tiempo que ya pasó (sin que se les ocurriera fundar Convergencia) y que si hay algo que caracteriza al movimiento lacaniano internacional, en esta época, lo mismo que con los movimientos económicos a nivel mundial, es mas bien la tendencia a la conformación de grandes bloques multinacionales.
Con lo cual, el único sentido que podría darse a los "estragos" que resultarían de la "fragmentación" es la debilidad en que dicha fragmentación deja a cada grupo respecto de esta tendencia mundial a los grandes agrupamientos comerciales para el control del mercado.
Dice Isidoro Vegh, "nos cansamos de pelear por pequeñas trayectorias, por miserias".
A mi me parece que no es tanto que se cansaron de pelear por pequeñeces (por algo en el acta de fundación de la Convergencia todo el cuidado está puesto en el respeto de las "pequeñeces" de cada institución participante) sino que han tomado consciencia de que frente a la IPA y la AMP, su fragmentación los deja en posición débil.
Ahora bien, ¿qué tiene todo esto de "malo"?
¿Porqué todo esto debería ocultarse?
¿Qué tiene de "malo" que Miller quiera controlar la mayor parte del mercado psicoanalítico lacaniano e incluso hacer pie en los territorios de la IPA?
¿Qué tiene de "malo" que C. Soler quiera su parte de la sede de la ECF, o que I. Vegh y otros lacanoamericanos estén preocupados por su pedazo del mercado psicoanalítico?
Sin embargo, es un hecho que hablar de estas cosas genera los mayores rechazos en los ámbitos psicoanalíticos.
Es más, estoy seguro que este ítem de esta carta será el que mas rechazos generará y que posiblemente haya muchos colegas que llegados a este punto habrán optado por desecharla y descartarla con cualquier clase de justificación.
Y debo reconocer que me ha costado dar este paso.
¿A quién le puede gustar atraerse iras, desprecios, sornas, etc.?
A mi tampoco, ténganlo por seguro.
Pero no dejo de pensar que todo esto tiene una importancia fundamental en la causación de las crisis institucionales en el psicoanálisis. Y lo que es mas grave aún, que esto también tiene fundamental incidencia en lo que considero graves desviaciones del psicoanálisis tanto en lo que hace a ciertos aspectos propiamente clínicos como en lo que hace a su intervención en el campo de la cultura y lo social.
Quizás esté equivocado.
Pero la única manera de verificarlo es plantearlo y someterlo a debate.
Así que prosigo.
Notas
(1) Algunos detalles de los debates que esto generó se encontrarán en este mismo foro: "textos y debates" y "la crisis de 1999 en los foros de Buenos Aires y Sao Paulo".