Psicoanálisis y Ciencia

El padre en tanto causa
("Die Vateratiologie")

"Los analistas no pueden desmentir que son del linaje del pensamiento científico exacto
y se cuentan entre sus sostenedores.
Penetrados de la máxima desconfianza hacia el poder de las mociones de deseo de los hombres,
contrariando las tentaciones del principio del placer,
están dispuestos a sacrificarlo todo para conseguir una partícula de certeza objetiva:
sacrificar el refulgente brillo de una teoría sin lagunas,
la empinada conciencia de poseer una cosmovisión acabada,
la tranquilidad de alma que una motivación de anchas bases daría a un obrar ético y acorde a fines
"

Sigmund Freud, "Psicoanálisis y telepatía"
Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XVIII, página 170

El "gran secreto clínico"

Freud conceptualizó tempranamente la neurosis, y la histeria en particular, como un resultado patológico de la defensa. La escisión de la consciencia, admitida por parte de la psiquiatría (luego de los experimentos de Charcot) como un estado primario (por ejemplo Janet), es postulada por Freud como efecto de una operación, como secundaria respecto a un acto voluntario del enfermo.

En 1984 la neurosis es el resultado de la conjunción de:

El mecanismo por el cual se produce la histeria corresponde, así, a "un acto de pusilanimidad moral" (2), al tiempo que se presenta como "un dispositivo protector que el yo dispone" frente al conflicto psíquico.

La predisposición ocupa aún el lugar de respuesta a la pregunta por la causa, en tanto la etiología sexual no se presentaba aún como condición necesaria (para la neuropsicosis de defensa) sino como una verificación empírica.

Mecanismo psíquico y etiología sexual agruparán por separado a las neuropsicosis de defensa por un lado (histeria y obsesión) y las neurosis actuales por el otro (neurastenia y neurosis de angustia), estructurando la primera nosología freudiana.

La "teoría de la seducción" permitirá articular ambos elementos y generalizar la condición del segundo. Ello ocurrirá a partir de octubre de 1895, cuando en sus cartas a Fliess, Freud anuncia jubilosamente que finalmente las histéricas le han confesado el "gran secreto clínico" sobre la causa de las neurosis: "la histeria es la consecuencia de un susto sexual mientras que la neurosis obsesiva es la consecuencia de un placer sexual 'presexual' que más tarde se transforma en autorreproche (...), estos sucesos sólo entran a actuar como recuerdos" (subrayados de Freud) (3)

Freud señala que este "susto sexual" es el resultado de una vivencia primaria real, ocurrida en la niñez y constituye un tope último en la investigación rememorativa por la causa a partir del síntoma: "estimo que esta es una revelación importante, el descubrimiento de un caput Nili (origen del Nilo) de la neuropatología" (5). Esta escena viene a marcar el lugar oscuro en el que se origina el deseo, ese punto límite para el pensamiento.

El trauma sexual

En el origen, Freud encuentra un trauma ("herida o lesión provocada por un agente externo") sexual. Se trata de una situación de indefensión, donde son derribadas todas las barreras protectoras, donde el sujeto es impotente. El acontecimiento traumática implica un elemento inasimilable por el sujeto, al que provoca una brecha en su estabilidad. Freud lo expresará en términos económicos como "un avasallamiento del yo" a partir de una "elevación de tensión a raíz de la vivencia displacentera primaria".

La "exteriorización de terror (susto) con lagunas (brechas) psíquicas" (6) de la histeria testimonia de ese elemento inasimilable, elemento que se presenta como una insatisfacción primordial, pretérita.

Una insatisfacción particular pues no es la del sujeto: en la escena de seducción la histérica denuncia haber sido víctima del otro. El goce es goce del Otro, y más precisamente del padre, de cuya perversión resultará la histeria de la hija: "die vateratiologie" (el padre en tanto causa) (7)

"La histeria se me insinúa cada vez más como consecuencia de una perversión del seductor, y la herencia, cada vez más como seducción por el padre (...); entonces la histeria no es en verdad una sexualidad desautorizada, sino, mejor, una perversión desautorizada" (8)

Este goce del Otro provoca una brecha en el psiquismo, en tanto, como veremos escapa a toda simbolización.

En la neurosis obsesiva, en cambio, este goce es del sujeto. El reproche que señala este "punto de real", está por ende dirigido hacia si mismo. No obstante, Freud anticipa ya mismo el carácter subordinado de esta estructura ("dialecto de la histeria", dirá, en el historial de "el hombre de las ratas") al señalar que su condición clínica es una vivencia anterior "puramente pasiva", tal que la fórmula resulta: "displacer - placer - represión" (9)

Sexualidad y represión

En efecto, es el displacer el pivote de la articulación del trauma con la defensa. Existe una tendencia defensiva norma, aquella que rehuye la producción de displacer. Sin embargo hay ciertas condiciones en que el resultado de su actuación puede ser patógeno.

Ello se debe a que nuestro aparato psíquico se ha generado por estratificaciones sucesivas, en cada una de las cuales las huellas mnémicas experimentan un reordenamiento según nuevos nexos, una retranscripción. "Cada reescritura posterior inhibe a la anterior y desvía de ella el proceso excitatorio. Toda vez que la escritura posterior falta, la excitación es tramitada según las leyes psicológicas que valían para el periodo psíquico anterior" (10)

Dentro de la misma fase psíquica y entre transcripciones de la misma variedad, la inhibición de desarrollos de displacer es la expresión de una defensa normal. El resultado en cambio es patológico cuando el despertar de un recuerdo ya no supone un desprendimiento de afecto como cuando fue actual, sino el resurgimiento de una afecto nuevo. "El recuerdo se comporta en tal caso como algo actual. Y ello solo es posible en sucesos sexuales porque las magnitudes de excitación que aquellos desprenden crecen por si solas con el tiempo (con el desarrollo sexual)" (11). El suceso sexual de una fase produce efectos en otra como si fuese actual, y es por lo tanto no inhibible. "La condición de la defensa patológica es entonces la naturaleza sexual del suceso y su ocurrencia dentro de una fase anterior" (subrayado de Freud) (12)

Surgen así dos cuestiones a resolver:

La reanimación de la escena primaria traumática resulta de su conexión con otra escena (segunda en la vida del individuo, pero primera en el orden de sus asociaciones). El valor de esta última radica en que la asociación establecida entre ambas implica la reproducción actualizada de aquella situación traumática y el consiguiente desprendimiento de afecto.

Desde el punto de vista de la formación del síntoma lo que importa es la relación de sustitución que se estable entre ambas escenas.

El sujeto se encuentra, en consecuencia, escindido entre dos situaciones vividas. La represión interviene entre ellas como denegación de su traducción a una misma instancia psíquica, puesto que su conexión implica el desprendimiento de afecto.

El displacer que así se intenta evitar indica que el correlato de esta elisión de un significante (la escena traumática) es la existencia de un punto de goce. El sujeto se constituye, entonces, en relación a "otra escena", y desplazado de la función de agente. En ese sentido, puede decirse que el acontecimiento traumático reúne en S, en relación al sujeto, caracteres de exterioridad (en tanto lo deja sin recursos) y de interioridad (en tanto le compete íntimamente), testimoniando así la insuficiencia de estas categorías para dar cuenta de su extimidad.

Los dos tiempos del síntoma:

Por su parte, la raíz del displacer planteará todas las dificultades que puedan rastrearse en torno al concepto de satisfacción.

Desde el manuscrito K planteará el conflicto entre la sexualidad y el yo en términos de la moral, la vergüenza y el asco. Pero esto no lo dejará totalmente satisfecho y opinará que "dentro de la vida sexual tiene que existir una fuente independiente de desprendimiento de displacer; presente ella, puede dar vida a las percepciones de asco, prestar fuerza a la moral, etc." (subrayado mío) (13)

En términos más generales, la sexualidad se revela como un monto energético que demanda un trabajo psíquico. Lo sexual aparece como fuera del sentido: sólo es un exceso de placer (neurosis obsesiva) o displacer (histeria). El sufrimiento del síntoma remite a lo real de un goce que rebasa toda posibilidad de simbolización.

La palabra fantasía aparece por primera vez en la carta 59, del 6 de abril de 1997, como pieza faltante para resolver el rompecabezas de la histeria. Las fantasías aparecen como rodeos obligados e interpuestos en la búsqueda de la escena primaria. Es más, constituyen "unos parapetos psíquicos edificados para bloquear el acceso a esos recuerdos " (14). Se trata de sublimaciones y embellecimientos de aquellos hechos.

Estas fantasías se organizan "por medio de las cosas que fueron oídas y que se valorizan con posterioridad, y así combinan lo vivenciado y lo oído, lo pasado (de la historia de los padres y antepasados) con lo visto por uno mismo" (15)

Su construcción resulta de la "fragmentación" del recuerdo, falsificando en particular las relaciones de tiempo. "Así, un fragmento de la escena vista es reunido en la fantasía, con otro de la escena oída, mientras que el fragmento liberado entra en otra conexión" (16)

EL recuerdo, entonces, en su autenticidad misma, se vuelve inaccesible. Siempre queda un resto irreductible que el fantasma viene a recubrir. Resulta entonces una especie de mentira primordial: lo real engaña vía el montaje fantasmático. La verdad tiene estructura de ficción y se constituye como el límite de lo que el aparato psíquico puede tolerar. Finalmente, el fantasma viene a completar una secuencia clínica articulable con los lugares ubicados del lado de las "respuestas" en el grafo del deseo de Lacan:

El padre en tanto causa

La escena de la seducción es un fantasma histérico que descubre la estructura misma del deseo, poniendo en evidencia los términos de la fórmula lacaniana "el deseo es el deseo del Otro", y ubicando la constitución misma del sujeto a partir de esta condición. El sujeto sostiene y enuncia su propio deseo en una puesta en escena donde es el otro el que tiene la carga de la enunciación.

El padre es quien viene a responder por esta irrupción del deseo en el mundo del sujeto. Pero a diferencia de su presentación edípica, no será por la pacificación del amor, tampoco como objeto del deseo, sino como puro deseo, como encarnación del deseo. De ahí su efecto traumático.

La figura del seductor es la imaginarización histérica del padre real, el padre del goce absoluto, el padre que goza de todas las mujeres, incluida la hija, inclusión esta que la ubica en un todo de La Mujer. El padre seductor es el sueño histérico de la existencia de ese padre que tendría con el saber, la clave del goce.

Este relato de la seducción lo lleva a Freud a ubicar en un hecho fáctico esta introducción de lo real del goce, y desginar al padre como el agente de la misma. De esta manera, en esta primera conceptualización freudiana del padre, este aparece en su costado neurotizante (traumático). Es el padre gozador que reencomtraremos en el Urvater de "Totem y Tabú" (1913), en los imperativos de goce del superyó, en el dios maronita de "Moisés y la religión monoteísta" (1938).

La estructuración del fantasma permitirá una operación de sustitución del deseo al goce del trauma. El fantasma abre la dimensión de la verdad y la posibilidad de las reestructuraciones dialécticas, introduce cierta simbolización de ese goce fuera de la ley. La teoría de la seducción establece así una temprana articulación entre goce y deseo y plantea el problema de la elección de neurosis en términos de una posición del sujeto frente a ese goce primordial ("la morfología de la neurosis se traduce con facilidad a etiología") (17)

Notas

(1) Sigmund Freud, "Las neuropsicosis de defensa" (1984), Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo III, páginas 49/50

(2) Sigmund Freud, "Estudios sobre la histeria" (1895), Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo II, página 139

(3) Sigmund Freud, "Los orígenes del psicoanálisis" (correspondencia con Flies), carta número 30, del 15 de octubre de 1995, Obras Completas, Editorial Hyspamérica, Tomo 20, página 3520

(4) Sigmund Freud, "Nuevas conceptualizaciónes sobre las neuropsicosis de defensa", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo III, página 164

(5) Sigmund Freud, "La etiología de la histeria" (1896), Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo III, página 202

(6) Sigmund Freud, "Fragmentos de la correspondencia con Fliess) (1892-1899), Manuscrito K (Un cuento de navidad, 1/1/1896), Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo I, página 269

(7) Idem, Carta 60 del 28/4/97, página 287

(8) Idem, Carta 52 del 6/12/96, página 279

(9) Idem, Manuscritlo K, página 264

(10) Idem, Carta 52, página 276

(11) Idem, páginas 276/7

(12) Idem, página 277

(13) Idem, Manuscrito K, página 262

(14) Idem, Carta 61 del 2/5/97, y Manuscrito L, página 289

(15) Idem

(16) Idem, Manuscrito M, carta 63 del 25/5/97, página 293

(17) Sigmund Freud, "La sexualidad en la etiología de la neurosis"; Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo III, página 260

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