Psicoanálisis y Lucha de Clases |
Cuando el General San Martín vale más que las palomas
abril 2003
En muchos ambientes intelectuales o progresistas el rechazo a la guerra suele argumentarse con principios universales o generales: "por la paz", o "a favor de la vida", casi siempre de un modo general.
Por ejemplo, el 13 de enero pasado Clarín publicó un artículo de Julia Kristeva donde esta "psicoanalista y ensayista" decía que "la paz está en crisis en Gaza, en Jerusalén, en París, en Nueva York, de manera diferente y conjunta porque en el comienzo de este tercer milenio el discurso sobre la vida está ausente" (los subrayados son de la autora). Mas adelante agregaba/explicaba: "el déficit de la civilización moderna radica en nuestra falta de respuestas a las preguntas qué es una vida, qué quiere decir amar la vida".
¿Es explicando "qué es una vida", o "qué quiere decir amar la vida" como vamos a detener la guerra?
Esa es la vía de los que han ido a rezar a la carpa multirreligiosa que se ha montado en Plaza de Mayo.
En un reportaje televisivo, tres religiosos de la carpa (uno judío, otro musulmán y otro cristiano) insistían, codo a codo, en que con la muerte de cada ser humano era la humanidad toda la que moría. Sólo faltaba algún místico hindú.Me parece que las posiciones pacifistas abrevan de este tipo de principios que, en el fondo, son religiosos.
No existe la vida en general, existe la de los seres humanos concretos, que viven en determinadas condiciones sociales y mueren por causa de ellas. Ese tipo de abstracciones sólo es un recurso para ocultar la división de la sociedad en clases.
Este tipo de planteos busca ocultar las responsabilidades en juego. Con estos planteos podríamos "orar" todos juntos, y hasta realizar quizás una marcha conjunta, si no fuera porque, justamente, por sus compromisos políticos y económicos, los Rodríguez Saá y las Carrió no han querido, ni querrán, marchar contra la embajada de EE.UU.
Porque el problema es justamente ése: la guerra no es un sinsentido.
Quisiera ilustrarlo con una anécdota. A poco de comenzado el ataque yanqui, convocada por la maestra de su grado a hacer un dibujo alusivo a la paz, mi hija tuvo la ocurrencia de dibujarlo a San Martín. Un poco sorprendido, le pedí que me explicara por qué había dibujado eso. Me respondió que la mayoría de sus compañeritos dibujaron palomas, pero que ella no le encontraba mucho sentido a eso porque el problema con la guerra era que había que derrotar a los que hacían la guerra. Y ella pensaba que así como San Martín había derrotado a los españoles, había que ganarles a los que hacían la guerra.
La guerra es una de las más crudas desmentidas de todas las ilusiones que se puedan tener en algún "bien supremo" que pudiera eximirnos de la tarea histórica de resolver la división de la sociedad en clases sociales.
Hoy más que nunca es necesario reconocer y comprender esta situación.
Hay que hacerle la guerra a la guerra, a los responsables de la guerra, a los gobiernos imperialistas y sus lacayos; al régimen capitalista que no puede subsistir sin guerras