Sesión del 12 de enero 1972
"De la anécdota a la lógica"
Notas de lectura y comentarios
La ubicación de
las citas es indicada con número de página de la edición Paidós
1 - "Gödel para todos"
Las primeras páginas de la sesión “de la anécdota a la lógica” (más precisamente, de la 38 a la 40 de Paidós) fueron incluidas por Martínez y Piñeiro en su libro “el teorema de Gödel para todos” (1). La cita difiere en partes respecto de la edición de Paidós ya que el libro de Martínez se publicó un par de años antes (2009). Deduzco que han usado las fotocopias que podían circular en ese entonces como traducciones de las estenotipias del seminario de Lacan, y que el cuidado o precisión de la fuente no formaba parte de sus preocupaciones puesto que no hicieron ningún cambio en la reedición del 2015, muy posterior ya a la edición de Paidós.
La inclusión de ese capítulo dedicado a referencias de “fuera de la matemática” en un libro dedicado a la divulgación del teorema de Gödel se inscribe en el mismo hilo de fundamentalismo ideológico moral que Sokal y Bricmont desplegaron a lo largo de todo un libro (2), unos años antes, respecto a la mención, tratamiento o uso, de referencias o formulaciones de conceptos matemáticos que pudieran hacer personas ajenas a esa disciplina. De hecho, gran parte de sus críticas en ese “fuera de la matemática” no son más que un refrito de los planteos de Sokal y Bricmont, con el agregado puntual de las referencias que encontraron al tema de su propio libro, es decir, el teorema de Gödel. Y por eso caen sobre estas citas del seminario de Lacan, que no habían sido mencionadas por Sokal, quien, en su momento, se había motivado más por la asociación del raíz de menos uno de la matemática con el falo (en “Subversión del sujeto…”).
La referencia al libro “Prodigios y vértigos de la analogía” de Bouveresse (3) no parece haberles dado tampoco algo de inspiración retórica aunque sea para abordar una crítica con un mínimo de dialéctica. La posición fundamentalista los ha mantenido en el nivel de lo que sería la exposición de cosas “evidentes” por sí mismas, como se expresa en el hecho que el desarrollo de la media docena de “objeciones” que siguen no van más allá, en su argumentación, de la “exposición” del simple subrayado con negritas que han hecho de algunos párrafos de las citas.
En ese nivel, cualquier eventual discusión o comentario, pierde rápidamente sentido. Sin embargo, lo mismo que ocurriera con Sokal, no es difícil verificar que ese fundamentalismo no deja de ser una cobertura, una necesidad de discurso. Y las fallas que la misma intenta recubrir pueden, eventualmente, ser de algún interés.En el caso de Sokal, por ejemplo, es llamativo cómo sus posiciones fueron mutando al calor del show mediático que se desarrolló en torno a su “hoax” con la revista “Social Text”, y cómo toda su pretensión de debate con los “humanistas académicos progresías o izquierdistas y científicos sociales” que mudaban sus posiciones de izquierda “identificada con la ciencia y en contra del oscurantismo” hacia “una u otra forma de relativismo epistémico” que debilitaba “las ya frágiles posibilidades de una crítica social progresiva”, se esterilizó en ese fundamentalismo “intelectual” de las doctrinas “verdaderas” (4). El libro que escribió con Bricmont vino a dar cuerpo a ese lápida donde la discusión política desapareció y la reprimenda intelectual y moral se diluyó en su propio sin sentido, como lo demostraron sus conferencias en Buenos Aires, en 1998 (en la UBA sede Puán y en Flacso), destinadas a servir de soporte a las exaltaciones antilacanianas de manifestantes cuyas posiciones eran, justamente, por demás afines al posmodernismo que invadía la “izquierda” y que había sido el objeto original de su crítica “política”.
En el caso de Martínez y Piñeiro, lo interesante, a mi juicio, es lo que está implicado en la “obviedad” con que desarrollan sus “objeciones”. Como lo señalé más arriba, lo que ellos señalan como “evidencias” (con los subrayados de sus negritas), son fórmulas del siguiente tenor: “la estructura es lógica”, “lo real se afirma en los impasses de la lógica”, “ese real debe ser privilegiado por los analistas porque es el paradigma de lo que puede surgir del lenguaje”, “ese real en tanto se afirma por la interrogación lógica del lenguaje, es un modelo de lo que nos importa, a saber, de lo que nos entrega la exploración del inconsciente” (transcribo las citas de la edición Paidós).
Y en cierto sentido, cabe que nos preguntemos qué quiere decir esto de que “lo real es lo que se afirma en los impasses de la lógica”. Esto que a Martínez le parece una barbaridad en su “evidencia” (y así da soporte a sus “objeciones”) cabe que lo pensemos nuevamente, para ver qué es lo real, e incluso más básicamente, qué es la lógica. El propio Martínez no se lo pregunta y por eso piensa con respuestas que desconoce. Pero, obviamente, que las desconozca no quiere decir que no las exponga.La paradoja del asunto es que, quizás, las “respuestas” desconocidas que expone Martínez son compartidas con mucha gente, incluidos muchos analistas o terapeutas. Si quieren, podemos darle el nombre vulgar a esa situación, que sería la de manejarse con “prejuicios”. Un prejuicio es operar con una “respuesta” a priori, con un juicio previo, situación en la que, por más común y corriente que sea, no se tiene claridad sobre dichos juicios.
Recuerdo un reportaje a Rodríguez Ponte que hicimos para la revista Acheronta (5), donde señalaba cómo se colaban diferentes prejuicios en nuestras teorizaciones. Por ejemplo, decía que como Anna Freud no había sido muy leída en Argentina, dado que el "enemigo" principal en los primeros tiempos del lacanismo, en sus enfrentamientos con la APA, fue el kleinismo, entonces no se registró la importancia que tuvo Anna Freud y una de las consecuencias fue que “muchas cosas que son annafreudismo puro, funcionan con lenguaje lacaniano”. O lo mismo cuando no se lee con un mínimo rigor a Freud y Lacan, y se termina teniendo “pensamiento freudiano en jerga lacaniana, o viceversa”.
Es decir, hay conceptos, prejuicios, respuestas, que pueden sostenerse con un vocabulario supuestamente diferente al habitualmente referenciado. Lo que da cuenta de esos conceptos, o prejuicios, son las consecuencias conceptuales y lógicas que resultan del discurso que los sostiene.Volviendo a Martínez, entonces, creo que en lo que él entiende como “evidencias” en los dichos de Lacan, y en las objeciones que hace a las mismas, hay varios prejuicios que es interesante evidenciar, precisar.
Repasemos las objeciones, sea en la variante resumida del libro, o en la variante que explaya Martínez en la conferencia “Gödel y Lacan” (6) con la que presentó su libro en el Festival de Matemática” de Buenos Aires 2009 (no deja de ser llamativo el título que le da a su conferencia, con relación a ese contexto de presentación de un libro sobre Gödel en un festival de matemática).En la primera objeción pregunta qué relación podría haber entre la “estructuración lógica parcial” que podría resultar de la “exploración del inconsciente” con la “lógica binaria y estricta de la matemática que tiene como uno de los principios al tercero excluido”.
En la segunda objeción, atribuyendo a la experiencia analítica “un lenguaje hecho de deslizamiento de la significación”, que se manifiesta a través de “ambigüedades, equívocos, silencios, rodeos, alusiones, vacilaciones”, Martínez vuelve a insistir con la supuesta incompatibilidad con “el lenguaje estrictamente formal, inequívoco, construido como un objeto matemático muy preciso que definen Hilbert y compañía (supongo que en este conjunto es donde gustaría incluirse el propio Martínez, aunque es manifiesta su preferencia por la intuición y la "adecuación" con la "realidad"), justamente para eliminar toda ambigüedad. Son extremos opuestos”.El primer prejuicio en juego en estas objeciones es la pretendida equivalencia de la lógica con la matemática en términos de un supuesto lenguaje estrictamente formal e inequívoco construido como un objeto matemático. La marcada insistencia de Martínez sobre este punto, en estas dos objeciones, se reitera en todas las demás. Pero justamente, la lógica no es equivalente a las reglas matemáticas.
Hasta el siglo XVII la lógica se reducía al arte del buen pensar por el cual los filósofos se ocupaban de establecer los medios para descubrir verdades, siguiendo métodos de razonamiento establecidos por los griegos, y desarrollados, a lo largo de centurias, en la época medieval. La lógica fue la dialéctica de los diálogos socráticos, y también fue la querella de los universales del medio evo. Hubo que esperar hasta Leibniz y su “Characterística universalis”, para encontrar el primer intento de formalización del lenguaje con símbolos, a partir de la suposición de que las ideas simples se fundaban en un universo armónico de elementos simples que, combinados, daban lugar a proposiciones complejas. De ahí la iniciativa de Leibniz de asignarle signos a cada una de esas ideas simples, cuyo sistema, de ese modo, se constituía en un metalenguaje. Así, esa simbolización y manipulación de signos reproducía, para Leibniz, la estructura de todo el conocimiento humano.
El paso siguiente, de muchos lógicos, fue cuestionar la naturaleza de esa vinculación de los signos con esas ideas, o con lo que fuera alguna representación, reformulando esas relaciones en la ilusión de que podrían quedarse solo con la vertiente sintáctica o manipuladora de los mismos, es decir, solo con los signos. De hecho, el formalismo matemático supone que la utilidad de los símbolos no residiría en representar objetos del mundo real o imaginario, sino en las posibilidades combinatorias que los mismos tienen.
En suma, basta ir a la Wikipedia para recordar que la lógica llamada “matemática” estudia la inferencia mediante sistemas formales como la “lógica proposicional”, la “lógica de primer orden” y la “lógica modal”; y que hay otras lógicas, como la “informal” que se enfoca en el desarrollo lingüístico de los razonamientos y sus falacias, etc.2 - Lógica y lenguaje
En otros términos, la lógica formal resulta de la relación de la "matemática" con el "lenguaje". Los lógicos han sabido expresarlo en un gracioso "meme" que la ubica como resultado de una "relación sexual" entre esas dimensiones
Los problemas lógicos que trabaja Aristóteles son particularmente interesantes porque muestran las dificultades que conlleva el uso de las palabras y sus referencias, y en consecuencia, el peso que en esa lógica tiene la gramática. La formalización que permite la lógica moderna, en cuanto a la utilización de símbolos, por su parte, abre otras posibilidades. Lo vimos con la introducción de los cuantificadores lógicos, con Frege y su intento de logificación de la aritmética. Pero este intento de formalización tiene por fundamento su “Conceptografía”, en la que pretende concentrar, en ese nivel de metalenguaje, todo el contenido intuitivo de su teoría, para así poder eliminarlo en todo el despliegue posterior, para tratar de conformar un lenguaje lógico tan formalmente estricto como posible.
Desde que hay lógica, desde Aristóteles, la querella de los universales, etc, es la discusión de la relación de los signos con el sentido y con la referencia. La ciencia pretendería una relación biunívoca entre los signos y la referencia, excluyendo cualquier tercero del sentido. Es lo que proponía Galileo: "la naturaleza es un libro escrito en lenguaje matemático".En su artículo “sentido y referencia” (7) Frege señala que los conceptos tienen relación con los objetos. No hay concepto sin objetos que hagan de argumento y saturen las funciones. Si no hay objeto, entonces tendremos el 0.
Un eventual teorema de Hilbert hubiera permitido cortar el lazo de los signos con el sentido y la referencia, quedándonos con la perfecta autonomía de los signos, que no tendrían otro lazo que entre ellos.
En cambio, el lenguaje natural nos recuerda que la representación no es eliminable. Y el problema es que así como fracasó la ambición de Hilbert, las otras lógicas, por ejemplo la de Frege, también fallan en la misma pretensión de lograr una coherencia sin fallas en las relaciones entre signo, sentido y referencia. La paradoja de Russell es la demostración de la falla de la lógica de Frege, y de las ambiciones universales a partir de la teoría de conjuntos.La paradoja de Russell es lo que Lacan incluye en su definición de significante y sujeto. Un significante es lo que representa un sujeto para otro significante. Tenemos el conjunto de los significantes, al que siempre le falta uno, sea que armemos el conjunto de los que representan al sujeto o el conjunto de aquellos ante los que el sujeto es representado. Es lo que pasa con Signorelli. Si Signorelli representa a un sujeto del inconsciente es porque hay otro montón de significantes ante los que ese sujeto es representado por Signorelli desde su misma ausencia, desde la represión, que es lo que hace que Signorelli pueda funcionar como significante, es decir, cortado, separado del significado. Por eso la "verdad" nunca es la adecuación del signo al referente, sino que está siempre semi dicha.
Todos los lógicos tienen que partir de alguna referencia intuitiva. Cualquier sistema formal se organiza a partir de un sistema de axiomas que, en tanto punto de partida de cualquier deducción o razonamiento, son tomados como verdaderos, no deben ser demostrados.
En la Grecia antigua, el sentido que tenía el término “axioma” era el de algo evidente por sí mismo. Es decir, eran verdaderos, no porque los definiéramos como punto de partida, sino porque evidenciaban una "verdad". En la lógica moderna se ha olvidado esa antigua significación griega, aunque en cierto sentido se la conserve en la calificación de punto de partida que no requiere demostración. Con esa operación, en realidad, lo que se oculta, a diferencia de lo que pasaba con los griegos, es el contenido intuitivo que no deja de sostener cualquier sistema de partida. Eso era explícito en los griegos, con el contenido de los axiomas. Pero por aparentemente abstractos que puedan parecer los axiomas, por ejemplo los de Peano para conformar el sistema de los números naturales, si me voy a quedar con la simple escritura de N(1) para definir el primero de ellos, no se va a entender nada hasta que no lo diga en palabras del lenguaje natural, es decir, que el número 1 forma parte del conjunto de los números naturales N. Y así como cada uno de los otros 4 axiomas que conforman el sistema de Peano. Y al explicarlo con lenguaje natural estoy conformando ese conjunto axiomático con las referencias intuitivas de conjunto, de número, letras, ciertas operaciones, etc. Después, aclaradas esas cuestiones, puedo seguir escribiendo casi automáticamente, todos los teoremas y sus demostraciones. Pero siempre hay una referencia intuitiva subyacente que, en general, se terminará expresando como alguna de las paradojas asociadas al problema del infinito o el continuo matemático.De hecho, la formalización de Frege no tuvo que esperar a Gödel para encontrar su impasse: la paradoja de Russell dio por terminada esa aventura basada, principalmente, en la teoría de conjuntos. Quien reincidió en esa aventura fue Hilbert, con su fundamento mega matemático de una axiomática basada en la aritmética. Si algo demuestra ese teorema de Gödel, que motiva todo el libro de Martínez, es precisamente la imposibilidad de esa pretensión de que la matemática y la lógica puedan estructurarse de un modo estrictamente formal e inequívoco.
Es decir, aún en las instancias en que tengamos un lenguaje lo más estrictamente formal, lo más inequívoco, lo más construido como un objeto matemático, resulta que no se puede eliminar cierta interferencia de lo intuitivo con sus consecuentes fallas e impasses.
Pero como Martínez forma parte de esa “compañía” que cree seguir a Hilbert, ya no en la ambición de lograr ese absoluto simbólico, sino en la creencia lisa y llana en su existencia, el psicoanálisis solo podría ser lógico si se ajustara a alguna lógica predefinida, preexistente. Si la experiencia analítica no es formalizable estrictamente en función de alguna lógica predefinida, no sería lógica, o estaríamos haciendo planteos falaces acerca de cualquier asociación con la lógica.Eso es lo que confiesa, sin darse cuenta, cuando otorga la posibilidad de intentar pensar que la experiencia analítica podría “recibir” una "estructuración lógica parcial". Para él no es el lenguaje el que tiene una estructura lógica y, aunque no lo menciona explícitamente, de sus planteos se deduje que la teoría lingüística de Saussure no podría ser considerada un desarrollo lógico sobre el lenguaje, de la misma manera que no puede pensar que el inconsciente sea tributario de la estructura del lenguaje. Supongo que sería mucho pedirle que conozca las discusiones y debates que se han dado en el psicoanálisis sobre estos problemas, como por ejemplo, la discusión de Lacan con Laplanche (en el congreso de Bonneval sobre el Inconsciente, y debates derivados), quien planteaba que el lenguaje es la consecuencia del inconsciente, a contrapelo del planteo de Lacan de que el inconsciente es la consecuencia del lenguaje.
Para Martínez, el inconsciente no podría definirse en tanto “estructurado como un lenguaje”, porque para él, el lenguaje no tiene una estructura. Por eso mismo, el "deslizamiento de la significación", y la serie de las ambigüedades, vacilaciones, etc., que conforman la exploración del inconsciente están en un “extremo opuesto” a cualquier idea de estructura y de lenguaje formal. Este es exactamente el tipo de prejuicios que abunda con ideas como las de los lenguajes preverbales o las formas de "comunicación" afectiva, la empatía, etc.
La estructura está en el lenguaje, y por eso el inconsciente está estructurado "como un lenguaje". No se trata de que el psicoanálisis deba articularse con una lógica predefinida a voluntad.
Lacan a incursionado respecto de la conceptualización axiomática Hilbertiana, y ha llegado a plantear su propuesta de axioma: el fantasma. La última sesión del seminario XIV, en la edición Paidós, ha sido titulada “el axioma del fantasma”. $<>a es un axioma. Todos los "casos" podrían organizarse en función de ese "axioma". Es lo que Lacan trató de armar en ese seminario: una lógica asociada a ese axioma. Por eso toma el grupo de Klein, y la referencia axiomática de la matemática de los Bourbaki. Y sobre ese semi grupo de Klein arma las relaciones entre el “no pienso” y “no soy”, utilizando parte de la lógica de proposiciones (en particular, las leyes de De Morgan). Y así organiza las relaciones entre el ello y el inconsciente, es decir, entre el objeto a y la significación fálica. Es decir, toda una conceptualización que permite pensar, ordenar, muchos problemas clínicos, muchos casos, y que nos permite pensar el “no hay relación sexual”, en ese momento, en términos de “no hay acto sexual”.
Pero cualquiera de estas formalizaciones, lo que buscan incluir es el punto de falla, el “no hay”.Lo que le interesa a Lacan cuando analiza referencias matemáticas o lógicas, son los puntos de falla, los impasses. Porque, a diferencia del matemático, la pretensión del psicoanálisis no es suturar ese punto, sino poder incluirlo en la formalización.
Avanzar en lo que sería una lógica propia del psicoanálisis, una formalización de una estructura. Por eso, al comienzo de esta primera sesión de enero 72, dice que “la estructura es lógica”. Eso no quiere decir la estructura es un sistema cerrado, completo o consistente. Por eso mismo, Lacan insistió siempre en diferenciarse de la idea de un "estructuralismo" que, al modo de un Galileismo extendido, se proponía como un sistema "científico" para las ciencias sociales o humanas.La estructura es lógica, y las fórmulas de la sexuación escriben esa lógica.
Por ahora es el cuadrado con las cuatro escrituras de los cuantificadores y la función Φx, al que se irán agregando elementos de la lógica modal (lo posible, lo imposible, lo necesario y lo contingente) tal como figura en el esquema de la página 203.
Las fórmulas de la sexuación, ¿resuelven la relación sexual? Van a escribir la sexuación de los x que participen como argumento, alrededor de un agujero que es “no hay relación sexual”. Obviamente, no son lo mismo que el teorema de Gödel, pero no dejan de incluir la búsqueda de la precisión del "imposible". En tanto escriben la función "que hace obstáculo a la relación sexual", demuestran, de algún modo, la imposibilidad de esa relación. En ese sentido, realizan, con otra lógica, con otro lenguaje, con otra formalización, la prueba del teorema de Gödel.
Por ejemplo, si recorremos las fórmulas tal como están escritas a la altura de esta sesión, vemos que tenemos un solo lugar donde el cuantificador universal Ɐ no está negado, y un solo lugar donde el cuantificador existencial ꓱ no está negado.
Del lado derecho están negados los dos cuantificadores.A la izquierda, la escritura de la existencia es la excepción que confirma la regla, que permite construir un universal. La referencia de partida de esa escritura fue el padre de la horda primitiva del mito de Tótem y Tabú. Pero esto es algo que podemos verificar en muchos más ámbitos. Por ejemplo, en la cuestión tan básica del sujeto de la enunciación. Cuando alguien puede pasar de decir “tengo tres hermanos, pedro, pablo y yo” a decir, “tengo dos hermanos, pedro y pablo”, lo que está haciendo es excluirse del conjunto de los hermanos, pasa a ser un “hermano” diferente a los otros hermanos, desde la posición de la enunciación, que funciona como un punto exterior que cierra ese conjunto de hermanos.
Pero eso también va a pasar con la función de cualquier Ideal. En el lugar de la excepción se van a alojar todo tipo de ideales que van a permitir la constitución de conjuntos cerrados. El Ideal es lo que hace borde, desde esa función, al conjunto de los que se refieren a ese Ideal.
Esto funciona para la teoría también. Por ejemplo, cuando alguien anda buscando algún psicólogo con “perspectiva” de tal cosa o tal otra cosa, está buscando una referencia teórica que se ordene desde la función Ideal de esa “perspectiva”.
Después, a la derecha, tenemos el no todo, como negación solo del cuantificador universal. El no todo no niega el universal de modo forclusiva, sino de forma discordancial. No todo cumple con el Φx, pero eso no quiere decir que lo que no cumple con el Φx no lo cumple de un modo excluyente, no es que se forma otro conjunto cerrado con los que no lo cumplen.Lo que pone límite a esta vía de intentar formar un segundo conjunto cerrado con los que no cumplen, es la escritura de arriba a la derecha, que niega la excepción que podría dar sustento al cierre de ese conjunto.
Si no existe la excepción, el no todo no se puede cerrar como el universal. En el no todo tenemos una clase que no forma universal.
Si referimos ese costado de las fórmulas a las mujeres, podemos considerar las dos formas que se le podrían asignar a la fantasía femenina del Don Juan. Una variante, sería pensarlo como el que vale para todas, el que está para todas, y de ese modo, permite imaginar un cierto “todas”. La otra variante, planteada por Lacan en el seminario XX, donde ya no es que vale para todas, sino que está con cada una, una por una. De ahí el “mille e tre”. Es decir, un conjunto abierto, donde se pueden ir contando una por una, pero no se puede hacer la suma de todas.
Las objeciones de Martínez se basan en esas confusiones que estuvimos viendo: qué es la lógica, y entender que cuando Lacan hace referencias a la lógica, no es porque hay una equivalencia estricta con una lógica particular, una adecuación perfecta al alfabeto y las reglas de alguna lógica predefinida. Sino que, como vimos, Lacan va tomando referencias de diferentes lógicas, para construir una lógica propia del psicoanálisis, que no se ciega respecto de las fallas, que no busca suturar los impasses, sino que busca incluir esos agujeros en su formalización, porque esa es la experiencia del psicoanálisis. Estamos siempre lidiando con la falla de la lógica que se va deduciendo del discurso de cada caso. Cada paciente va exponiendo sus creencias, sus convicciones, su conceptualización del mundo, del sexo, de aquello, de lo otro, e incluso de sus problemas. Porque que alguien diga no se porqué me pasa lo que me pasa no significa que no tenga ningún saber sobre eso, sino que quiere que otro se sume a su discurso. De hecho, comenzar a responder con saber sobre lo que le pasa es justamente suturar esa supuesta falla con saber teórico. Y justamente, de lo que se trata no es de aportar saber que solo alimentaria el síntoma, sino dar lugar a que pueda desarrollar ese saber que, de un modo u otro hay, respecto de eso sobre lo que se supone que no sabe.Supongamos alguien que consulta sobre la dificultad en la que se encuentra en sus relaciones sexuales. Lo primero que podremos escuchar son todas las razones y suposiciones que tiene que explicarían o justificarían esa dificultad. Lo segundo que podremos escuchar es que todas esas explicaciones y justificaciones, si se toman en un sentido de realidad práctica (por ejemplo, el tamaño del órgano, la inhibición subjetiva para el acercamiento, etc., etc.) solo nos encontraremos con el impasse de la resignación de tomarlas como verdaderas e irremontables, o bien, darán lugar a las primeras contradicciones, fallas argumentales, correcciones discursivas, confesiones de su real práctica sexual, etc. , que van a ir dando lugar al desarrollo de cómo ese alguien viene resolviendo su “no hay relación sexual”.
Por ejemplo, en su tercera y cuarta objeciones, Martínez pregunta porqué Lacan se habría interesado en la aritmética o en Gödel, y no se conformó y ajustó a la lógica de Boole, o por qué no tomó por modelo un sistema formal que fuera completo, como sería el caso de los números complejos. La pretensión de Martínez es que el psicoanálisis se adecue a lógicas predefinidas, modelizables con conjuntos cerrados, al estilo de lo que podría esperarse de los programas informáticos, y las variantes modernas de los chatbot.
De hecho, ya no nos sorprende ver cómo la "lógica" de los programas informáticos va invadiendo todas las áreas de la vida. No solo porque en todas ellas encontramos cada vez más aparatos digitales con sus correspondientes "manuales", sino porque aún allí donde aparentemente no habría aparatos, es esa lógica del "manual" la que se impone como modo operatorio.
Es el caso de muchas psicoterapias, y en particular las terapias cognitivo conductuales, que creen que las ambigüedades del lenguaje son eliminables, que el lenguaje puede ser usado en forma inequívoca, de modo explícito. Por eso, obviamente, parten estableciendo algún acuerdo previo entre paciente y terapeuta sobre lo que sería el trastorno que motiva la consulta y como curarlo. Las “formas” de la psicoterapia en USA son al estilo de cualquier intervención médica: a partir de la firma de un “consentimiento informado”. Es decir, de algún modo se establece a priori en qué consistirá la curación del trastorno en cuestión.
Ese preacuerdo entre terapeuta y paciente es el acotamiento que requiere cualquier modelización de una situación. La noción misma de modelo para los cognitivos y conductuales, justamente, sigue la lógica de "manual" de la inteligencia artificial. Para decirlo de un modo sencillo y humorístico, podríamos decir que las TCC son como los videojuegos de la psicoterapia. Son dispositivos cuyas reglas y estrategias deben ser modelizables del mismo modo que en un videojuego, es decir, donde la semántica debe estar claramente acotada. Pero lo que habría que percibir en esta referencia al manual de uso (y que quizás queda perdido por esa insistente y general referencia a la "concepción del lenguaje") es que es el propio "terapeuta" el que se coloca aquí en términos de "aparato". Suele ponerse el acento en el consentimiento requerido al paciente a las reglas de juego de ese dispositivo como expresión de su objetivación, pero lo que no deberíamos perder de vista es que esa objetivación recae, antes que en el paciente, sobre el propio terapeuta y el dispositivo, en la medida en que ambos se presentan ante el paciente como un campo acotado de acciones y resultados posibles. El terapeuta y su dispositivo se presentan como un videojuego, con sus correspondientes reglas y objetivos finales, a los que el paciente debe avenirse, como un "gamer". De hecho, la actividad conceptual de los teóricos cognitivos comportamentales se parece más a la de los desarrolladores de software que a la de los médicos. Su trabajo consiste en programar, y reprogramar, los modelos de TCC que ofrecerán a los consumidores, como una secuencia de versiones cada vez más avanzadas de un programa. Las presentaciones en los congresos de TCC se parecen a las presentaciones de nuevos desarrollos de software, donde se destacan la formalización y modelización de nuevas funciones y nuevos recursos, a semejanza de lo que podría ser la presentación de una nueva versión de Office o Windows. Paradójicamente, cuanto más avanza esa modelización (que se supone es la modelización del comportamiento humano), más "sordo" se vuelve el terapeuta instrumentador respecto de su paciente, puesto que tanto mayor es la cantidad de "interpretaciones" de que dispone para clasificar y acomodar las variantes de su comportamiento, tanto menor será su capacidad para percibir lo singular, lo "diferente", del caso.
Desde hace mucho tiempo funciona en internet un primer modelo de ChatBot, al que llamaron "Laura", que ante las preguntas que se le formulan, elige la respuesta más apropiada entre una cantidad amplia de posibilidades que ya tiene registradas. Así llegamos a los modernos modelos de inteligencia artificial, como el ChatBot de la empresa OpenAI, o el Bard de Google, u otros ChatBot, respecto de los cuales, uno de los comentarios que me ha resultado más interesante fue el de Zizek, quien señaló que su temor no es tanto lo que responda el ChatBot, sino que la gente termine respondiendo igual que un ChatBot. Que es lo que podríamos ver en el funcionamiento de las “redes sociales”, donde lo que llama la atención no es tanto lo que dicen esas “redes” sino como la gente termina pensando y actuando de la misma forma en que “piensan” y “funcionan” esas “redes”.Obviamente que en psicoanálisis también nos encontramos con formalizaciones. La primera diferencia es que en psicoanálisis no se trata de modelar una “realidad”, no se trata de usar el lenguaje como medio de "comunicación" de la explicación de cómo es la realidad. El punto de partida es que el paciente es alguien que habla. El eje es lo que dice. Y por lo tanto, nuestra referencia pasa en primer lugar por la estructura del lenguaje. No para hacer un modelo teórico del lenguaje como se pretendería si fuéramos lingüistas (aunque no han faltado corrientes psicológicas que han buscado organizarse a partir de sistemas o modelos de comunicación, incluso psicoanalíticas, como por ejemplo, las conceptualizaciones de David Liberman). Sino para poder dar cuenta del sujeto que resulta de esa condición de parlante.
3 - Estructura y repetición
Por ejemplo, tomemos un caso sencillo de Freud, en la 17 conferencia de introducción al psicoanálisis, “el sentido de los síntomas” (8).
Es una paciente que tiene un síntoma que consiste en salir corriendo de su cuarto hacia un cuarto vecino, pararse frente a la mesa que hay ahí, llamar a la mucama y despacharla tras cualquier encargo intrascendente, y volver corriendo a su cuarto. Es una acción obsesiva que hace repetidamente, incluso varias veces en el mismo día. Freud señala que no era, “por cierto, un síntoma patológico grave, pero sí apto para despertar el apetito de saber”. Con la referencia a ese “apetito de saber” ya tenemos la indicación que no se apresta a dar una interpretación prefabricada, sino que se abre la pregunta por “la inexistencia de la verdad” que el síntoma supone, como lo formula Lacan en la sesión “de la necesidad a la inexistencia” (página 49), que estamos trabajando. El síntoma plantea una pregunta por una verdad que por ahora falta. El apetito de saber de Freud no convoca a una modelización sino a una verdad.Si esto cayera en un formulario estilo psicoterapeutico, entonces quizás convocaría indicaciones de ajustes de la conducta, con sugerencias de modificación o rectificación. Por ejemplo, que cuando va a salir corriendo del cuarto trate de hacer primero alguna otra cosa, así sea servirse un vaso de agua. Por ejemplo, hay una serie que se llama “El paciente”, en la que un psicólogo es secuestrado por un asesino serial para que lo cure. El asesino empieza a ir a terapia pero, obviamente, no puede contar todo, no puede decir la "verdad". Entonces después de 3 o 4 meses de terapia el psicólogo le reprocha al paciente que "no se abre", y que no lo puede ayudar si no le confiesa sus "verdades". La solución que entonces encuentra el asesino es secuestrar al terapeuta para poder proseguir su terapia al disponer de un contexto en el que puede abrirse y contarle, con franqueza, que su síntoma es que anda matando gente, y que ahora sí, entonces, el terapeuta tiene que poder ayudarlo, decirle como curarse.
Es un asesino serial que se quiere curar. A semejanza de la paciente de Freud, tiene acciones repetitivas, un tanto más “graves” claro está, pero que en algún sentido también le resultan, no sé si sintomáticas, pero al menos molestas, egodistónicas. Aquí se abren ciertas oscilaciones o ambigüedades entre el dejar de hacerlas o saber por qué las hace. Obviamente, al terapeuta no le gusta ni medio la situación y protesta alegando que si bien la situación ha permitido la apertura y la franqueza del paciente, no es un tipo de “encuadre” adecuado para un terapia, etc. Pero, constreñido por la situación, finalmente acepta proseguir con la terapia. Y es interesante, justamente, como se articula la psicoterapia para las orientaciones yanquis donde, por un lado se busca algún "saber" asociado, para el caso, a la "acción repetitiva", y como era de suponerse, se llega a la violencia que sufrió el asesino en su niñez y juventud por parte del padre, y cierta explicitación de la situación que conduce al asesinato, que se inicia en un sentirse humillado y violentado por la persona a la que termina asesinando. Es decir, una explicación en el sentido que el paciente asesina a gente como sustitutos del padre, como respuesta a situaciones similares a las que padecía por parte del padre. Pero la intervención del terapeuta no va por el desarrollo de la “verdad” de esas asociaciones sino por consejos para ponerle un de freno a la "impulsión", contención de la acción (supongo que en un contexto “normal”, esto se acompañaría de una medicación acorde a ese objetivo). Por ejemplo, que cuando sienta que va a lanzarse a un nuevo asesinato, haga otra cosa, vuelva a su casa, o piense en lo que le va a contar al terapeuta, o cualquier otro tipo de cuestión por el estilo. Es decir, las asociaciones y correlaciones con las situaciones infantiles no desmarcan la terapia del abordaje realista y práctico del síntoma en términos de la realidad de lo que hay que “curar”, de lo que hay que modificar. Por eso, no deja de presentarse como un gran “logro” la vez en que, en vez de concretar la acción de asesinar a una de sus víctimas, la secuestra y la trae al mismo lugar donde tiene retenido al terapeuta. La cosa, evidentemente se complica, pero habrá sido un “logro” que por fin se logró introducir una modificación en la conducta, una contención o freno en el impulso. Y así progresan las cosas, dando lugar a toda la serie televisiva, con un final bien acorde a estos objetivos “terapéuticos”.Freud podría haber hecho algo similar con su paciente de las acciones repetidas. Pero su posición es otra, y el lugar y función de las asociaciones que la paciente trae tienen otro destino. Las revelaciones surgen por parte de la paciente, aunque recién después de que, un cierto día, Freud pudo “vencer en ella un grueso reparo de principio”, cuestión sobre la que no da detalles ni explicaciones. La paciente asocia su acción obsesiva con lo que fue la escena de su noche de bodas en la que el marido, mucho mayor que ella, no pudo concretar el coito, y estuvo corriendo desde el cuarto de él al de ella, para volver a intentarlo, siempre sin éxito. En suma, se verifica una vez más la situación en que el tipo de relación sexual que se concreta no verifica lo que se espera que sea una relación sexual. Freud registra entonces la repetición de algunos elementos - correr de un cuarto al otro, reiteradamente - con la sustitución de quien hace las corridas: la paciente haciendo las veces del marido. Esto ya es comenzar a formalizar: lugares, acciones, sujetos.
Pero la paciente cuenta que no es que estuvieron varias noches haciendo lo mismo con el marido, sino que todo se reconduce a la sola noche de bodas, ya que la situación concluye en función de lo que se esperaba que ocurriera en esa noche, que la hacia diferente a lo que pudiera pasar, tanto da si igual o diferente, en otras noches. En esa noche debía quedar una marca, una mancha roja verificación de la potencia del marido y de la realización del coito. Antes del final de la noche, frente al fracaso de la relación, el marido suplió la falta de esa mancha con otra, concretada con un frasco de tinta roja. Como Freud no termina de hilar esta parte de la escena sexual con la acción obsesiva de la paciente, ella lo lleva al cuarto al que suele ir corriendo, donde esta la mesa y le muestra una mancha que hay en el mantel. Entonces ahí se completa la repetición. La mancha del mantel repite la mancha de tinta que, a su vez, repite la mancha que no hubo. El valor de esa mancha, que no hubo, y que se repite, está en la relación con el Otro. La mancha que el marido esperaba como original era la mancha de sangre que conjugaba la virginidad de la esposa y la potencia del marido, y que debía ser verificada por la mirada del otro, para el caso la mucama, alguien que validara la realización del acto sexual.
Pero no hubo mancha. No sabemos si la paciente era virgen, pero no hubo coito, y no hubo sangre.Con tinta roja se fabricó una marca sustituta de lo que no había, que resultó fallida ya que el marido volcó la tinta sobre la sábana, “pero no justamente en el sitio que habría tenido derecho a exhibir una mancha así”.
La mucama son los ojos del Otro, por eso forma parte de la acción obsesiva. Está claro que la mucama en sí no tiene noticia de lo que debe mirar, pero es convocada como mirada confirmadora. La escena es para que el Otro vea la mancha.
Tenemos la repetición completa, la articulación de una necesidad, algo que no puede dejar de repetirse, aunque como señalaba Freud en este caso no fuera algo muy gravoso para el paciente. En la repetición tenemos dos, en realidad tres escenas. Tenemos la escena que repite la paciente con la mancha del mantel. Y tenemos la escena con la mancha de tinta de la noche de bodas fracasada. Y la tercera escena es la que está perdida, y más que perdida, la que no hay, la mancha que debería haber habido y no hubo, pero que está en el “origen” de las repeticiones de la marca, de la escena. En la aparente repetición de lo mismo tenemos la repetición de la diferencia, la repetición de lo que falta, de una inexistencia.
Y esta repetición se arma con relación a una relación sexual basada en la intermediación del falo. Intermediación sostenida, no solo por el marido, sino por la propia paciente, que con su acción obsesiva suple, al tiempo que reitera, la falla, mostrar lo que no hubo.
Como vemos, entonces, la operación freudiana no es la modelización de un video juego, de un sistema de interpretaciones preestablecidas. Freud califica la acción de obsesiva, pero esa denominación no anticipa la explicación de la acción, no alcanza a ser un “diagnóstico” psicopatológico.No es que la configuración de diagnósticos sea algo bueno o malo. Son un forma de "modelización", de armar el caso en un formato. Esto puede venir planteado desde la misma conceptualización terapéutica, o por las formas institucionales. Por ejemplo, en un hospital, o en los planes de las obras sociales y prepagas, donde puede haber mucha referencia psicoanalítica, pero donde la intervención institucional es inevitable en la puesta en forma de encuadres con planes y objetivos terapéuticos predefinidos, en general a partir del tipo de diagnóstico.
La preocupación e interés de Lacan por la lógica, no es para dejar de hacer una formalización, al contrario, es buscando una formalización de la experiencia analítica. Pero su modelo, su paradigma, justamente, no es el de un sistema cerrado, de un modelo acotado, sino aquello en que la lógica, en sus propias fallas, aprehende algo. Es decir, los puntos donde se verifica que, ni el signo se reduce al puro signo, ni tampoco es absolutamente isomorfo de la supuesta “realidad”.Las respuestas predefinidas sobre qué significan las cosas, las suturas, no son más que lo que oculta, suplanta, lo real de las fallas. Son el pan cotidiano del psicoanálisis puesto que así se presentan los discursos de los pacientes. La simple diferencia entre psicoanálisis y psicoterapia es si vamos a cambiar una sutura por otra o si vamos a dar lugar a esas fallas, que solo pueden desenvolverse a partir de las inconsistencias e incompletudes de cualquier relato.
De hecho, volviendo al caso de Freud, podríamos preguntarnos, ¿qué significa esa escena, cual es el objeto que representa? Cuando se repite, ¿qué se repite?
Una manera seria decir que repite el objeto que falta, la mancha. La mancha es el signo de lo que falta. Así sostiene la mediación del falo. Pero eso solo es la manera de ir formalizando el desarrollo de la pregunta, de la misma manera que en la mirada del Otro, se pone en juego algo del objeto a. Como no es un historial, sino solo una interpretación de un síntoma, el caso no permite avanzar en su análisis, es decir, en qué más está en juego en la relación con ese marido, etc. Pero el análisis de otras acciones de esa paciente nos reenvía a una falla, a una inexistencia. Por ejemplo, “la compulsión de anotar el número de cada billete de banco antes de entregarlo” (10), que se pudo remontar a la moneda que le dio a un galante caballero que le manifestó que “nunca se separaría de ella por haber venido de su mano”, motivo por el que en varias ocasiones estuvo tentada de exhortarlo a que le muestre la pieza para convencerse de que su cortejo merecía crédito. Pero desistió por la buena razón de que “no es posible diferenciar entre sí cuños de igual valor”, y esa duda irresuelta dejó como secuela esa compulsión de anotar los números de los billetes, que por eso mismo si se diferencian individualmente de todos los otros del mismo valor. La repetición de la marca de los billetes de un mismo valor repite la marca del valor de una moneda con la que ya no se puede verificar la palabra de amor allí acuñada.La definición de Lacan de la lógica es “el arte de producir la necesidad de discurso” (48)
Cuál es el objeto en juego en esa necesidad del discurso, ya que en la sesión anterior decía que “el objeto de la lógica es lo que se produce de la necesidad de un discurso” (39)
Un discurso funciona, en cierto sentido, como el síntoma de la paciente de Freud, su síntoma forma parte de un discurso. Un discurso que incluye al Otro y que sostiene una necesidad.Lo que vamos a ver en esta sesión es la relación entre repetición y lógica: “nada de una necesidad lógica se manifiesta excepto en la repetición” (51).
La forma más básica de repetición sería que se podría asociar a la vida misma que, “demuestra no ser más que necesidad de discurso” (51).¿Qué es lo que sostiene esa necesidad?
O esa necesidad tiene un significado, y se lo damos, o esa necesidad tiene un objeto, una referencia. El meollo de la repetición, en el seminario IX es el rasgo unario que deja una marca perdida. Ahora vamos a tener la relación de los x con el goce
Lo que nos va a remitir a Frege es que “no es ni por el goce ni por la verdad como la inexistencia adquiere su estatuto, como puede ella inexistir”, es decir, llegar al símbolo que la designa como inexistencia, no en el sentido de no tener existencia sino en el de “no ser existencia más que del símbolo que la hace inexistente, el cual existe” (50)
Por el lado del goce vamos a tener el menos φ, y por la verdad, el medio decir. El punto es llegar al “signo que la designa como inexistencia”.Eso es lo que vamos a encontrar en Frege con su formulación de los números enteros, más precisamente del cero y el uno. Y el cero va a ser el signo de la inexistencia, a partir de la cual se va a constituir la serie de los números naturales, como repetición de esta inexistencia.
Vamos a dejar esto para la próxima vez ya que lleva su tiempo analizar estos desarrollos de Frege, y también veremos los juegos con el triángulo aritmético de Pascal.Notas
(1) Guillermo Martínez y Gustavo Piñeiro, “El teorema de Gödel para todos". Seix Barral
(2) Alan Sokal y Jean Bricmont, "Imposturas intelectuales", Editorial Paidós
(3) Jacques Bouveresse, "Prodigios y vértigos de la analogía".
(4) Michel Sauval, "Ciencia, psicoanálisis y posmodernismo”, publicado en los números 6 y 7 de la revista "Acheronta"
(5) Reportaje a Rodríguez Ponte en el número 22 de la revista "Acheronta"
(6) Guillermo Martínez, "Gödel y Lacan", Conferencia en el Festival de Matemática, Buenos Aires 2009
(7) Gottlob Frege, "Sentido y referencia", Ediciones Orbis
(8) Sigmund Freud, “Conferencias de Introducción al psicoanálisis”, Conferencia 17 “El sentido de los síntomas”, Obras Completas edición Amorrortu, Tomo XVI, página 239
(9) Serie "El paciente"
(10) Sigmund Freud, “Acciones obsesivas y prácticas religiosas”, Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo IX, página 105