Michel Sauval - Psicoanalista Seminario XIX "... o peor" de Jacques Lacan - Séminaire XIX "... oupire"

Sesión del 15 de marzo 1972
"El campo de lo uniano"

Notas de lectura y comentarios
La ubicación de las citas es indicada con número de página de la edición Paidós

El campo Uniano

El “campo de lo uniano” recubre la referencia a los diferentes “unos”, el rasgo unario, el uno de la repetición, el uno del Ideal, el uno del cuerpo, el uno del individuo, el uno del todo del gran Otro, etc., en una exploración de “las muchas cosas diversas que interesan en el Uno” (124)
El modo de caracterizar esta situación es la “bifidez del Uno” (132). La cuestión de la relación del Uno con lo real, con el goce.

En la última charla en Sainte Anne, que figura con el título “Teoría de las cuatro fórmulas”, dirá que en torno al “Haiuno” hay dos etapas: “el Parménides y la teoría de conjuntos” (195)

La teoría de conjuntos la venimos viendo con la teoría de Frege. El imposible, lo real, es matemático. Otro modo de pensar el conjunto vacío de la teoría de conjuntos.
No es la primera vez que Lacan hace referencia al conjunto vacío. De hecho, fue un instrumento fundamental para la articulación, en las sesiones de enero del 67, en el seminario sobre la Lógica del fantasma, entre el campo del “no soy” y el “no pienso”, en la medida en que la negación no cae ni sobre el pensar ni sobre el ser, sino sobre el "je" común a ambos (“pas je”).
Ahora lo va a relacionar con el 0 y el 1, y la imposibilidad de alcanzar el 2.

En cuanto al Parménides, Lacan señala que si hay en los diálogos platónicos algo del orden de un “primer cimiento de un discurso analítico”, seguramente el Parménides es el que “lo confirma” (137).
Sin embargo, este diálogo parece estorbar “en el nivel del discurso universitario”, donde se lo ha tomado como “una suerte de ejercicio puramente gratuito” (136).
El desarrollo de las relaciones entre el Uno y el Ser que el mismo nos presenta a lo largo de las 8 hipótesis, “sigue siendo problemático, objeto de escándalo” (136).
Lacan contrasta el “sarcasmo” con el que los “eruditos” abordan el Parménides mientras que el diálogo del Banquete “es tomado en serio como representación de algo concerniente al amor” (124), recordando al respecto el mito de Aristófanes sobre los andróginos, esos seres redondos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en la cabeza y, por supuesto dos órganos sexuales, unidos por la espalda, tan terribles por su vigor y fuerza que se sintieron suficientes para atentar contra los dioses, motivo por el cual Zeus los castigó partiéndolos por la mitad, y el amor, desde entonces, trata de reunir estos seres partidos en uno solo.

La lectura del Parménides puede dar la impresión de algo monótono y lleno de contradicciones.
De hecho, el desarrollo de las hipótesis se introduce como un ejercicio al que Parménides caracteriza de “palabrería ociosa e inútil”, pero no por ello un simple ejercicio de retórica o lógica, sino cargado de “realidad” ya que, como señala Parménides, solo en cierto modo forzado se anima a recorrer ese “océano tan vasto de palabras”.

De hecho, el debate que se plantea es por el estatuto de lo real.
Para Platón, lo real son las formas, y las cosas sensibles forman parte de cierta ilusión. En cambio, para Aristóteles, lo real son los individuos, lo real no es la idea de caballo sino cada caballo. Toda la lógica de Aristóteles está fundada sobre esta idea del individuo como real. De ahí la contradicción que se le presenta entre el universal y el sentido máximo de la particular, es decir, el caso en que el “algunos” de la particular, que es donde se asegura la existencia, pueda significar que algunos dicen “si”, sin que esto excluya la posibilidad que algunos digan “no”, respecto de la universal. De ahí que Aristóteles opta por el sentido mínimo de la particular que consiste en que esta no es más que la confirmación de la existencia de la afirmación de la universal: todos “dicen si” y no hay quienes “dicen no”, el “algunos” de la particular solo es una partición del “todos” de la universal. Si no, la universal queda sin “existencia”, puesto que esta proviene de la particular.

La opción de Lacan, en cambio, en el desarrollo de su cuadrado lógico, es optando por el sentido máximo de esa particular, y precisando la existencia al nivel de la particular negativa (en términos de la función fálica, la existencia del x que dice no a la Φx).
Volviendo al Parménides, tal como lo señala Lacan al comienzo de esta sesión de “El campo de lo uniano”, todo lo que el diálogo enuncia acerca del Uno como dialectizable “comienza por un nivel en el que no se dice nada excepto “Uno es””(123).
Todas las hipótesis comienzan con esa fórmula, “el Uno es”, o su negativa “el Uno no es”. Es el “Uno” y el “Ser”.
Tanto el Uno como el Ser pueden tener diferente sentido. El Uno puede ser, por ejemplo la Unidad o Unicidad en general, o la Unidad de algo que tiene unidad o es una cosa, o lo que tiene Unidad (algo que es uno). Y el Ser puede ser el tipo de ser que pertenece a una entidad (exista o no), o la esencia o naturaleza de una cosa, o la existencia, etc.

Así se arma la secuencia de las 8 hipótesis donde, como vimos, las más importantes son las dos primeras, en tanto configuran de algún modo la base de las demás.
La primera es la que define el Uno como absolutamente Uno, que no es, en ningún sentido, ni múltiple, ni un todo compuesto de partes, no es “algo” que “es” uno o “tiene” unidad, sino que permanece separado de todos los otros caracteres.
Ese “Uno es” sin atributos, ese “es” corresponde a la solo afirmación del Uno, una auto predicación.

En cambio, en la segunda hipótesis, se abre una “brecha”, una instancia, entre el Uno y el Ser.
El sentido de ese “es” es el de agregarse a la Unidad, la Unidad “tiene” (participa del) ser (οὐσίας μετέχει τὸ ἕν), “la esencia del uno no sería idéntica al uno mismo”.
Esto es lo que da lugar a la divisibilidad y multiplicación de partes y todo, el desarrollo de los números y el despliegue de la relación con los diferentes caracteres o atributos.

Y luego, en la secuencia de las siguientes seis hipótesis, vimos que las impares retoman las consecuencias de la segunda, y las pares retoman las consecuencias de la primera.
En la secuencia de las impartes, la tercera hipótesis aborda las consecuencias que resultan para los “Otros” a partir de lo desarrollado en la segunda. Si el Uno se define como un ente Uno que es uno y múltiple o un todo de partes (como en la segunda hipótesis), los “Otros” pueden ser otros “unos” que conforman un todo con una pluralidad limitada de partes, siendo cada una de estas una cosa limitada. Y la quinta hipótesis inicia la secuencia de las opciones negativas, el “Uno no es”, pero en términos similares a la segunda ya que el “no es” no significa la negación de un ser del tipo que sea (como se presenta en la siguiente hipótesis, que toma las consecuencias de la primera), sino que el Uno, aun no siendo, tendrá “ser” en cierto sentido. El “un Uno no es” significa que “hay” un ente Uno que no existe, y este ente inexistente puede conocerse y distinguirse de las otras cosas. El “no es” recae sobre la existencia de un Ente, pero no niega el ser del Ente. Por lo tanto, se pueden decir cosas acerca de este Uno y sacar conclusiones positivas. Y la séptima hipótesis es a la quinta como la tercera a la segunda, es decir, las consecuencias para los “Otros”, pero en este caso respecto de un ente que no “existe” pero “es”. Ya no se trata de la ausencia de la existencia de algo que tiene unidad (como en la tercera hipótesis) o la ausencia total incluso de “ser” (como será en la octava), sino de la ausencia de unidad de algún otro elemento que podría poseerla pero que se concibe sin tenerla, como es el “Uno no es” de la quinta hipótesis.

La secuencia de las hipótesis pares (a partir de la cuarta), se desarrollan a partir de consecuencias similares a la primera hipótesis.
Si el Uno se define como separado por completo de los Otros y absolutamente uno, en la cuarta hipótesis, dedicada a las consecuencias para los “Otros”, se concluirá que no pueden tener unidad como todo ni como partes, ni pueden ser una pluralidad definida de otros unos, los “Otros” no son aquí “otros unos” sino mera multitud carente de unidad. La sexta hipótesis, por su parte, retoma la primera pero en términos negativos, pero a diferencia de la quinta, define el “Uno no es” como “algo que no es”, es decir, no como un ente inexistente (pero del que se pueden decir cosas, como en la quinta) sino como un “no ente”. En suma, al dar a la expresión “no es” el sentido más completo posible, las consecuencias resultantes son las mismas que obtuvimos en la primera hipótesis al dar al “uno” su sentido más completo. Consecuentemente, en la octava hipótesis, que analiza las consecuencias desde los Otros, se supone la total abolición de todas y cada una de las “cosas unas”, es decir, de todo ente, con lo cual desaparece el último resto de ser y no queda nada en absoluto

En estas relaciones entre el Uno y el Ser, y entre el Uno y los Otros, reconocerán varios desarrollos de las matemáticas sobre, por ejemplo, conjuntos infinitos numerables y no numerables.
Por ejemplo, el conjunto de los números enteros es numerable, es un infinito en sentido potencial : los podemos ir contando en un procedimiento que puede continuarse una y otra vez, es decir, un infinito carente de límite.
Cantor reordenará esto, configurando conjuntos infinitos no numerables, es decir, infinito en acto, como un objeto cerrado y delimitado, una unidad diferenciada. Esto se planteará con los números transfinitos. En primer lugar con los ordinales transfinitos (a los que denominará con la letra “ω”), y luego con los cardinales transfinitos (a los que denominará con la letra hebrea “Aleph” א)

También podremos reconocer las diferencias entre clases y conjuntos en tanto la primera se fija con un atributo, sus componentes quedan caracterizados por el atributo, es decir, con relación a un universal (las clases de los caballos “blancos”, o de los hombres “buenos”). En cambio, la pertenencia de un elemento a un conjunto no tiene nada que ver con “pertenecer a un registro calificable como universal” (186).
A diferencia del Uno en juego en la clase, lo que distingue la noción de elemento en un conjunto es la “calidad de diferencia pura” (186).
Como veremos más adelante, la diferencia entre “el Uno de la diferencia y el Uno del atributo” es que el primero “no solo es contable sino que debe ser contado entre las partes del conjunto” (187)

En las hipótesis relativas a los “Otros” (principalmente la tercera y séptima), tendremos estas diferentes modalidades de multitudes de Otros, con límite o sin límite, conformando partes o no, etc.
Desde las relaciones que vamos a tener de las x en las cuatro escrituras de las fórmulas de la sexuación, desde el existe x para el que no es verdad que Φx, el universal de Φx, no existe x para el que no es verdad que Φx, y el no toda, vamos a encontrar varias relaciones con las hipótesis del Parménides, de los estatutos del Uno y su relación con el Ser y con los Otros.

Esta sesión sobre el campo de lo Uniano comienza con referencias a dos Unos diferentes.
Por un lado, la propia experiencia analítica, cuyo primer paso introduce en ella el Uno como el analista, y la impasse con que se confronta el analizante en su búsqueda para que con él eso dé dos, cuando convendría que se percate que “dos es ese Uno que él se cree, y que es cuestión de que él se divida” (125).

O bien la referencia al cuerpo como una de las formas del Uno, con las complicaciones que conlleva en Freud para la presentación de su diada de Eros y Tánatos, “en la que fracasa la relación sexual, a saber, la del Uno y el No-uno, o sea, cero” (124), ya que es imposible considerar que la copulación de dos cuerpos haga de ellos uno solo. Con el 0 y el 1 no alcanzamos el 2. A partir del 2, no hay problemas para desarrollar la serie de los números. Pero no es lo mismo para alcanzar el 2.

Podríamos retomar la modalidad de Uno que plantea Simone de Beauvoir, para quien “el existente es un cuerpo sexuado, por lo tanto, en sus relaciones con los otros existentes, que también son cuerpos sexuados, la sexualidad siempre está comprometida” (1), que podríamos reformular en términos de la segunda hipótesis, con el atributo de sexuado. Vimos, en reuniones previas, que para Butler, en cambio, el sexo biológico también sería una construcción cultural, un invento para legitimar la idea de género, “no existe una identidad de género detrás de las expresiones de género; esa identidad se construye performativamente por las mismas «expresiones» que, al parecer, son resultado de ésta” (2).
Esta asignación “performativa” del género tuvo sus antecedentes tan fundamentalistas como la estricta asignación biológica, para poder configurar un dos.

Hace bastante tiempo, el psicólogo John Money introdujo la idea de “identidad de género” como una asignación externa la biología, pero que se encarna en ella. Fue uno de los pioneros en el tratamiento hormonal y quirúrgico de la transexualidad, a partir del tratamiento de reasignación de sexo que brindaba en la que fue la primera clínica del hermafroditismo (lo que hoy se denomina intersexualidad), al amparo de la universidad John Hopkins. Su planteo era que la diferencia biológica entre los sexos se reduce a las propiedades gestoras de la mujer (menstruación, gestación y amamantamiento), pero todo lo demás (personalidad, percepciones , habilidades, emociones, etc.) son una construcción social: cada infante es una página en blanco que aprenderá no solo a actuar como hombre o mujer sino también a sentirse tal.
Retomando la consigna de Simone de Beauvoir, él también sostenía, en cierto modo, que “no se nace mujer, se llega a serlo”. Pero lo que le otorgó la fuerza del prestigio científico a sus planteos fue la circunstancia de un ensayo dramático, que funcionó por décadas como fundamento probatorio de sus ideas. En la década de 1960, un matrimonio llevó a sus hijos gemelos, de 7 meses de edad, a un hospital para resolver alguna rara fimosis (puesto que parece haber afectado a ambos gemelos), mediante circuncisión. Esta circunstancia fue dramática ya que el bisturí eléctrico utilizado para ese fin funcionó mal y quemó completamente el pene del primero de los gemelos, sin disponer en aquellos tiempos de cirugía reconstructora alternativa. De este modo acudieron a lo de Money quien les propuso como solución para el bebé mutilado proceder como con algunos de los hermafroditas, es decir, una “asignación” de sexo. El niño fue castrado y se le realizó una vulva rudimentario, y se decidió criarlo como una niña, sin contarle nunca la verdad. Así se gestó este famoso experimento de cambio de sexo que demostraría que ser varón o mujer es algo totalmente separado de la biología.

En suma, así como tenemos la suposición de la asignación biológica sexual de base, sea en la vertiente clásica donde la identidad de género equivale a dicha asignación biológica, sea en la vertiente cultural (como la de Simone de Beauvoir) en la que la identidad de género es una construcción cultural a partir de esta existencia sexuada, también tenemos el planteo de separación completa de la biología y el género, sea en la versión extremistas en que la identidad de género es innata pero no forzosamente ligada a la sexuación biológica (el planteo de “cuerpo equivocado”), sea la versión cultural de la identidad performativa del género (como el planteo de Butler), sea en la versión aún más extremista de Money, que esa asignación cultural del género se equipara con la asignación biológica pero como resultado de la acción cultural sobre la biología.

El “experimento” de Money le dio el prestigio “científico” a sus planteos, que luego infiltraron la teoría de muchos campos de la psicología, la sociología e incluso de la educación sexual para niños (como vemos con los planteos de la “libre elección” de “identidad”, de “género”, etc.)
Cabe acotar que el experimento, finalmente, fue un fracaso. E incluso podríamos decir que terminó sirviendo a los defensores de la asignación biológica del sexos. En efecto, el niño transformado en niña, Brenda, aún sin saber nada de la operación, no se llevó nunca bien con su “sexo asignado”. Al parecer, le gustaban los “juegos de varón”, odiaba las muñecas, no hacia amigos, en la escuela le hacían bullying, y hasta el hermano se sentía avergonzado por esta “gemela” bizarra. La situación fue tan problemática que finalmente, a los 13 años, los padres le confesaron la verdad de su historia. El resultado fue que Brenda volvió a lucir y actuar como varón y con el dinero que obtuvo como indemnización de parte del hospital donde había sido mutilado inicialmente, se realizó una reconstrucción peneana. Luego se casó con una mujer, con quien adoptó un par de niños. Pero las cosas no culminaron en la felicidad. Brenda, rebautizada David, terminó separándose de su pareja, y suicidándose a los 38 años, un par de años después que su hermano gemelo también muriera por sobre dosis de drogas.

Podríamos decir que el caso de “Luana”, en Argentina, tiene muchas similitudes. En ese caso, hasta donde sé, no se ha apelado a cirugías, pero la asignación de sexo (atribuida, de modo "abusivo", puesto que la acción de adultos sobre un menor, a la propia “Luana”) insiste en solucionar con “identidades” el problema de la diferencia sexual y cómo, desde Uno, acceder a un dos. Aquí tendríamos una “identidad sexual” atrapada en un cuerpo “equivocado”, y con Money tendríamos un cuerpo (el de Brenda) atrapado en una asignación sexual “equivocada”.
Los planteos de Money son muy afines a las ideologías sociológicas que buscan priorizar el “determinismo” cultural al biológico. Hasta el planteo “lacaniano” de que la “necesidad biológica” debe “pasar” por los desfiladeros del significante puede transformarse rápidamente en la idea de que lo “simbólico” determina todos los fenómenos del cuerpo. Conozco un caso en que, durante un año, analizaron la incipiente parálisis de una pierna como un síntoma histérico antes de admitir la realización de los estudios que determinaron que se trataba del comienzo de una esclerosis múltiple. Obviamente, hicieron caso omiso del a.b.c. de los planteos freudianos sobre los síntomas de conversión. Para Freud, los síntomas conversivos no se crean por pura acción psicológica sino que se apoyan sobre una solicitación somática. Los síntomas conversivos de Elisabeth von R. en su pierna tenían como apoyatura las sensaciones del apoyo de la pierna de su padre sobre la suya cuando lo cuidaba de sus afecciones y le vendaba la pierna. Una ejemplo de formalización extrema de equivalencia psicosomática es Chiozza y sus planteos de determinados fantasmas asociados a las afecciones de cada “órgano” .

Retomaremos la próxima con la sesión “Haiuno”.

Notas

(1) Simone de Beauvoir, “El segundo sexo”, tomo I, “los hechos y los mitos”, Ed. Siglo Veinte, página 12

(2) Judith Butler, “El género en disputa”, Editorial Paidós, página 85.

 

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