Michel Sauval - Psicoanalista Jacques Lacan, Seminario "La angustia", Lectura y comentarios de Michel Sauval

Notas y comentarios
Sesión del 20 de marzo de 1963

La mujer y el deseo del Otro

El goce de la mujer

Tras situar la angustia entre el goce y el deseo, Lacan señala que debemos concebir al goce como profundamente independiente de la articulación del deseo, en la medida en que este "se constituye mas acá de la zona que separa goce y deseo, y que constituye la falla donde se produce la angustia" (1), La ley que constituye al deseo no alcanza a concernir al Otro real (el que está interesado en el goce) en su centro, sino excéntricamente: a sustituto de A.
Para Lacan, todo el espectro de "las degradaciones de la vida amorosa puntuadas por Freud, son los efectos de esta estructura fundamental, que es irreductible" (2).

El vínculo con el nudo del deseo funciona diferentemente para el hombre y la mujer. Para el primero, "el signo menos con el que está marcada la función fálica" hace que " su vínculo con el objeto deba pasar por la negativización del falo y el complejo de castración" (3),En cambio, esta relación es mucho más laxa para la mujer. El - en el centro del deseo no es un nudo necesario para ella, motivo por el cual "demuestra ser superior en el dominio del goce" (4). En su confrontación con el deseo del Otro, "el objeto fálico solo interviene para la mujer en segundo lugar y en la medida en que desempeña un papel en el deseo del Otro" (5) (ver notas y comentarios). La simplificación que esto implica en su relación con el deseo del Otro le permite una "mayor libertad": "ella no se sostiene allí tan esencialmente como el hombre en lo que respecta al goce" (6). Y esto se pone de manifiesto "cada vez que aborda el campo confusamente designado como el de la contratransferencia" (7).

Lacan ilustrará esta superioridad de la mujer con la referencia a Tiresias (al que propone como "patrono de los psicoanalistas") (8), quien fue mujer durante 7 años, convertido en tal por "haber tenido la imprudencia de molestar a dos serpiente acopladas, las de nuestro caduceo" (y luego volver a su condición anterior tras repetir ese mismo atentado), y por tal razón puede atestiguar, en el debate entre Júpiter y Juno que "el goce de las mujeres es mayor que el del hombre" (9). Para Lacan, la cuantía de esa superioridad solo depende de la limitación que le impone al hombre, en su relación con el deseo, que inscriba al objeto en la columna de lo negativo, es decir, el -.

Vacío y agujero

El tema del menos, lo lleva a Lacan a una discusión con Sartre en torno al estatuto de la falta y los agujeros.

En el segundo capítulo de la cuarta y última parte de "El ser y la nada" (10), Jean Paul Sartre discute con los psicoanalistas sobre la función de los agujeros, en particular "el atractivo que ejercen sobre el niño toda clase de agujeros (agujeros en la arena, en la tierra, grutas, cavernas, cavidades), y han explicado ese atractivo sea por el caracter anal de la sexualidad infantil, sea por el shock prenatal, sea, inclusive, por un presentimiento del acto sexual propiamente dicho". Para la concepción sartreana del "cuerpo para mi", ninguna de estas explicaciones es válida porque es imposible "que el niño capte una parte cualquiera de su cuerpo como una estructura objetiva del universo. Solo para el prójimo el ano aparece como orificio; no podria ser vivido como tal, pues ni siquiera los cuidados íntimos que la madre presta al niño podrian descubrírselo en ese aspecto: el ano, zona erogena, zona de dolor, no está provisto de terminaciones nerviosas táctiles. Al contrario, por medio del prójimo -por las palabras que la madre emplea para designar el cuerpo del niño- aprende este que su ano es un agujero. Por lo tanto, la naturaleza objetiva del agujero percibido en el mundo iluminará para él la estructura objetiva y el sentido de la zona anal y dará un sentido trascendente a las sensaciones erógenas que el niño se limitaba hasta entonces a existir. En si mismo el agujero es el simbolo de un modo de ser que el psicoanálisis existencial debe esclarecer. No podemos insistir en ello ahora. Sin embargo, inmediatamente vemos que el agujero se presenta originariamente como una nada "que he de llenar" con mi propia carne: el niño no puede abstenerse de poner su dedo o todo el brazo en un agujero. Este me presenta, pues, la imagen vacia de mi mismo; solo tengo que meterme en él para hacerme existir en el mundo que me espera".

Lo que Lacan discute, justamente, es esta concepción de constitución subjetiva como llenado de un agujero. Corrigiendo la idea de que "lo real está siempre lleno (plein)" (y que el agujero solo puede provenir de lo simbólico), Lacan precisa ahora que "a lo real no le falta nada" (11). Y el paradigma para desarrollar estas relaciones es el de los potes, que, aún si se hacen varios iguales, seguro que son diferentes, porque "su identidad, o sea, lo sustituible entre los tarros, es el vacío en torno al cual está hecho un tarro". La acción humana empieza cuando este vacío "es tachado, para llenarse con lo que constituirá el vacío del tarro de al lado" (12).

La primera parte de esta sesión se completa con una larga discusión de Lacan con Piera Alaugnier acerca del uso de su enseñanza (13).

Caso clínico

Llegamos así a un caso clínico (una paciente de Lacan, situación poco común en su enseñanza), que de algún modo ejemplifica sus desarrollos sobre "la relación de la mujer con el goce y el deseo". Esta relación se despliega respecto de tres hombres: su marido, un primer amor, y su analista.

Respecto al marido, la paciente se queja que, siendo sus insistencias sexuales algo fundante en su matrimonio, actualmente "la desatienda demasiado tiempo como para que ella no se dé cuenta". No obstante, explica que "poco importa que me desee, con tal de que no desee a otra" (14). Por otra parte, esta paciente también testimonia que "la tumescencia no es privilegio del hombre", pues ella experimenta una hinchazón vaginal que responde al surgimiento, en su campo, de cualquier objeto preciso. Este estado, "que no le resulta desagradable", "más bien algo incómodo, cede por sí mismo".

Respecto a su analista (Lacan), señala que todas sus iniciativas le están dedicadas, cualquier objeto la obliga a evocarlo como testigo, no para obtener su aprobación sino "solo la mirada", señalando que "esta mirada me ayuda a hacer que cada cosa cobre su sentido" (15) .

Finalmente, la referencia a su primer amor, "un estudiante de quien se vio pronto separada, pero con quien continuó manteniendo una correspondencia, en el pleno sentido de la palabra", por medio de la cual desenvolvió toda una red novelesca, que prosiguió con la mayor obstinación, hasta envolverse "en una especie de capullo". Esa relación sería contraria a la que mantiene con su analista, con quien se esfuerza "por ser siempre verdadera". Cuando está con su analista no escribe novela; la escribe cuando no está con él. Lo que ella quiere no es tanto que él la mire sino que su mirada sustituya "a la suya propia"; "lo que reclamo es su ayuda. La mirada, la mía, es insuficiente para captar todo lo que hay que absorber del exterior. No se trata de mirarme hacer, se trata de hacer por mi".
Y agrega: "estoy teledirigida" (16).

Erotología analítica

Este caso testimonia que la "vasija femenina" no está ni vacía ni llena: no le falta nada. Para ella, "la presencia del objeto está, por así decir, por añadidura", porque "esta presencia no está vinculada a la falta del objeto causa del deseo, al - con la que está ligada en el hombre" (17). Por eso, para la mujer, "la impotencia del partenaire puede ser muy bien aceptada, así como sus faltas técnicas", y las situaciones de "fiasco". La presencia del objeto es por añadidura y lo que le importa es el deseo del Otro. Es lo que testimonia la paciente de Lacan, en la forma en que refiere el deseo de su marido. Para ella no es un "deseo enfermo", a ella le importa ese deseo, aunque "no le importe tanto que él lo manifieste" (aunque siempre y cuando no desee a otra), dando cuenta así del amor, en tanto idealización del deseo.

Lacan subraya este vínculo de la mujer con las "posibilidades indeterminadas del deseo". "Ella se tienta tentando al Otro" (18), y "cualquier cosa le sirve para tentarlo, cualquier objeto, aunque para ella sea superfluo", porque "es el deseo del Otro lo que le interesa" (19), y ese deseo "es el medio para que su goce tenga un objeto (...) conveniente" (20). Su angustia no es sino ante el deseo del Otro, del que ella no sabe bien, a fin de cuentas, qué es lo que cubre. De este modo, Lacan concluye que, "en su conjunto, la mujer es mucho más real y mucho más verdadera que el hombre", porque pasa por el deseo con mayor tranquilidad y siente "cierto desprecio por su equivocación (mépris de la méprise)" (21).

Ese es un lujo que el nombre no se puede permitir; "no puede despreciar la equivocación del deseo" porque "su calidad de hombre consiste en dejar ver su deseo a la mujer" (22). La angustia del hombre, justamente, está ligada a "la posibilidad de no poder" (23).
Si retomamos lo señalado respecto al masoquismo en cuanto a la ocultación, por el goce del Otro, de una angustia que se trata de despertar, el llamado masoquismo femenino adquiere un sentido muy distinto y bastante irónico: "es un fantasma masculino". En ese fantasma, "es por procuración y en relación con esa estructura imaginada en la mujer que el hombre hace que su goce se sostenga de algo que es su propia angustia" (24). Él imagina a la mujer en posición de objeto de un goce y, a semejanza del masoquista, por la procuración de imaginarse en la posición del que goza, logra que su goce se sostenga de algo, que en realidad, es su propia angustia. Con este fantasma el hombre recubre "el objeto y la condición de deseo. El goce depende de esta condición. En cambio el deseo, él, no hace más que cubrir la angustia" (subrayado mio, ver en la nota a pie de página el detalle de las diferencias entre la estenotipia y las ediciones Seuil/Paidós) (25). En esta erótica, para el hombre, la mujer es un objeto hecho con el objeto perdido, con - (de ahí el mito de la mujer hecha a partir de una de sus costillas).

Para resumir, podemos decir que "en el reino del hombre siempre está presente algo de impostura", y en el de la mujer, si hay algo que podría corresponder a esto, es la "mascarada" (aunque no es lo mismo) . Lo que hay para dejar ver en el caso de la mujer, es lo que hay. En cambio, para el hombre, "dejar ver su deseo es esencialmente dejar ver lo que no hay" (26)

Lo contrario a eso es la figura de Don Juan, un hombre al que, como las mujeres, no le faltaría nada, "perfectamente igual a sí mismo", que, por eso mismo "es un sueño femenino", "una pura imagen femenina" (27). Recordemos que Don Juan es un personaje arquetípico, creado por Tirso de Molina, configurado en la literatura española y con larga descendencia literaria europea. Es un seductor que no se enamora, que sólo juega a seducir, no busca en una mujer lo que la distingue y diferencia de las otras. "Si se desliza en la cama de las mujeres, está ahí no se sabe cómo", el deseo tiene muy poco que ver en el asunto, "está en relación con algo frente a lo cual debe cumplir cierta función. Llamenlo odore di femmina" (28).
En Don Juan "la compleja relación del hombre con su objeto está borrada para él, pero a costa de aceptar su impostura radical" (29). El está siempre en el lugar de otro, es "el objeto absoluto" (30).

Y si una de sus conquistas se enamora, "siente que es verdaderamente el objeto en el centro de un deseo" (como le ocurre a Doña Elvira, en la opera bufa de Mozart), "de esto es de lo que en verdad huye"

Notas

(1) Jacques Lacan, El Seminario, Libro X, La angustia, Editorial Paidós, página 199

(2) Idem

(3) Idem

(4) Idem, página 200

(5) Idem

(6) Traducción de la estenotipia.
En Paidós, página 200, la redacción es un poco más confusa porque se les ha perdido la referencia al hombre : "ella depende menos esencialmente, wesentlich, de la relación con el Otro que [el hombre], en particular en lo que se refiere al goce". Es un error de Paidós, que no está en la edición de Seuil.

(7) Idem

(8) Tiresias fue uno de los dos adivinos más famosos de la mitología griega.
Ver en Wikipedia.
Ver más referencias a Tiresias, las "Metamorfosis" de Ovidio y la "Tierra Baldía" de T.S. Eliot en las "Referencias"

(9) Lacan, op. cit., página 201

(10) Jean Paul Sartre, "El ser y la nada", (disponible aquí)

(11) Lacan, op. cit., página 202.
Lacan pretende no haber sostenido nunca que "lo real está siempre lleno". Sin embargo, la idea de un "real pleno" fue planteada en el pasado, en varias ocasiones, como en el seminario IV "La relación de objeto", en las sesiones del 13 y 27 de marzo de 1957, y también en el seminario VI "El deseo y su interpretación", en la sesión del 29 de abril de 1959.
En la primera de estas decía que "La propia noción de privación , tan sensible y visible en una experiencia como esta, implica la simbolización del objeto en lo real. Ya que en lo real, nada está privado de nada. Todo lo que es real se basta a si mismo. Por definición, lo real es pleno. Si introducimos en lo real la noción de privación, es porque ya lo hemos simbolizado suficientemente" (subrayado mio) (página 220 de la edición Paidós).
En la segunda dice: "El agujero real de la privación es precisamente algo que no existe. Al ser lo real por naturaleza pleno, es preciso, para hacer un agujero real, introducir un objeto simbólico" (subrayado mío) (página 250 de la edición Paidós).
Y en la tercera, señala que "en el plano imaginario, algo es capturado, marcado, sustraído. De ello resulta un sujeto realmente privado. Nuestro conocimiento, nuestra contemplación, no nos permite localizar, situar, esa privación en ningún lado de lo real, porque lo real en calidad de tal se define como siempre pleno" (subrayado mío (página 386 de la edición Paidós)

(12) Idem

(13) Idem, páginas 203/4.
Tras señalar que "solo hay mostaza cuando se sube a la nariz", comienza aclarando que lo dice porque "recientemente se nos planteó un problema de este orden", para más adelante reprochar que "si ud quiere, Piera, distinguir el caso de acting out que observó, y muy bien observado, si quiere ud distinguirlo como lo que usted llama transferencia actuada - lo cual , por supuesto es una idea distinta, suya, que merece ser discutida - sea como sea, a lo que se remitía es a mi cuadro, porque invoca en ese texto el embarazo en el que había encontrado su sujeto. Dado que ese término no se emplea demasiado fuera de aquí, es aquí donde habrá tomado nota de él" .
No logré averiguar a qué texto se refiere, ni cual es el sentido de esta discusión

(14) Idem, pagina 205

(15) Idem
En la edición Paidós dice "cada cosa adquiera un sentido"; en Seuil dice "faire prendre a chaque chose un sens"; en la estenotipia dice "faire prendre a chaque chose son sens". Como lo hemos señalado en las referencias, esta sesión, junto a la del 14 de noviembre del 62, son las dos de las que no disponemos un registro sonoro para contrastar. A diferencia de "su", si ponemos "un", tenemos la libertad de la indeterminación: cualquier sentido. En cambio con "su", restringimos esa determinación, acotándola al objeto o a quien otorgue ese sentido.,

(16) Idem, páginas 205/6

(17) Idem, página 206

(18) Idem, página 207
En las ediciones Paidós y Seuil escriben "Otro", con mayúscula. En las versiones de Roussan, la AFI, o Staferla, escriben "otro", con minúscula

(19) Idem

(20) Ide,. página 208

(21) Idem

(22) Traducción de la estenotipia.
En Paidós (página 208) figura: "lujo que el hombre no se puede permitir. No puede despreciar la equivocación del deseo porque su cualidad de hombre consiste en preciar" (subrayado mío)

(23) Lacan, op. cit., página 206

(24) Traducción de la estenotipia.
En Paidós (página 208) figura: "es por procuración como el hombre hace que su goce se sostenga mediante algo que es su propia angustia"

(25) Traducción de la estenotipia.
Las ediciones de Seuil/Paidós presentan varias diferencias con la estenotipia, respecto donde ubicar comas y puntos, y qué sentido darle a las opciones homofónicas del "et" y "est":
Paidós: "es por procuración como el hombre hace que su goce se sostenga mediante algo que es su propia angustia. Es lo que recubre el objeto. En el hombre el objeto es la condición del deseo. El goce depende de esta cuestión. Ahora bien, el deseo, por su parte, no hace más que cubrir la angustia" (página 208)
Estenotipia: "es por procuración y en relación con esa estructura imaginada en la mujer que el hombre hace que su goce se sostenga de algo que es su propia angustia, lo que recubre, para el hombre, el objeto y la condición de deseo. El goce depende de esta condición. En cambio el deseo, él, no hace más que cubrir la angustia".
Si bien, como vimos, la presencia del objeto no es por añadidura, lo que el párrafo está analizando es la condición del goce (antes que la deseo), en la procuración, que el uso del fantasma del masoquismo femenino, le da al hombre, para sostener su goce, y ocultar la angustia, en esta erótica con la mujer.

(26) Lacan, op. cit., página 209
En cuanto a la feminidad como mascarada ver el artículo de Joan Rivière referido por Lacan: "La feminidad como máscara"

(27) Idem

(28) Idem, página 210

(29) Idem, página 209

(30) Idem, página 210

 

 

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